¿Alguna vez han acampado?

in #spanish7 years ago (edited)

Pues para ser sincero, yo no lo había hecho hasta este 2017, todo comenzó como idea de Oriana, una gran amiga, que nos metió en la cabeza este plan de visitar Majagua, una hermosa isla venezolana a la cual ella había ido anteriormente, para asistir a la madre de las fiestas; como ya dije para Oriana ya era un camino recorrido, pero no para Bananin, Jorge y para yo, quienes encantados del mundo, al escuchar las maravillas del lugar, decidimos ir.

Nos vimos muy temprano en la mañana nosotros tres, arreglados, con las maletas, los bolsos, el agua, con todo el equipo que como inexpertos pensábamos íbamos a necesitar. Jorge y yo con demasiada ropa para la duración del viaje, y aunque no sé exactamente que contenían los bolsos de Bananin, si se que estaban pesados. Listos para emprender parte del viaje, ingresamos en una camioneta ocupando completamente la parte de atrás, por la cantidad de bolsos. El camino para encontrarnos con Oriana, su primo y otros amigos duro aproximadamente 40 minutos, hicimos juegos de personalidad, dirigidos por Jorge y dormimos un poco.

Cuando llegamos al lugar donde nos esperarían para agarrar el otro autobús que nos llevaría hasta el pueblo de Higuerote tuvimos que esperarlos un poco, pues nosotros no habíamos llegado a la hora acordada y por ello decidieron esperar un poco. Una vez que llegaron nos presentamos quienes no nos conocíamos, ingresamos al siguiente autobús y comenzamos la aventura.

Cuando llegamos al pueblo de Higuetore estaba empezando a anochecer, pero ya la playa estaba cerca, no nuestro destino, pero si otras, nos acercamos a donde agarraríamos en autobús a Chirimena, otro pueblo, donde tomaríamos la lancha para llegar a la isla. Mientras esperábamos fumamos un poco, vimos la playa y pusimos nuestros pies sobre la arena, mientras Beto, el primo de Oriana, y su novia aguardaban el la cola del autobús, que al parecer era de los que mas tardaban. Estando en la cola le informaron que no estaban saliendo lanchas ese día, pero una señora que estaba cerca alquilaba su casa para campistas, y sin conocerla tomamos ese destino.

Llegamos a su casa, cocinamos, comimos, preparamos unos tragos, algunos se acostaron a dormir, después de que Bananin y yo dimos una vuelta por el pueblo. Que sinceramente tenía lugares increíbles.

Al día siguiente cuando amaneció uno de los lancheros que vivía en la casa donde pasamos la noche nos explico que el mar no estaba apto para que pudieran llevarnos, pero el conocía alguien en otro cuerpo que tal vez se lanzara la aventura, así que tomamos una van, en la que ocupamos todos los puestos, el conductor puso la música y seguimos el viaje en busca de "El chino", nuestra esperanza de llegar a la isla.

Lo curioso es que cuando llegamos a Puerto Francés, el chino no estaba dispuesto a enfrentarse a la marea, como ningunos de los otros expertos, así que resignados y sin muchas opciones debido a que nuestra economía comenzaba a ser afectada decidimos quedarnos en el puerto y acampar.

Nos quedamos tres maravillosos días y dos noches, compartiendo con el entorno, con la playa, el bosque, los animales, incluso con los lugareños que nos trataron siempre educadamente, y además nos regalaron ostras, que no me gustan para nada, tienen textura chiclosa.

Teníamos a nuestra disposición una parrilla, lo único que teníamos que hacer era prender fuego bajo ella, de lo cual se encargaban los 2 Daniel, mientras yo buscaba los trozos de troncos y ramas con Daniela para nuestra fogata, los demás de disponían a cocinar y armar las tiendas. Jorge, por otro lado estaba tomando las fotos que ahora les muestro. (Gracias Jorge).

Creo que a pesar de todos los conflictos que tuvimos para llegar al verdadero lugar a donde nos disponíamos, nosotros mismos hicimos del lugar donde estábamos un paraíso de 3 días, las noches en vela comiendo y hablando de todo. La noche en que Bananin saco escarcha, se lleno el cabello de ella, las tiendas, mientras brillaba por ahí. La mañana siguiente había más escarcha que arena en la carpa que compartíamos Jorge y yo.

Una mañana en la que Oriana no se levanto temprano, a Daniel 1 se le ocurrió la brillante idea de que comieramos cactus, y eso no es lo más increíble, logro que Jorge y yo comiéramos. De consejo, no lo prueben jamás. Después de esto me reí demasiado, pues el siguió comiendo, incluso lo sazono.

Para los que no hayan realizado un viaje de este estilo a un, háganlo, fue una de las experiencias más liberadoras y emocionantes te este año.

Gracias por leerme, espero los haya animado a emprender su viaje. Besos.