Estará equivocada mi respuesta, quizá, pero no ha sido usted capaz de rebatirla.
Yo no doy órdenes, ni mando a nadie que haga esto o lo otro, que lea esto o lo otro, pero sí le invito a releer el último párrafo de mi anterior mensaje. Diríase que se lo ha saltado, quizá por leer demasiado deprisa, no sé. Lo repetiré con otras palabras: no hay nada malo en escribir epigramas narrativos de 250 palabras, pero lo contraproducente, lo viciado, es establecer ese formato como estándar dorado.
Hoy en día los grandes relatos de la literatura clásica no podrían ser presentados en prácticamente ningún certamen. Ni Kafka, ni nadie, puede negar ese hecho.
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