Segundo parte de mi post donde hago un recuento, un tanto dramático, de lo logrado por la selección Sub-20 en el Mundial.
El primer post lo puedes encontrar aquí.
El trayecto a la final, o como nació un sueño.
Habrán quienes crean que esta gran historia comenzó el 20 de mayo, cuando Venezuela empezó a escribir su épica, al ganarle por 2 - 0 a Alemania, una de las naciones futboleras más grande, histórica y que más talento joven produce en el mundo.
No. Esta historia comienza unos meses antes, en enero de este año, en el Sudamericano Sub-20. Es allí donde este grupo de jóvenes inició su recorrido, que los llevaría a clasificarse por segunda vez a un mundial de fútbol de dicha categoría. Fue en este torneo donde empezaron a mostrar de lo que eran capaces, a mostrar su garra. Su espíritu de lucha.
Es necesario decirlo. No fue fácil, no fue nada fácil. Pero al final lo lograron. Dejando fuera a equipos como Brasil y Colombia.
Luego de una impresionante e inesperada victoria ante la selección Alemana, tocaba enfrentarse a Vanuatu para asegurar el pase a la siguiente fase.
La pequeña nación oceánica no tuvo oportunidad. Como si de un puma contra un capibara se tratara; una batalla totalmente desigual. Recibió siete goles de parte de la Vinotinto, que no tuvo piedad. Siendo esta la mayor goleada del torneo.
Ya con la clasificación a octavos en la bolsa, era el turno de enfrentarse al conjunto Mexicano, allí una cerrada victoria 1 - 0 vio al seleccionado Venezolano terminar la fase de grupos sin recibir gol. Con un record de 10 goles a favor y 0 en contra. Fue entonces cuando se hizo obvio que este grupo estaba para algo más. Para llegar lejos. Para hacer historia.
Pero era ahora cuando comenzaba lo más difícil. A partir de este momento cualquier error podía significar irse de vuelta a casa.
El próximo rival sería Japón. No fue sino hasta el minuto 108 cuando por fin llego la anotación. Cuando la esférica finalmente se vio al fondo de la red. Yangel Herrera, con un testarazo mágico, daba el pase a cuartos a su equipo. Para seguir soñando.
En cuartos el rival fue Estados Unidos; que venían de golear 6 a 0 a la pobre Nueva Zelanda. Sin embargo, La Vinotinto no les iba a ser tan fácil. Los americanos se vieron completamente superados por al menos 80 minutos, pero el gol nunca llego. De nuevo al alargue. Allí aparecería Peñaranda, para materializar el sueño. Luego anotaría Ferraresi, para traer la calma; que no duro mucho, pues los americanos conseguirían el descuento de forma inmediata. Llevando a unos últimos cinco minutos de juego tortuosos.
Venezuela estaba en semis. Entre los mejores cuatro del mundo.
Hasta aquí ya eran leyendas. Pero todavía quedaba mucha historia por escribir. Mucho que sufrir.
Y si hay un equipo que sabe de sufrimiento ese es Uruguay, el rival a batir en semis. Con un penal dudoso Uruguay se iría arriba. A partir de allí, la angustia y la desesperación se harían sentir como nunca antes en el torneo. ¿Llegar tan lejos para no lograr esa tan ansiada final? La tortura absoluta!
Pero la vida nos tenía guardada una sorpresa más. Esa sorpresa, ese regalo, llegaría de los botines de Samuel Sosa, de 17 años.
Era el minuto 91. Ya solo quedaban por jugarse 120 segundos y Uruguay sería finalista del mundo. Pero Sosa les negó esa alegría al conjunto Celeste, para dárnosla a nosotros. Con un magnifico disparo de tiro libre llegaría un igualmente magnifico gol para enviar el partido al alargue.
Luego de 30 minutos más de igualdad, seguirían los penales. Allí Wuilker Faríñez se colocaría en el ojo de la tormenta, y con la clase y experiencia de un veterano, se vestiría de héroe una vez más para asegurarle un lugar a Venezuela en la final de la copa del mundo. Dos penales detuvo. Cosa que se dice fácil, pero no lo es.
¡Venezuela estaba en la final de la Copa del Mundo! ¡Entre los dos mejores!
¡Entre el hito y la gloria absoluta!
Gracias por leerme! Espero les haya gustado.
