Hecho en casa
Mireya Tabuas
Uno frente al otro, en la cocina, preparamos los platos. Con habilidad, yo piqué cilantro, ajo, ají y cebolla (lloré con cada corte de cebolla, desdiciendo de mi masculinidad); mientras, ella coció a fuego lento el zapallo. Yo aliñé la carne; ella hizo una corona de harina y vació, en su centro, una buena porción de manteca derretida. Yo corté en trozos muy chicos los tomates; ella batió los huevos, incorporó la leche y el azúcar. Meticulosamente, yo desgrané el maíz; ella puso a hervir los trutros de pollo. Mezclamos lo que había que mezclar, salamos lo que había que salar, horneamos lo que había que hornear. Luego nos sentamos a la mesa. Descorchamos un carmenere. Buscamos en YouTube una cueca, para escuchar algo apropiado con nuestro pequeño festín. Miramos nuestra obra: las sopaipillas, el pebre, las empanadas de pino, el pastel de choclo, la cazuela, la leche asada. Nos enorgullecimos de nuestra nacionalidad. Nos vanagloriamos de nuestra pericia culinaria. Luego nos miramos a los ojos. Nos levantamos al mismo tiempo. Y salimos a comer un par de completos en esa picada de Santiago Centro que tanto nos gusta.
Genial...