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El cielo sigue su baile cósmico. Un ballet de lunas y estrellas, con sus mallas, talentos y caídas. La actuación está programada para esta noche y la siguiente, infinita secuencia repetida desde el amanecer del mundo.
En este escenario barato, se representa la obra de la vida. No hay guión y nada es seguro, quedando libre la improvisación. La seguridad no existe, siendo siempre vulnerable a la gran mordida.
El pan se esfuma y se queda el hambre.
Hoy buscas tranquilidad. Sigues la quimera, prometiéndote un mañana en paz. Peregrinas por la vida, atrapando felicidades, cosechando desengaños y zampando amarguras.
La rabia está por las nubes.
La mentira siempre en el espejo. Flota por los rincones, omnipresente como ningún dios ha demostrado. No hay escondite posible, aunque uno lo busque a cualquier precio.
¡Dame una verdad!¡Lánzame un bote salvavidas! Gritan las almas errantes, ansiosas de encontrar destino en el mapa de la vida. Esa verdad no llega, la corriente no es favorable y el naufragio llega a su barco.
Muriendo de sed y rodeados de agua.
Todo pende de un hilo. Un instante es eterno.; una eternidad es un segundo. En un chasqueo, el rico se vuelve vagabundo, y el príncipe ve rodar su cabeza. El riesgo siempre presente, el mañana siempre inseguro.
Caminando sobre una fina cuerda de esparto.
La muerte, discreta y pizpireta, intenta cortejar con el presente. Desliza su boca sobre la nuca, compartiendo su gélido aire con el cuello. El terror, sube por las pantorrillas conquistando nuestro cuerpo, que coquetea las brasas del infierno.
No hay atajo. No hay solución.
Buscamos un mañana tranquilo. Un cielo sin nubes ni rayos. Aguas claras, nunca turbias, que jamás llegan a esos mares cargados de remolinos. La ansiedad se hace fuerte, anudando su soga al cuello y lanzándonos a dar un grito.
La pesadilla no desvanece.
La tranquilidad, una utopía que dibujar sobre un papel. Objeto de sana tertulia, motivo para el trabajo físico. Reducto imposible de una realidad torcida, torturada por los artilugios del diablo.
Puedes creer que sí, pero te equivocas. No hay salida. No fuerces la puerta. Estás atrapado y sin esperanza.