"Dije a mi alma
corre sin prisa, espera
sin esperanza..."
-T. S. Elliot, Cuatro cuartetos
Prefacio
Tejí esta breve prosa pensando en tres personas distintas. Seres a quienes prefiero ahora llamar sombras. No tengo mayor aspiración a la de que sean leídas, pues cualquier otro deseo iría en total oposición a mis principios. Dejo ante ti, que me lees en cualquier aquí y ahora, una modesta exhibición de algo que alguna vez sentí por una sombra. Sin más que aclarar,
Bienvenido seas.
Capital
Vivo en la capital latina de la miseria y el caos. He sido testigo múltiple de la barbarie y del crimen consumadas en sangre, fuego y asfalto que a diario se inunda de los animales más salvajes del mundo. El mal me ha abducido, me he acostumbrado a observarlo a la cara. A veces siento que incluso está dentro de mí. Me ha apuntado con armas, me ha amenazado de muerte, escondiéndose tras los ojos fugaces de un niño con un hierro en la mano, y con la puerca excusa de tener mala suerte. Sobreviví al útero y a la niñez, solo para convertirme en carne de perro.
Y salí de mi burbuja al mundo, a la urbanidad.
Fue ella, la calle, la que me convirtió en camaleón de acero, por la que decidí vagar por las avenidas y esquinas más simples, divirtiéndome con la crueldad humana, riéndome de la miseria y del mal ajeno. Fue en ellas donde me enamoré de la vida que había perdido, del niño que había muerto y cuyo cuerpo ahora nadie podía devorar como carroña.
Seguía vivo, pero no quería salir.
Macbeth
Fumando las cartas del destino, como quien prefiere morir antes de conocer otro futuro, ingerí un brillante veneno oculto bajo La Luna y su cangrejo. Caí desenfrenado en un pesado sueño inocente, y pensé dentro de él que por fin había llegado mi hora de vivir -maldito idealismo-.
Aprovechaba cada día, cada noche y madrugada. Mis síntomas cada día eran peores, fiebre, sudor frío, insomnio y temblores. Pasaba los días desvelándome y pronunciando su nombre. Su bello, sutil, cansado y silencioso nombre. Cantó mi muerte por ella, por su figura y mi inocencia, que me decía que ya podía volver a ser yo:
I
Fuiste tú quien me mostró la lira
el follaje
la selva.
Tú en tu piel
de ninfa.
Yo, en mi disfraz
de sátiro,
como quien persigue lo que desea.
Como, quien muerto de sed
sacia sus ansias en un charco,
yo me atraganté en el mar.
Castaño, dulce, ondulado,
me ahogué en tu infinito
océano de rizos y risas.
II
Te descubría
incluso cuando no te
ocultabas.
Y por accidente
o casualidad no tan casual
volteé la mirada
al mismo tiempo que tú.
III
De hablar, y conversar, y
escucharte sin callar.
Y como idiota
soñándote tantas lunas,
velando por un beso amado tuyo
anhelando la chispa de tu espíritu,
solo para encontrar la yesca muerta
de un recuerdo
que sólo yo tuve.
Y poco a poco, la muerte se fue alejando de mí. Recuerdo que, despertando de mis desvaríos, su figura a veces aparecía y de la nada se desvanecía. Y cuando al fin pensé que podría acostumbrarme a su veneno, supuré la maligna ponzoña hasta quedar completamente limpio. Entonces me volví a vestir de ingenuo, e incluso así, vivo y agradable, a veces quería impulsivamente volver a sentir los pocos besos que me dio la muerte cuando estuve a minutos de ser uno con ella, mientras deliraba.
Fobos
Caía por el barranco, mientras sentía que el viento me ahogaba. Volé tan rápido, crují tan estrepitosamente que apenas pude notarte ahí parada, observando la fiesta de moretones que se torcían en mi piel.
Y no sonreí sino hasta que vi, que te vi y noté, que teníamos los mismos.
Y no sonreí sino hasta que vi, que te vi y noté, que teníamos los mismos.
Emiliano, ya había leídos estos poemas cuando me los pasaste, pero no había tenido oportunidad de decirte nada. Capital -podría decir- que hablas por todos, así que no me queda más que citarte.
Fue un completo golpe.
Fobos me recuerda a algo que escribí, sobre todo el final (Espero que puedas leerlo pronto).
Qué bueno que estés activo por aquí. Te sigo leyendo.
Besos Chicuelo.
Steph, aprecio muchísimo que te tomes el tiempo de leerlos -y me emociona enteramente que hayan sido de tu agrado-. Tenemos que vernos pronto ):
Estoy impaciente por leerte pronto.
Besos, chicuela.
-E