Lo cierto es que la línea divisoria entre el avant-garde y el après-garde en una música tan vibrátil e hiperfoliada como esta, en la que se loa tanto la musa porvenirista como el dasein heterodiegético de la urbe multivorticial, queda desleída por cualquier tipo de exégesis formal cognoscible. Yo me cuestiono: ¿transmodernidad o hipoconservadurismo? ¿Panarmónico o metatonal? ¿Retromoderno o tardoarcaicista?
Una cosa es indiscutible: aunque el concierto soliloquista que aquí se presenta es hermoso y evocador, la experiencia de la música en directo es muy superior en lo que a zozobra espiritual se refiere. Tuve la oportunidad de escuchar recientemente este mismo concierto en la Alcazaba de Málaga, con Tito frente a un fondo transoceánico, en un ambiente limítrofe con el palacio de Sherezade en el que las notas parecían volar como vilanos flotantes, y, sinceramente, no hay ni punto de comparación.
Mi recomendación es que todo aquel que pueda, acuda a escuchar a Tito tocar en directo.
gracias @noeno!