En el presente trabajo tenemos como propósito tratar el tema de la ética y su vinculación con el proceso educativo formal. Para ello partimos de la
interrogante ¿si el hombre es eminentemente un ser racional, es posible y
necesario educarlo en la toma de decisiones correctas y responsables?
De esa manera, iniciamos nuestra respuesta abordando, en primer lugar,
una definición de ética y matizando parte de su definición al considerar que si bien
es cierto define lo que somos y lo que hacemos, algunos pensadores la
consideran como una serie de leyes impuestas por las clases dominantes.
Seguidamente, traemos a Edgar Morin y su concepto de antropoética,
elemento clave para una comprensión de mayor alcance en el asunto de la ética
humana.
Finalmente, damos afirmación a la interrogante planteada con los
argumentos del eminente sociólogo chileno Hugo Zemelman, quien llega a
sostener que para encarar el futuro es necesario ampliar el lenguaje y las razones
(es decir, lo concerniente a formación), de modo que nuestras decisiones futuras
no sean tomadas por el salir del paso y no más.
La ética, un asunto humano
Para los especialistas, la ética es un tipo de saber cuyo fin es guiar las
acciones humanas de un modo racional; y puede percibirse de dos formas:
primero, aprendiendo a tomar decisiones prudentes, y, segundo, aprendiendo a
tomar decisiones moralmente justas.
Al mismo tiempo, es bueno señalar que si bien es cierto que la ética, de un
modo bastante aceptable, resume lo que somos y lo que hacemos; también es
válido destacar lo dicho por Ernesto Márquez (2010), dado que la moralidad y la
ética son imposiciones de la clase dominante, por lo que es necesario que
analicemos la complejidad de nuestro ser en la definición de ambos elementos.
Un poco antes, pero emparentado con esta línea de pensamiento, Adela
Cortina (1998) había señalado que el ser humano permanentemente está tomando
decisiones acertadas o no, moralmente justas o injustas desde el ámbito personal,
laboral, económico, político, educativo, ecológico, etc.
Y dado que en cada decisión y en cada acción nuestra está presente la
ética (factor clave en el desarrollo de la sociedad), el propio Edgar Morín (2000)
llega a sostener que esas leyes fueron creadas bajo la concepción paradigmática
occidental, obviando la racionalidad que implica considerar la afectividad, los seres
vivos, la subjetividad, amor y arrepentimiento. Es decir, la definición de ética ha
estado incompleta, sin considerar una parte esencial de lo que significa el ser
humano.
Vinculado con el tema de la ética, Morín (2000) crea el concepto de
antropoética, y la define como la originalidad productora del equilibrio moral de las
instituciones y de las personas; la antropoética implica un tipo de decisión
consciente e ilustrado al asumir la condición humana de
individuo/sociedad/especie.
De esa manera, Hugo Zemelman (2003) sostiene que es vital enriquecer los
lenguajes, enriquecer la razón para entender mejor nuestra circunstancia, para ver
el futuro, y para que las circunstancias no terminen siendo una puerta sin salida o
un muro. Eso es fundamental porque el reto de hoy es lograr una conjunción entre
la palabra y el hecho, o entre la palabra y la conducta.
De allí que sostengamos que es necesario comprender nuestras
circunstancias, y esta comprensión es más expedita mediante el conocimiento, por
lo que sí es posible y necesario educar al hombre para la toma de decisiones
correctas y responsables; es necesario también asumir la antropoética, lo que
tiene que ver con nuestro ser interior (afectividad, amor, comprensión,
arrepentimiento) para alcanzar decisiones correctas e ilustradas por la razón, pero
también por los sentimientos.
Tal vez la pregunta sería: Estamos educando a los individuos en la toma de decisiones responsables y correctas? Me parece que la Educación Formal hace mucho énfasis en suministrar a sus educandos una serie de contenidos y de técnicas para la toma de decisiones, y deja a la conciencia individual que va construyéndose en la interacción con el entorno, y a la propia sociedad cercana al individuo, la percepción si es responsable o si es correcta. Y no es que la Educación no pueda plantearse esta disyuntiva o de alguna manera llegar a esta condición, de hecho en las discusiones de grupos, sean tormenta de ideas, resolución de casos, etc; de alguna manera se promueven capacidades en el individuo para tomar decisiones; pero su calificación ética o moral, se encuentra más en otro dominio, precisamente y valga la redundancia de la ética y de la moral. Muchos educadores comenten el error de socializar en sus educandos sus análisis, conclusiones y afirmaciones sobre el modo de desenvolverse de las variables o contenidos que ellos mismos facilitan, intentando imponer sus criterios; y cuando los educandos se distancian de sus argumentos entonces son duramente castigados en sus calificaciones. Por lo tanto, esta preocupación de por si esta asegurada por la vida misma y la educación puede hacer su pequeño y significativo aporte.
Efectivamente, parte de las debilidades del sistema educativo es el carácter impositivo y punitivo de los docentes. Por eso, deben asumirse más bien como guías u orientadores en la conducción de proyectos de vidas.
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Aunque breve, un trabajo que toca aspectos centrales de esa amplia cuestión, y esta palabra no es casual, porque precisamente, en gran medida, la ética pasa por un cuestionamiento, las más de las veces de nosotros mismos.
No comparto esa vieja idea de que la ética y la moral son una producción de una clase dominante, o como diría el trasnochado marxismo, un producto burgués. Ambas -ética y moral- son producciones sociales, cualesquiera sean las sociedades; obviamente el carácter de estas condicionará aquellas. Creo que sobre esto ha escrito con mucha autoridad Fernando Savater.
No conozco el texto donde Morin habla de antropoética (o lo he olvidado), pero creo que toda ética y moral tiene un componente antropológico de por sí, es decir, subjetivo, afectivo, etc.
Hasta aquí. Saludos, @morey-lezama.