La esencia del hombre ¿La creamos o tan sólo la descubrimos?

in #spanish7 years ago

La esencia del hombre, ¿LA CREAMOS O TAN SOLO LA DESCUBRIMOS?

¿Qué es la vida? ¿Por qué estamos vivos? ¿Cuál es nuestra esencia y el sentido de nuestra vida? Son estas algunas de las preguntas que se hacen frecuentemente las personas en momentos de reflexión.


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Algunas posturas consideran que el hombre se inventa a sí mismo, concibe su esencia, es decir, lo que somos esencialmente, o lo que deberíamos o tendríamos que llegar a ser. Sin embargo, yo, por el contrario, considero que nosotros no inventamos aquel sentido de nuestra existencia, en su lugar, nosotros lo descubrimos. ¿Cuáles fines y propósitos de vida expresamos los hombres en nuestra propia conducta? ¿Qué esperamos de la vida? ¿Qué esperamos alcanzar en la vida?
No es complicado arribar a la respuesta, aspiramos felicidad, llegar a ser felices, y no dejar de serlo jamás. Esta aspiración deriva en dos escenarios, uno positivo y uno negativo; por un lado, buscamos evitar el displacer y el dolor; y por el otro, buscamos experimentar intensas sensaciones de placer. La existencia, se puede abordar de tres maneras,

1.-) el modo de ser objetivamente humano.

2.-) El sentido de existir

3.-) La búsqueda del sentido concreto de la existencia particular, también denominada “Voluntad de sentido”


El sentido de la vida es distinto en todos los hombres, también de un día para el otro, inclusive de una hora para otra. Así que no nos interesa el abordaje de un sentido de la vida en términos generales, sino concretamente el significado de la vida de cada persona en un determinado momento.

Asumir esto en términos generales se equipararía a preguntarle a un campeón de ajedrez ¿Cuál es la mejor jugada que puede hacerse? Y lo que sencillamente ocurre, es que no hay nada que sea la mejor jugada, inclusive no existe una buena jugada, en tanto se considere fuera de la situación particular del juego, así como de la personalidad del oponente. Por lo que no sería adecuado buscar el sentido abstracto de la vida, ya que cada uno posee una misión que le es inherente a cumplir; cada uno de nosotros llevamos a cabo un cometido concreto.
Por lo que no puede ser reemplazado en la función de su vida, ni su vida puede repetirse. Es una tarea única, como única la oportunidad para ejecutarla. Toda situación vital representa un reto para el hombre, y se plantea un problema que sólo él mismo puede resolver, llegando así a la posibilidad de poder invertir el significado de la vida.


El hombre no debería llegar al conocimiento de cuál es el sentido de su vida, sino llegar a comprender que la vida es le inquiere a él. A cada hombre se pregunta por su vida, y solamente puede responder a la vida con su propia vida. Por lo que concluimos que siendo responsable se puede contestar a la vida, de modo que se considera que la esencia individual e íntima de la existencia humana está en su capacidad para ser responsable.

Respecto de esa íntima capacidad, se debe señalar que la manera adecuada es vivir como si ya estuvieras viviendo por segunda vez, y como si la primera vez hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar. No hay nada que motive más el sentido de responsabilidad del humano, que la posibilidad de imaginar que el presente ya es pasado, y que éste puede ser modificado o corregido. Este precepto enfrenta al hombre con el límite de su vida, así como la finalidad de su concepción interna tanto de él per se, como de su vida.

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Buscar la plena conciencia de la responsabilidad propia, esa posibilidad de decidir si debemos interpretar el fin de nuestra tarea vital siendo responsable ante la sociedad o tan sólo ante nuestra propia conciencia. Una gran mayoría, considera que es a Dios a quien se le tiene que rendir cuentas (este grupo de personas son los que no interpretan su vida, sólo operan bajo la idea de que se les ha asignado una tarea a realizar, y vuelven al rector que les ha asignado esa tarea)
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De manera que, al declarar que el hombre es una criatura responsable, y que debe aprender el significado –potencial- de su vida, es trascendental señalar a su vez, que el verdadero sentido se encuentra en el mundo y no dentro del ser humano, ni en su psique, como si estuviésemos hablando de un sistema cerrado. La meta de la existencia humana no se halla en la “autorrealización” porque ésta no puede ser una meta en sí misma, por la simple razón de que cuanto más se esfuerce el hombre por alcanzar la “autorrealización” más se le escapa, ya que sólo en la medida en que el ser se compromete al cumplimiento del sentido de su vida, justo en esa medida se “autorrealiza”, es decir, es esta un efecto secundario de la propia trascendencia del ser.


