Saludos steemitas, e aquí una breve ficción, una adaptación de una nota periodística en relato literario " Aprueba la OMS utilizar fármacos experimentales", en La Jornada, 13 de agosto, 2014, p.2
Mientras el helicóptero de la Organización Mundial de la Salud se acercaba a la zona de seguridad instalada ya hace varios años en la provincia de GuécKédou en Guinea, cerca de la aldea Melindou, donde apenas ocho meses atrás habían aparecido los primeros brotes de la fiebre del ébola. La doctora Marie Keney, subdirectora de la OMS, concluía su transmisión directa con Brack Obman, presidente de los Estados Unidos Americanos.
—Claro que sí señor Presidente, yo le avisaré personalmente de todos los avances que hayamos tenido en las investigaciones. Sí señor hasta pronto.
Keney arrojó un profundo suspiro y echo un vistazo al reloj de la cabina, se llevó una mano a la frente encontrándola ardiente, retirándola inmediatamente. Estaba aturdida, eran las dos de la tarde de un martes quince de julio, el calor húmedo de la selva era tremendo, eso unido al ruido de las hélices, y que se había visto obligada a subir al máximo el volumen de los audífonos de comunicación, y a gritarle al micrófono por no saber si acaso su interlocutor le escuchaba, la habían dejado exhausta.
—Aterrizaremos en dos minutos, indicó el piloto justo antes de perfilarse a la izquierda para sumergirse en el espesor de la selva. La piel de los asientos comenzaba a irritarle las pantorrillas, se había visto obligada a salir de una conferencia en la sede de la ONU, con falda corta, bléiser y tacones altos, directamente al avión, y luego al helicóptero, que la traería a África.
―"De Nueva York a la selva africana", pensó.
Miró por la ventanilla y de entre los arboles apareció un claro de unos cien metros cuadrados y un edificio blanco extrañamente pulcro que parecía resistirse a ser devorado por la maleza. Mientras el helicóptero aterrizaba Keney miró a cuatro hombres que la esperaban, uno era el doctor Jonathan Bull, pues sabía de antemano que era el único hombre caucásico en la instalación. Los otros tres eran evidentemente africanos. Al aterrizar Keney, descendió tan rápido que trastabilló y por un momento todo su ser se desplomo en una trayectoria que la hubiera llevado directamente al piso, si no hubiese sido atrapada antes por un sujeto negro. Por un momento se sintió desfallecer en los brazos de ese personaje de oscura piel, el aire caliente de la selva apenas le permitió respirar e incorporarse para encontrarse con una botella de agua que su héroe sostenía cerca de su rostro.
—Beba, beba, se sentirá mejor, trono una grave voz.
Keney tomó la botella, dando tragos pequeños mientras recuperaba la compostura. El sabor del agua era raro pero no le importó porque era bastante refrescante. En ese momento de entre el aroma a selva reconoció el olor a sudor del hombre que la había rescatado, y del cual, ahora se encontraba impregnada, eso le dio mucho asco. Le devolvió la botella casi vacía, con una mueca de repugnancia y una sonrisa fingida.
—Gracias, pronuncio con forzado acento. —Ho... de nada, Contestó el hombre, desconcertado, mientras se echaba a un lado para dejar pasar a la mujer en dirección de los espectadores que la miraban desconcertados.
—Dra. Keney, se presentó uno —, ¿se encuentra bien? yo soy el Dr. Jonathan Bull…
—Sé muy bien quién es usted Bull, contesto Keney.
——Entonces déjeme presentarle a mis compañeros. Mi colega el Dr. Martahalyin Morder y el Dr. Zukuniz Borbor, ah y el hombre que la rescató se llama Sanura Kaashif, y es nuestro intendente aeronáutico.
—Está bien, ya que terminamos con el formalismo podemos seguir con lo que nos compete.
—Era evidente que la dama no tenía humor para coloquios.
——Ya tenemos preparada toda la información y verá los resultados usted misma, prosiguió Bull. Los tres doctores utilizaban pantalón, playeras de manga larga y botas.
——El Dr. Morder ofreció a Keney una tabla con expedientes y le invitó a pasar al edificio. Una construcción de dos plantas que contaba sesenta metros cuadrados d base, pero eso era solo la fachada porque Keney sabía que la mayor parte de la estructura se encontraba bajo tierra.
