Dando un salto al vacío, cae inconsciente del gran potencial que tiene, con miedo al golpe mortal abre los brazos esperando conseguir algo a qué aferrarse pero solo puede sentir la resistencia de esa atmósfera a la que entra a gran velocidad.
Llega entonces el primer golpe, un cambio de dirección y de la nada, humedad, el frío en el rostro y en las extremidades que lo transportan al cuerpo y de ahí al corazón, cada músculo tirita sin parar, con esto se hace consciente de sus extremidades y por intuición se mueve. La caída comienza a ser más lenta o más veloz según la posición que adopta, un experimento osado pero algo hay que hacer, el miedo no es el único ahí.
El segundo golpe llega y duele, se hace consciente de que no es el único que cae que hay más, muchos más en caída libre y sin saber que hacer... podría aferrarse a ese otro ser, al menos ya no estará solo... ya no están solos. Pueden sentirse entre ellos, piel, cabellos, luz y ojos, que arden por el fulgor de este mundo sin igual.
Tercer impacto, no duele, es fácil acostumbrarse al dolor estando tan cerca del final. Ya se puede ver una masa que se hace cada vez más grande y que supone el final de esa existencia y comienzan las típicas preguntas existenciales.
Un cuarto choque, violento pero directo a las emociones, su acompañante le mira y de pronto se suelta y se va. Por primera vez comienza a odiar. Pero no puedes evitar admirar su forma de moverse y su forma de volar.
Y justo antes del final reflexiona, dándose cuenta que aquella que lo acompañó no es muy diferente a él así que con fuerza extiende sus alas recibiendo todo el amor de la resistente atmósfera que lo ataja y así comienza su viaje hacía lo desconocido, en este mundo, lleno de los cadáveres de los que tardaron en comprender su propósito en esta infinita existencia.
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