El rodearte de buenas personas, de esas que ven lo bueno en la más pequeña cosa. Aquellas que sonríen a cualquier desconocido en la calle, o brindan ayuda sin esperar nada a cambio, te permite aprender a saber sobrepasar distintas situaciones. Por eso es importante saber escoger nuestras amistades, saber quienes son las personas que nos rodean y que nos escuchan u observamos a diario, porque éstas nos pueden enseñar a ver la luz hasta en el lugar más oscuro, nos dan ánimos para llegar a la meta, echan grandes porras en esos logros que creemos insignificantes y se convierten en nuestro apoyo cuando dudamos en seguir. Personas con las que nos sentimos a gusto, donde no importan las equivocaciones ni las situaciones vergonzosas, donde las sonrisas se convierten en un lenguaje diario, y donde la palabra familia cobra un nuevo significado.
Pero así como hay muy buenas, otras también pueden llevarnos directamente a la orilla del precipicio sin nosotros notarlo y empujarnos hacia él sin sentir remordimiento alguno.
Así que...No digo que yo tenga los mejores, porque quizás otro los tenga. Lo que si sé es que no podría imaginar a nadie mejor que ellos.
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