—Al entrar al edificio, lo primero que percibió fue el aire acondicionado y dio gracias a los cuarenta y cinco millones de dólares invertidos anualmente en ese complejo. Se encontraban en un pasillo de cuatro metros de ancho, con piso de un mármol blanco pulido que reflejaba las lámparas fluorescentes en potradas en el techo a unos tres metros de altura, en cada pared había dos puertas de madera rojiza, pero sólo al fondo figuraban dos ventanas que dejaban ver las oficinas de atención, una frente a la otra, la pared del fondo estaba hecha de algún material lustroso que también reflejaba la luz de las lámparas.
—¡En esta habitación se puede cambiar de atuendo!, Bull señalo la primera puerta a la derecha, Keney se dirigió hacia ella y al introducirse encontró una habitación de unos cinco por seis metros que sólo contaba con una mesa y una silla de metal, sobre la mesa encontró un pantalón caqui de lona, calcetas, una playera blanca de manga larga, una bata de laboratorio y un par de botas a su medida. Se cambió. Dobló su falda, el bléiser y la camisa de seda, y los dejó sobre la mesa junto con sus zapatos, se cambió y salió.
—Prosigamos— infirió al grupo.
Bull les dirigió hasta el fondo del pasillo donde se encontraba la pared lustrosa y recargó la mano, ésta cedió abriéndose en dos páneles rebelando la cabina de un elevador oculto. Esto sorprendió a Keney. Los cuatro accedieron al elevador e inmediatamente Bull pronunció en voz alta — ¡once!, en ese momento se cerraron las puertas y el elevador comenzó a descender.
—Como puede observar en los expedientes, cometo Bull —estamos utilizando nueve fármacos, permítame decirle que algunos sobrepasan toda expectativa.
—Eso espero, sugirió Keney mientras ojeaba rápidamente los expedientes. Se detuvo el elevador y se abrieron las puertas dando paso a un corredor muy largo, con unos cuatro metros de ancho, por tres de alto, lámparas fluorescentes en el techo y un piso de mármol blanco pulido que las reflejaba. En este caso todas las paredes del corredor parecían estar hechas de ese material lustroso que en el pasillo de arriba parapetaba el elevador, y no mostraban una sola puerta ni ventanas que rebelaran alguna habitación. En cuanto salieron del elevador los inundo una luz láser que sorprendió mucho a Keney. —¿Qué significa esto?, preguntó alarmada.
Inmediatamente el Dr. Borbor explicó el motivo de la luz: —Es un escáner láser que identifica agentes infecciosos y los elimina a través de diferentes frecuencias de luz, y de esta manera el ambiente se mantiene perfectamente limpio.
La luz parecía emanar de diferentes partes del techo y seguirlos mientras avanzaban. Borbor continuó su explicación diciendo: —Mientras el sistema no esté seguro de que estamos descontaminados el baño de luz durará unos momentos.
Keney volvió a sonreír con una mueca de consternación, —¡pues en verdad espero que no dure mucho! Borbor no contestó y sólo se hizo a un lado. Luego de caminar unos diez metros y de que la luz ya los había dejado, el Dr. Bull se acercó y presionó con su mano sobre la pared derecha y de esta se desprendió un panel de unos sesenta centímetros de ancho por ochenta de alto, el cual a su vez se dividió en dos, dejando ver detrás de sí un cristal que rebelaba el interior de una habitación grande sin ventanas, totalmente blanca, y sobre un camastro un hombre aparentemente inerte.
—Este es el primer sujeto de la lista, como figura en el expediente, le hemos aplicado el fármaco Zmmap 14-A durante la primera etapa de la infección, lamentablemente, la droga no ha surtido efecto y el paciente ha muerto, pero aplicada a simios ha dado re...
—¡No he venido de safari Dr. Bull! Interrumpió Keney.
—Claro, por supuesto, resolvió el interpelado —Déjeme mostrarle el siguiente caso.
En cuanto se apartaron de la ventana, los paneles se cerraron sobre esta automáticamente sin dejar rastro de su existencia. Tres metros más adelante, Bull se dirigió a la pared izquierda, e hizo el mismo ademán de tocarla, obteniendo idéntico resultado.
La habitación era igual a la anterior, con la diferencia de que el hombre en ella se encontraba caminando en círculos sin percatarse de la visita, el ocupante no podía verles gracias a algún mecanismo que los mantenía ocultos.
—Zmmap 33-Á, Infirió Bull. —ha tenido excelentes resultados en la primera etapa de la infección, ya ha arrebatado a la muerte a un par de casos.