El sentido de la vida está siempre en pleno dinamismo, y nunca cesa. Podemos descubrir este sentido de tres maneras distintas:

1.-) Realizando una acción.

2.-) Teniendo algún principio.

3.-) A través del sufrimiento.


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El primero de estos casos para el logro es obvio, no podemos estar inertes para realizarnos. El segundo medio para encontrar el sentido, es sentir algo. Sentir amor por alguien a través del amor; o por algo, como la cultura o la naturaleza. El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie es totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si este no le ama. A través del acto espiritual del amor podemos ser capaces de visualizar los trazos y rasgos esenciales de aquella persona amada, asimismo, ver sus potencialidades, es decir, lo que aún no ha revelado, lo que ha de revelarse más adelante. A través del amor la persona que ama, posibilita al receptor de su amor a que manifieste aquellas potencialidades.
Y al hacerle consciente de lo que puede llegar a ser, logra la materialización de esas potencialidades, es decir, convertirlas en realidad. En el abordaje de la postura que se expone, no interpreto al amor como un epifenómeno (efecto secundario) de los impulsos e instintos sexuales, en el sentido de la transformación de los referidos impulsos en actos más aceptados desde una perspectiva social, incluso moral. El amor es un fenómeno tan primario como lo es el sexo. Se dice, que el sexo es una forma de expresar amor. El sexo se justifica, en cuanto es un vehículo del amor, pero únicamente mientras éste último existe. De manera que, el amor no se entiende como un efecto secundario del sexo, sino que el sexo es un medio para expresar el espíritu de fusión total, al que denominamos amor.

El tercer medio para encontrar el sentido, es el sufrimiento. Cuando enfrentamos situaciones inevitables e insoslayables, siempre uno se tiene que enfrentar al destino, el cual es imposible de cambiar, por ejemplo, la vivencia de una enfermedad incurable, un cáncer que no puede operarse, y precisamente se presenta la oportunidad de realizar el valor supremo, es decir, de cumplir el sentido más profundo, el cual es el del sufrimiento. Porque lo que más importa es la actitud que tomemos respecto de ese sufrimiento, y la actitud con la cual asumamos la referida carga.
Imaginemos entonces, que estamos sufriendo fuertemente porque una persona cercana la cual amamos intensamente, ha muerto. Ahora imaginemos el caso contrario, que nosotros hemos muerto, y tenemos plenitud de conciencia respecto del incomparable sufrimiento que ahora sienten nuestros seres amados a causa de nuestro fallecimiento. ¿Percibimos la idea? Nosotros no deseamos el sufrimiento de nuestros seres amados, y en su lugar, optamos por sufrir nosotros en lugar de ellos, y ese es el precio de la existencia, es pagar por la supervivencia, lloramos su muerte, pero vivimos contemplando parte de su esencia porque le amamos.

El sufrimiento deja de ser sufrimiento en el momento en que se le encuentra sentido, como es el caso del sacrificio. Ahorrarle ese intenso dolor a nuestros seres queridos por nuestra muerte, es el sacrificio, sintiendo ese dolor por la partida de aquellos a quienes les hemos ahorrado sufrir por nosotros.
El interés principal del hombre no es encontrar placer o evitar dolor, sino objetivamente encontrarle sentido a su vida, razón por la cual, el hombre está y siempre

estará dispuesto a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga un sentido. Se debe dejar constancia que el sufrimiento significará nada, a menos que sea absolutamente necesario sentirlo, de no ser necesario, incurriría en simple masoquismo. Al aceptar el reto de sufrir valientemente, la vida tiene hasta el último momento un sentido, y eso lo conserva hasta el fin. Es decir, el sentido de la vida es incondicional, ya que comprendo incluso el sentido del posible sufrimiento.

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Así las cosas, la primera fuerza motivante del hombre es aquella lucha por encontrar sentido a su propia vida. Por eso se habla de voluntad de sentido, contrastado al principio de placer en que se centra el conductismo Freudiano, igualmente contrastado con la voluntad de poder que señala la escuela Adleriana. Este sentido es específico y único, en cuanto es uno mismo y sólo uno quien tiene que encontrarle; únicamente así podrá lograr alcanzar el hombre un significado que satisfaga la propia voluntad de sentido. El hombre será capaz de vivir e incluso de morir por sus ideales y principios, tan sólo necesita tener algo por lo cual vivir o morir.

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“Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier ¿Cómo?” – Friedrich Nietzsche.

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