La oscuridad había sido la protagonista de sus sueños, invadiendo su mente con una negrura infinita y un silencio completo. Aquello no era de su molestia; de hecho, le permitió descansar todo lo que requería, si es que realmente lo necesitaba. Calma extrema que de pronto fue perturbada por un ruido que no pudo reconocer. No había sido el televisor, que alguien pudo haberlo encendido; no era un objeto, era una persona, una niña. Se despertó de pronto, con su corazón un poco acelerado. Todo seguía con la misma oscuridad porque nunca había abierto los ojos. No se atrevía. Temía que fuesen las horas aterradoras para su subconsciente, alimentada por creencias pueblerinas, o de Creepypastas leídos en internet. «La hora de las brujas», «si te levantas a x hora de la madrugada un espíritu está observando tu cuerpo descansar». Por alguna razón, temía más a la última opción. La voz de la niña seguía allí, como un murmullo. No, ni loca abriría los ojos. No sabía qué hora era, no se atrevía a sólo abrirlos para observar la hora en la pantalla de su celular. ¿Y si era esa hora? Acostumbraba a dormir completamente cubierta; la cobija arropaba todo su cuerpo, incluyendo la cabeza. ¿No tienes calor? No. Es protección. De pequeña lo hacía para que los vampiros no encontraran su cuello y por eso lo cubría con algún peluche o cojín, además de la cobija. La voz, ahí sigue. No tan cerca, quizá a unos pasos de ella. Estaba en su campo seguro, dentro de la tela que protegía de males. Y sin abrir los ojos. La niña llamaba a su padre. ¿Quién era? No tenía la menor idea. Su voz aguda no se entendía muy bien, pero pocas cosas si podían describirse. Papá, papá. Además de llamar a su padre, es como si intentara comunicarse con ella. Pero no, no abriría los ojos, no sé atrevía a mirar. De igual modo, intentó mover el brazo, quería abrazarse a si misma para sentirse con protección. No pudo. «No puede ser» pensó «ya sé lo que ocurre». E intentó que la desesperación no la invadiera. Parálisis de sueño, seguía dormida, pero de algún modo sentía que aquella presencia era real. La niña continuaba llamando por su padre y podía sentir la radiación, el calor que emana un cuerpo presente en algún lugar. Definitivamente había alguien allí. La niña intentaba comunicarse con ella, pero no le iba a dar el gusto de tener su atención. Su corazón empezó a latir con fuerza, un terror que invadió su pecho. Se sentía en peligro y no sabía qué se encontraba allí. Poco a poco sintió cómo la presencia se iba acercando a ella, hasta que creyó que se encontraba completamente su lado de la cama. De pronto, dejó de hablar. El silencio invadió nuevamente la habitación, pero ella seguía sin poder moverse. Desapareció. Se acabó. Comenzó a sentirse segura cuando un gritó ensordecedor retumbó en sus tímpanos, haciendo que estos dolieran. «Sabía que estaba despierta y que la ignoré. Lo sabía. Mi escudo protector falló». Menos que menos echaría un vistazo detrás de la cobija, ¿y si se encontraba con alguien de verdad? El chillido desesperado de la niña resonó en su cabeza con tanta fuerza que le permitió moverse, se había despertado. Esta vez se quedó quieta por voluntad. Todavía tenía miedo de abrir los ojos. Sabía que ya no estaba dormida, pero todavía sentía residuos de su presencia y del grito que le aturdió. Su oído derecho dolía y escuchaba un ligero pitico que le hacía pensar que se había llegado a quedar sorda. Pero después de todo, sólo fue producto de un sueño. Se atrevió finalmente a abrir los ojos y no observó nada. Negro. Su corazón latió con fuerza por todo lo que acababa de ocurrir. Dejó que sólo su mano saliera de su fuerte, buscando a tientas su celular para alumbrarse en la oscuridad. Tuvo que esperar a que este encendiera. Fuera lo que fuera, aquél sueño lo había sentido demasiado real. No sabía quién era, pero sólo pudo entender que era una niña en busca de su padre y atención. Finalmente observó el color naranja de su cobija al ser alumbrado por su celular. Al principio fue un choque y le costó adaptarse a la luz. Pero luego, una vez que su vista se encontraba mejor, pudo echar un vistazo al artefacto, sintiendo un vuelco al corazón y petrificándose por unos instantes. Dejó su celular nuevamente en la mesita y dio media vuelta tratando de dormir hasta la mañana procurando ignorar todo lo ocurrido y que en efecto era la hora.
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