—Muy bien, afirmó Keney. Bull, dibuja una sonrisa y dijo —Todavía tenemos casos más interesantes, sígame por aquí…
Caminaron unos ocho metros y sobre la misma pared, pero con ademán diferente, Bull deslizó un dedo de arriba hacia abajo y la pared reveló un compartimento, del cual extrajo cuatro objetos y los repartió entre sus acompañantes. Keney observó que el objeto extraño era un gorro de un material plástico, blanco, como de nadador, con una tiara que se sujetaba a las sienes.
—Póngaselo, insistió Bull —esto es un Disipador de Frecuencias Mentales (DFM). Es ridículo, pero nos mantendrá a salvo.
—¿A salvo de qué?
Mientras Keney Hacía esta pregunta, Bull avanzo un poco más para descubrir la ventana que revelaba el interior de la siguiente habitación, adentro, justo del otro lado del cristal un Hombre apareció parado observándolos, esto sorprendió fuertemente a la Dra. Keney, de tal forma que dio un paso hacia atrás.
—Pero esta vacuna no detiene la enfermedad, sólo triplica el tiempo de incubación. —¿Eso significa que este hombre morirá?,.cuestiono Keney
—Así es, morirá pronto, señala Bull.
—Que...ah...sí... si claro, adelante. Esto es tremendamente revelador, afirmo la doctora. —Ya lo creo, contestó Bull. — vayamos a visitar al siguiente sujeto
Bull hizo una señal al Dr. Borbor y este se alejó de inmediato hacia el elevador, mientras los demás caminaban en el sentido opuesto. Bull se acercó a la pared derecha para revelar una ventana más, al asomarse Keney miró a un hombre convaleciente sobre un camastro.
—Este hombre, prosiguió Bull, fue infectado con el ébola hace más de un año, cuando los rumores aseguraban que la enfermedad había sido erradicada. Fue en ese momento que se le aplicó el fármaco experimental que llamamos Agente Neutralizador del Ébola-Z (ANE-Z), el cual cuenta con las características solicitadas, el fármaco detiene el proceso de incubación durante quince meses exactamente. Justo hace tres días comenzaron a aparecer nuevamente los síntomas de la enfermedad, funcionó como reloj. La diferencia entre el ébola común y eta mutación que se logra con el fármaco esta enfermedad comienza sofocando al infectado y en menos de media hora se encuentra hecho una sopa de sudores tóxicos y aturdido por una fiebre atroz, el sudor se disipa en el aire, lo cual provoca que todo aquel que se encuentre en un rango de nueve o diez metros se contagiara con el nuevo virus, este incuba por completo en menos de una semana, en la segunda etapa comenzarán a salirle salpullidos por todo el cuerpo, que literalmente explotaran salpicando toda la zona convirtiéndola en un foco de infección, suelto en una ciudad como Nueva York tendría consecuencias catastróficas. Solo se puede neutralizar con el ANE-A, pero este funciona solo como vacuna al aplicarse de manera preventiva antes de tener contacto con el virus, una vez vacunado es imposible contagiarse.
—Has hecho un buen trabajo con este juguetito, menciono Keney. — estoy segura que será del agrado de mis jefes. ¡Deshazte de todos los experimentos y espera nuevas órdenes!, Sí Dra. — contestó Bull con amargura, y con eso dieron por terminado el recorrido. Se encaminaron hacia el elevador y lo abordaron, Bull pronuncio fuertemente la palabra "Alfa" y el elevador ascendió rápidamente, se detuvo y la doctora Keney se encaminó directamente a la puerta de entrada. Junto a esta, se encontraba el doctor Borbor con un paquete y más expedientes que le entregó de inmediato a Keney.
—Estas son todas las muestras, y en estos expedientes se especifica a detalle todas las características de las mismas, apunto Borbor. Keney le agradeció, comentando: —desháganse de la ropa de la habitación, por el momento este atuendo me viene mejor.
Salió del edificio y el helicóptero le esperaba encendido, el gigantón Sanura, su héroe de algunas horas la esperaba para ayudarla a subir al helicóptero, una vez más, Keney le regalo una sonrisa de despedida, con un dejo de verdadero agradecimiento, Sanura le ayudó a subir, y Keney ordeno emprender el vuelo, volteó a mirar el laboratorio por última vez.
Sólo dos meses después, el doctor Morder y el doctor Borbor morirían víctimas del ébola y sin recibir ninguna clase de tratamiento; el doctor, Bull se salvaría por regresar a su país de origen, Sólo Sanura sobreviviría. El helicóptero partió, y Keney se sentía orgullosa por saberse partícipe de un gran cambio en el mundo.