Roberto Rivas Suárez
Entré en la Feria Modelo porque me dijeron que allí conseguiría todo lo que buscaba. Pensé que estaban exagerando y llegué con la certeza de que no todo estaría allí. A veces es grato equivocarse.
Me paseé por los pasillos y cada tienda, cada mesón y cada letrero me confirmaba que allí había de todo. Todo lo que buscaba y lo que nunca imaginé conseguir; Me tropecé con espinacas tan verdes que parecen retocadas con pintura, plátanos tan amarillos que parecen de oro y frutillas tan rojas que bien podrían ser las pinceladas del mismísimo Agustín Abarca.
Los colores de los pasillos son impresionantes: las frutas, verduras y hortalizas tienen unos tonos que maravillan hasta a un daltónico. Pero no sólo los alimentos te impresionan: Todos los estilos de ropa, los juguetes y los libros vienen con el arco iris bajo el brazo. Y si eso no fuera suficiente, el señor que vende los libros viejos y las revistas antiguas vende todos los tonos de matices de sepia y colores envejecidos: desde las páginas marrones de los libros viejos hasta las fotografías amarillentas de principios de siglo pasado.
¡Los aromas también son una fiesta! El pescado -que en otros mercados tiene un hedor que espanta hasta al vecino- aquí es tan fresco que te recuerda a Tom Hanks en El Náufrago. Los olores dulces en La Vieja Maestranza son capaces de hacerte agua la boca aun estando a un pasillo de distancia. Y ni decir si es la hora de colación o de tomar once.
Lo mejor es que en mi egoísmo, y a pesar de que la feria estaba llena, yo era el único que sabía apreciar esos tesoros perdidos a simple vista. Todos los demás –vendedores y clientes- están tan acostumbrados a los olores y colores que ya no los disfrutan, así que eran sólo para mí.
Y al ver que sonreía sólo, todos los vendedores me devolvían el gesto. Desde las sonrisas más pequeñas por extrañeza, pasando por sonrisas de medio labio de complicidad hasta llegar a grandes risas de alegría (sin saber por qué), pero todos los vendedores sonreían.
Así que me fui contento. Ciertamente conseguí todos los colores, percibí todos los aromas y disfruté de todas los tipos de sonrisas que hay. Es que si no están en la feria, no existen.
Fotos Tomadas por mi.
Tengo por costumbre visitar los mercados de cada, ciudad o pueblo que visito, he considerado que cuando vas a ellos conoces la esencia del la gente y sus costumbre, busco cosas que no haya comido o experimentado. Excelente post amigo @robertorrivas, gracias por compartir.