¡Hola! En primer lugar quisiera decir que es la primer vez que participo en un concurso de @Cervantes, gracias a la gran @YeiDeAvila por darme a conocer tan fabuloso proyecto, definitivamente es una negra de bien.
Bueno, más que un análisis o interpretación yo desearía compartir una anécdota un tanto jocosa que me esta pintura me hizo recordar, tal vez alguien tan brillante como Botero no era solo pintor, sino que además tenía dotes de alguna suerte de oráculo, o simplemente tuvo una experiencia similar.
Se suscitaba la feria patronal de mi ciudad (San Cristóbal, Táchira. Venezuela), que otrora era considerada la “Feria Grande de América” y que hoy día conserva ese título para recordar con nostalgia lo que un día fue y lo que el atraso de mi terruño no permitió seguir desarrollando y en el marco de la misma se realizó un megaconcierto de música llanera (la música típica de mi país), era algo así como el Woodstock en alpargatas, un Tomorrowland de arpa, cuatro y maracas que reunía a los máximos exponentes del género musical.
Yo disfruto la música llanera tanto como mecerme en una hamaca: entretiene un momento pero después de un rato aburre. Sin embargo era la excusa perfecta para ir a entibiarse algunas botellas de ron con mis amigos, los pocos que quedan en la ciudad y alguno que había regresado solo para recordar viejos tiempos de embriaguez. Conforme pasaban las horas e hilvanábamos botellas vacías del “mejor ron del mundo” —siempre me he preguntado cómo carajo será un ron en otro país, si este es el mejor— yo pasaba de no reconocer ninguna canción a medio haber oído esa, básicamente me sé solo una canción de música llanera, por lo que me tocaba contemplar a los demás cantar mientras me parecía cada vez más divertido, muy probablemente por los efectos del alcohol.
Ya se hizo de mañana —porque un concierto de música llanera no dura menos de 15 horas— y el cantante de la única canción que me sé al pie de la letra se desplegó con todo su repertorio, a excepción de la que yo me sabía, claro está, sin embargo antes de retirarme pude fastidiarle el sueño a quien aún no sabía que era mi novia cantándole el estribillo de una canción reconocida. Ya saliendo del establecimiento donde se hizo el concierto a uno de mis amigos se le vino una idea, porque el ron siempre es promotor de pésimas ocurrencias: “¡Vámonos adonde Claudio!” dijo casi gritando, emocionado por la idea. Claudio es el burdel más famoso y ¿fino? del Estado, queda ubicado en las afueras de mi ciudad, nos montamos en un taxi y enrumbamos al local donde se venden las caricias.
No por santurrón, pero nunca en mi vida he entrado a un lugar de ese tipo ya que nunca me ha llamado especial atención, en el camino mis amigos describían a la mujer con la que por una tarifa pensaban acostarse en minutos, bromeaban sobre la negra de más de 1.80 metros con caderas estrambóticas y apostaban a ver cuál era capaz de estar a la altura de aquella mujer en la cama.
Sin embargo mientras ellos hablaban yo empezaba a conversar con Morfeo, tras distraerme en la conversación y ver a mis amigos la situación era igual, ambos de cara al techo del taxi y con la mandíbula tan abierta que casi pegaba con sus clavículas. Al llegar al sitio el taxista debió despertarnos, al restregarnos los ojos y vimos que el lugar estaba desolado, más solo que la una. Supusimos entonces que tal vez las muchachas que hacían vida en aquel sitio se encontraban ganándose el pan en las ferias. Por un momento pensé que nos íbamos a ir cada uno a su casa, pero ahora mi otro amigo que se encontraba en el taxi tuvo una idea y que avivaba su ilusión de por un a un burdel “¡Vamos al Jarrón!”. El jarrón es algo así como el burdel dos estrellas ubicado en el centro de la ciudad. El taxista con cara de suspicacia dio vuelta y se dirigió entonces a este sitio.
En el camino pudimos dormir unos diez minutos más, al llegar el taxista nos despertó de nuevo y el panorama no varió en absoluto: en el portón negro de aquel sitio no estaba ni el celador, el sitio estaba tan solo que solo faltaba un anuncio que dijera “cerrado por duelo”; con mucho pesar mi amigo que iba de copiloto le dijo al chófer que nos dejara a cada uno en su casa. El trayecto se hizo corto porque dormimos la mayoría de este y al llegar cada uno a su casa —y no sin antes haber pagado una cantidad exorbitante de dinero por la carrera— dormimos hasta horas de la tarde de ese día.
El cuadro de Botero me hizo recordar el asunto porque probablemente es lo que hubiese pasado ese día si de casualidad hubiésemos encontrado algún cabaret abierto. El hombre del sombrero sería alguno de nosotros intentando regatear el precio o de convencer a una de las prostitutas a atender el último cliente de la noche que ya era de día, la mujer de espalda lejos de desvestirse se está vistiendo con la convicción de que ya terminó su jornada laboral, por otra parte los hombres dormidos entre cigarrillos y botellas no necesitan mayor explicación sería el par restante de nosotros que cayó fulminados porque no estábamos para… bueno básicamente para nada. Por otro lado la anciana sería la Madame cerciorándose de que un trío de borrachos somnolientos no fastidien a sus muchachas y por último el niño representa la curiosidad y el deseo desganado, incapaz por sí solo de realizar cualquier acto, carnal o no.
No sé si Botero tiene visiones premonitorias de cosas que nunca pasan, pero evidentemente sí es un gran pintor.
Concurso patrocinado por el witness @cervantes. No te olvides de votarlo en la siguiente página: http://www.steemit.com/~witnesses