Fuente
–No sé qué decir. –me dijo sonriendo tímidamente; siempre he pensado que tiene la sonrisa más hermosa del universo.
–No te preocupes –le respondí en un susurro mientras sentía el calor subir por mis mejillas. Oh, rayos… es imposible evitar sonrojarme cada vez que la veo. Después de todo, esa sonrisa ha sido mi luz en la oscuridad y mi refugio en la adversidad. Por eso, las lágrimas amenazaron con salir en cuanto me golpeó la certeza de que, quizás, sería la última vez que vería sonreír al amor de mi vida. El amor de mi vida, quién lo diría... quién diría que podría llamar de esa forma a alguien tan opuesto a mi.
Escuché como balbuceaba algo parecido a: nunca se me han dado bien las despedidas, pero yo no quería escucharle decir esa palabra tan dolorosa "despedida". –Abrázame. –interrumpí atropellando sus palabras. Sí, ven, abrázame, por favor; envuélveme en ti, en tu alma, en tu perfume, en tu presencia. Tenía tantas cosas por decir, todo estaba atrapado en mi garganta formando un nudo de impotencia. Abrázame ahora, ante la incertidumbre del mañana. Hazlo con tu verbo; tus palabras y tus gestos. Le sentí acercarse con delicadeza; ahora sé que tenía miedo de que fuese la última vez. Atrápame en tu ser; en ese laberinto misterioso que es tu cuerpo. Me estremecí cuando sus brazos rodearon mi cuerpo, tenía la impresión de que el tiempo se detuvo por un breve instante pero yo lo sentí eterno; hacía tanto que anhelaba sentir su cuerpo junto al mío. No me dejes ir, amor mío, no me sueltes. Aférrate con fuerzas a nuestro recuerdo, sálvame en la seguridad de tu corazón. Pude notar que nos quedábamos sin tiempo. ¡Qué irónico! Hace tan solo un momento nos sentí eternos y ahora... ahora éramos tan efímeros que nos desvanecíamos uno frente al otro.
Separé nuestros cuerpos, deshaciendo el abrazo, necesitaba decirle una última cosa antes de partir. – Hay dos cosas que quiero decirte. –asintió a mis palabras, indicándome que continuara. Respiré profundamente y besé su frente. –No me busques. –parpadeó varias veces seguidas, como si no entendiera mis palabras. –Promete que no lo harás –susurré suplicante. –Lo prometo –
Le sonreí desde lo más profundo de mi alma. Era momento de hacer mi última petición, estaba plenamente consciente de que la luz de mis ojos se sentiría triste al despertar, sin embargo, no podía marcharme sin antes abrazarle una vez más. –Y, por favor...–revolví sus cabellos a manera de despedida –no me olvides. –