Cuando voy a una librería de viejo siempre busco la clásica joyita en descuento, no es muy difícil de conseguir, basta saber con claridad qué buscas.
Ayuda -por más mamuco que suene- leer libros que hablan de libros. Los libros que hablan de libros -crítica, ensayo, análisis y demás bichos retóricos- son generalmente aburridos y no aportan demasiado, pero ¡oh! que orientan.
No estoy diciendo que esos libros sean en realidad catálogos de comprar de libros, no… podrán servir para eso, pero no es ése su objetivo.
Los libros que hablan de libros siempre reparan en los clásicos, mencionan a los grandes para bien o para mal: las razones por las que Mengano era bueno, por qué Zutano en realidad no era tan bueno; OK, Perengano escribía así porque fue el hijo de en medio, mataron a su mamá y su papá lo violaba por hobby, etcétera.
De tales libros la mayoría van así: Haydeseisen (casualmente uno de mis autores favoritos) era bueno, junto con Maystand, creó una nueva manera de escribir sobre… (momento, ¿quién cuernos era Maystand?), la temática que ambos manejaron fue similar en X (uno de los mejores libros que he leído) y DBZ (¿qué?); Z, K y sobre todo en A (nunca he oído de esos libros) , etcétera, y así van hasta que te nace la curiosidad; si, para empeorar las cosas, el autor de la crítica o el ensayo en donde leíste eso es, digamos, alguien como Vacumn o De Talsedams, autores que admiras y respetas, acabas yendo a la librería más próxima a tu corazón.
Llegas y encuentras que Maystand es un autor descontinuado, ¿qué hacer entonces? Fácil, las librerías de viejo, ve a ellas.
En las librerías de viejo me he encontrado cosas como Concierto para guillotina y 40 cabezas de Hugo Argüelles; Obras completas de Monterroso; algo de la pulpa de Doc Smith; muchas novelas de Álvaro Laiglesia; un par de libros de Kurt Vonnnegut y cosas por el estilo.
Mas hay algo que amo conseguir: el clásico del Futuro. ¿Pero qué es eso del clásico del futuro?, pues un libro que por ahí anda, olvidado, lejos de los compradores hasta que un buen día cae por ahí un despistado (o sea yo) que lo compra, lo lee y se da cuenta que es muy bueno.
Más tarde, un escritor famoso o un crítico de peso pesado completo está remoloneando en su biblioteca personal, hurgando, viendo en qué entretenerse y se topa con que alguien o algo (una fundación o algún capitán de la iniciativa privada) le regaló ese mismo libro que tú adquiriste y lo lee y llega a la misma conclusión: Este topilo era un genio, hay que correr la voz.
El crítico o el autor de marras tendría una columna o un lugar desde el cual pontificar o dar a conocer sus lecturas o sus opiniones y en él diría algo como “somos unos pelmazos, fuimos muy injustos con este autor olvidado, el momento de hacerle justicia ha llegado”. Así hizo Bukowsky con Fante, de no haber sido por Bukowsky, Fante seguiría en las librerías de viejo en rebajas de a 5 pesos en lugar de ser reeditado por Anagrama y otras editoriales igual de bestias en otros idiomas.
¿Gano algo así? Pues dos-dos, sí es presuntuoso de mi parte decirle a los colegas, “¡Hombre, macho! Yo ya había descubierto a este Rimmerick en las librerías de viejo, lo hice antes que el gilipollas este de Spokomann lo diera a conocer en la Letras Rebeldes del mes pasado”, y sí, sé que sería muy presuntuoso y de todas maneras lo hago.
También me ahorro un varote, no es lo mismo comprar libros de editoriales ya fallecidas en remate a comprar esos bonitos y sumamente nice ejemplares que nos mandan de la Madre Patria la ya mencionada Anagrama u otras de la misma especie como Seix Barral, Tusquets o Minotauro.
¿Qué autores he descubierto así? Felisberto Hernández, Macedonio Fernández y Pablo Palacio, por mencionar algunos. Escritores únicos que fueron más o menos ignorados un tiempo, pero que ahora han recibido todo el crédito que merecen y tienen el tratamiento de Leyendas.
(Este texto lo publiqué anteriormente en otro sitio mío, fue actualizado, para ver cómo era originalmente consúltenlo aquí)