Steemians encontré esta historia que me pareció interesante que nos recuerda que las contraseñas son importantes y hay que cuidarlas como la vida.
Mark Frauenfelder es director de investigación en una organización llamada Blockchain Futures Lab. No se trata de una entidad de grandes dimensiones. Es sencillamente una de tantas iniciativas que existen para explorar las oportunidades y los límites de la tecnología blockchain. Su trabajo es explorar, identificar las aristas de esta tecnología en ámbitos como el económico, el social e incluso el político. La tarea casi se podría relacionar más con una motivación intelectual que productiva. Ni siquiera parece que este sea el principal trabajo de Frauenfelder, quien anteriormente se ha ganado la vida como periodista y editor en medios de comunicación. Un día, impulsado por sus compromisos en el Blockchain Futures Lab, Frauenfelder gastó 3.000 dólares en comprar bitcoins. La moneda virtual es por ahora la máxima expresión de la tecnología blockchain y su proyecto más popular. También es una hoguera en medio del campo para una horda de depredadores de la especulación, lo que ha provocado que el valor de la criptomoneda oscile últimamente como un trozo de soga enganchada a un deportivo.En 2016 tuvo una época en la que rondó los 400 dólares, pero el año 2017 ya comenzó con un valor de unos 1.000. En lo que va de año ha llegado a superar los 3.000, después cayó por debajo de los 2.000, sólo para rebotar hasta los 5.000, volver a descender a los 3.200 y reanudar la escalada hasta acariciar con todos los dedos de la mano los 7.000 dólares. Si hay una patología que puede definir la actitud con que Frauenfelder observaba estos altibajos seguramente es la ansiedad. Fue en enero de 2016 cuando hizo su compra de bitcoins. Aproximadamente cuando su inversión valía dos veces el valor que había pagado por ella, este padre de familia decidió asegurar sus réditos. Para hacerlo apostó por Trenzor, una plataforma que blinda las claves para acceder a una cuenta de Bitcoin en un ‘hardware wallet’ -una especie de USB-, de forma que para hacer transacciones no haga falta exponerlas públicamente. Si el usuario olvida su PIN siempre puede recuperar el acceso a su cuenta con un código de 24 palabras.Un poco más adelante, cuando las bitcoin valían 2,5 veces su valor original, Frauenfelder tenía un viaje a Tokio con su mujer. Sus hijas no estaban en casa y un pensamiento fugaz cruzó su cerebro antes de salir hacia el aeropuerto. ¿Y si pasa algo?Llevado por un impulso, Frauenfelder tomó el papel donde había anotado el PIN para acceder al USB con sus de Bitcoin y el código de 24 palabras, dejó escritas unas instrucciones y lo depositó bajo la almohada de una de sus hijas.
Se olvidó por completo del tema en Tokio. Hasta que volvió del viaje. Entonces preguntó a su hija. No había visto ningún papel. Después preguntó a su mujer, al servicio de limpieza, rebuscó por la almohada, por la habitación, en la basura (aquí hay que imaginar a Frauenfelder en los contenedores comunitarios de basura, con unos guantes de goma, extrayendo lo más granado entre los residuos de Los Ángeles). No hubo suerte. Tampoco pasaba nada. Con su número de usuario Frauenfelder podría seguir el proceso pertinente para recuperar su cuente. Recordaba su número de usuario, pero al introducirlo dio error. Volvió a introducirlo, por si se había confundido en algún dígito, y volvió a saltar el mensaje de error.Y aquí es donde Frauenfelder empieza un camino épico para rescatar sus bitcoins, a medida que veía su precio aumentar. Rebuscó en foros, se recorrió todos los hilos de Reddit y escribió en todo espacio donde consideró que tenía alguna posibilidad de encontrar una solución. Incluso recurrió a la hipnosis con el fin de recuperar ese número de usuario perdido en algún lugar de su memoria. También pasó por momentos de epifanía familiar, con su madre o sus hijas creyendo fielmente que el número de usuario debía ser este o aquel.Frauenfelder lo probó todo hasta que a través de un conocido dio con un chaval de 15 años experto en hackear Trenzor, la plataforma de blindaje que había usado. El adolescente accedió a desarrollar una solución a medida para el problema y así, con la magia de un hackeo, accedió a lo que ya eran 32.287 dólares.En total, diez veces más que el valor inicial. Al final la espera había valido la pena.
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