Era un día como cualquier otro en un pequeño y tranquilo pueblo del Medio Oeste.

in #spanishyesterday

El sol brillaba por la mañana, pero hacia el mediodía el cielo comenzó a oscurecerse, como si la naturaleza misma quisiera advertir que algo no estaba bien. Las alertas comenzaron a sonar en radios, televisores, y hasta en los teléfonos móviles: "¡Alerta de tornado! Diríjanse a refugios inmediatamente o evacúen si es necesario."

En una pequeña casa, una mujer llamada Clara miraba el cielo con preocupación mientras preparaba una mochila con suministros básicos. Junto a ella estaba su hija Sofía, de apenas 8 años, quien abrazaba con fuerza a su oso de peluche favorito.

—Mamá, ¿qué pasa? —preguntó Sofía, con los ojos llenos de inquietud.
—Cariño, hay un tornado acercándose. Tenemos que irnos ahora mismo. Es mejor prevenir que lamentar —respondió Clara mientras tomaba las llaves del coche.

Subieron al vehículo y comenzaron a avanzar rápidamente hacia la carretera principal. Sin embargo, al pasar frente a la casa de sus vecinos, Clara pisó el freno de golpe. Lo que vio la dejó completamente confundida: un hombre, su vecino Juan, corría en círculos frenéticamente alrededor de su jardín delantero.

Juan no solo corría, sino que además tenía una expresión de total determinación en su rostro, como si estuviera compitiendo en los Juegos Olímpicos. Clara bajó la ventanilla del coche y le gritó:

—¡Juan! ¿Qué estás haciendo? ¡Hay un tornado viniendo, tenemos que irnos!

Juan, sin detenerse, le respondió con un grito que casi se perdía entre el viento que comenzaba a soplar:
—¡Mis padres me llamaron y me dijeron que corriera como el viento!

473ba67b140f16522e1cf7f8036abf43.jpg