Carta de un navegante
Olas iban y venían como bailarinas danzantes, ese 2 de agosto del año 1498, penetré bajo esas olas que atraen y como cual sirena hipnotizan a marineros.Quiero contarles, a los de otros tiempos, que nadie se había atrevido a ir en búsqueda de nuevas rutas, porque existían mitos sobre monstruos que desaparecían las embarcaciones, pero un sueño me impulsó a emprender ese tercer viaje, el cual se había originado en el puerto de Sanlúcar de Barrameda, en España un 30 de Mayo de ese mismo año. Llegamos a estas nuevas tierras, nuevas razas, nuevas formas de vida, otra lengua, otra cultura.No puedo negar, que quedo impresionado por la abrumadora belleza y la poderosa corriente de ese mar dulce, el majestuoso Orinoco como le decían sus nativos. Después de contemplar tanta belleza, en una carta le escribo a la Reina Isabel mi nuevo descubrimiento, la Tierra de Gracia, a la que comparo con un paraíso terrenal.
Prosigo mi viaje hacia el Golfo de Paria y bordeando la costa paso cerca de la isla de Margarita, en donde veo las primeras perlas, por eso conocida hoy como la Perla de Oriente. Olas van y vienen con mayor fuerza, pasa un año, para ser exactos y en mayo de 1499, partimos hacia la Tierra de Gracia, esta vez, en compañía de Américo Vespucio y Alonso de Ojeda.
Después de pasar por la península de Paraguaná llegan al Golfo de Coquivacoa y allí Ojeda queda muy impresionado con las casas de los aborígenes del lugar que estaban construidas sobre estacas, en medio del agua, a los que los lugareños llamaban palafitos.Su asombro, no se hizo esperar, y nos decía, como esos nativos sin estudios arquitéctónicos pueden tener tantas habilidades de construcción, es allí cuando recuerda su bella ciudad de Venecia, y la compare por ello que se le acredite a Ojeda, el que hoy se le llame Venezuela, a mi Tierra de Gracia.
Pero, de esto que yo les relato, hay otra versión que Veneçiuela, es el nombre que se veía en una peña grande escrito en el lago de Maracaibo, y son versiones documentadas por Fernández de Enciso en 1515 en Sevilla y en 1629 se vuelve hablar sobre la autoctonía del vocablo por Antonio Vásquez de Espinosa, yo la sigo llamando Tierra de Gracia.
En cuanto a Américo Vespucio, su pasión por estas nuevas tierras lo convirtieron en un gran explorador, después de este viaje se dedicó a recorrerlo y por eso toda esta gran masa, de este lado del mundo en su honor lleva su nombre: América.
Olas van y vienen, y ya en el siglo XXI, he allí se encuentra este navegante contemplando el horizonte a la espera de un nuevo descubrimiento, u otra conquista que salve su Tierra de Gracia de la gran hecatombe en la que se sucumbe y se encuentra inmersa la pequeña Venecia de Ojeda, en la gran América de Vespucio, de este maremoto que ha despertado esos monstruos del profundo oceáno y amenazan con su destrucción.
A mi bella Tierra de Gracia
Cristóbal Colón
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