La mente y sus delirios

in #spanish7 years ago

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Tenía tiempo sin saber de ti, aunque en realidad aun no tengo noticias tuyas, solo es mi alma recordándote y llorando por todo lo que no pudimos ser.

Tuve el sueño más fantástico y triste de todos, donde no solo tú, chico especial, volvías, sino que también tu amigo, mi mejor amigo, también regresaba a mi vida.

Es algo loco y descabellado, sueño al fin. Cargado de muchas incoherencias que no podría explicar, porque lo único que me importa es que estabas ahí.

La primera locura es que estabamos en el hospital, ríe conmigo porque ¿yo? ¿en un hospital?

La segunda es que ¡estaba en el hospital porque asistiríamos a la boda de unos amigos! ¡¿Quién se casa en un hospital?!

Recuerdo caminar para intentar llegar al lugar donde se haría la ceremonia, nerviosa porque por algo le dicen Ciudad Hospitalaria, es enorme y estaba convencida de que iba a perderme. Caminé por varios minutos y cuando creí llegar cerca del lugar, aparecieron ustedes dos.

Nos encontramos frente a frente, ambos venían conversando entre risas y fue muy obvia la impresión que cause pues se paralizaron al verme. En ese momento me llegó la consciencia de que era solo eso, un sueño, y en mi sueño al verlos frente a mí no pude evitar las lágrimas que se acumularon en mis ojos, porque despierta, dormida o incluso muerta, aun los extraño.

Nadie dijo nada, pero tu amigo, mi amigo, sonrió y chocó su hombro contigo a modo juguetón, lo que me robó una sonrisa y ahogó el sollozo que quería escapar de mi pecho.

Me sentí tonta, así que solo les salude con un ademán de mi mano, cuando lo que más deseaba era tirarmeles encima y abrazarles hasta que no pudieran respirar.

Entre a la sala e iba a cambiarme mis jeans por aquel tonto vestido que la novia me obligó a comprar, pero no lo hice, el saber que estabas ahí me hacía sentir vulnerable.

Si te soy sincera, me importaba un bledo la ceremonia, y esa fue la razón por la que mandé todo al demonio y me fui a caminar, porque qué triste es ver la felicidad de otros cuando se es tan miserable. Y llámame loca pero mientras iba sentí el calor de tu mirada y el peso de tu presencia.

Y aquí viene la tercera locura: me encontré con mi prima ¿recuerdas, aquella que se había ido para Colombia? Bueno, la muy loca estaba ahí en una fiesta ¡una fiesta en el hospital! Me abrazó y se fue a caminar comigo. Ni recuerdo que me dijo pero sé que no pasó mucho tiempo cuando nos encontramos de nuevo.

Cuarto evento loco: venían corriendo con un grupo grande de chicos hacia nosotras como si el diablo mismo los viniera persiguiendo, pero reían, era un juego. Tu amigo, mi amigo, pasó junto a mí a la velocidad de la luz y tomó mi mano gritandome que corriera.

Eso hice, corrí junto a él olvidandome de ti y de mi prima y solo me centré en la adrenalina, agradecí al cielo por haberme dejado mi jean y zapatos deportivos porque no había manera de correr con vestido y tacones, ni porque el diablo mismo estuviera trás de mí.

Pero él soltó mi mano, "sígueme" me gritó. Y lo intenté, pero estaba oscuro y no conocía el camino, solo oía las risas desenfrenadas de todos. Traté de seguirlo pero habían muchas puertas ¿de esas rejas de mallitas que hay en los parques? Una frente a otra. Tenía pánico de que una de esas no abriera al empujarla y estrellar mi cara contra el metal.

De manera que bajé la velocidad, pero tu amigo, mi amigo, no lo hizo y avanzó hasta que le perdí de vista, y no solo a él pues el sonido de las voces y risas ya no estaba, como si las hubiera imaginado. Como si hubiera sido un sueño.

Así que, sí, sola otra vez pero con el sentimiento de soledad más fuerte que nunca, porque fue un acto directo de abandono. Caminé y llegué a una especie de montaña ¡en el hospital!

Subí a la cima, seguía siendo un extraño edificio y debo decir que la vista era hermosa, sentí que pasé horas ahí arriba hasta que finalmente decidí bajar caminando por un sendero diferente, y cuando llegué a la planta baja (te repito, era un edificio-montaña bastante extraño) la puerta de uno de los ascensores se abrió y apareciste tú.

Diste varios pasos, mas no llegaste a estar frente a mí, solo moviste tu brazo para indicarme que subiera al ascensor.

Y esa es la locura ¿número qué? ¿10? Los ascensores eran de una sola persona y con forma de tubo, con una silla sin cinturones de seguridad que evitaran el caer al vacío y con espacio tan angosto que mis piernas rozaban el muro frente a mi.

Me senté y vi que me mirabas mientras que se cerraba la puerta, apreté mi teléfono celular en mi mano, como si fuera a salvarme si decidía caer e hice lo mejor que pude para evitar gritar. Lo peor de toda la experiencia fue que cuando llegamos a lo más alto, en lugar de abrirse la puerta la endemoniada cosa dio una vuelta de casi 360° que me dejó por unos segundos de cabeza, aferrada como un koala al reposabrazos de la silla para no caer.

Al abrirse las puertas salí temblando de allí, se me escapó desde lo más profundo de mi aterrada alma un "Holy shit" sin aliento mientras me tambaleaba caminando para buscarte, tú lo escuchaste porque estabas a unos pasos de la puerta, esperando a que saliera. Me sonreíste a modo de disculpa y yo sin pensarlo solo me lancé a tus brazos, pues ese siempre fue para mí el lugar más seguro en toda la tierra.

Y cuando te abracé, sentí claramente tu olor y el calor de tu pecho, pero también volvió a mí la consciencia de que era un sueño, no era real, no estaba pasando. Y lo bonito de estar entre tus brazos fue ahogado por la opresión de querer estar allí [negrita asteriscos]

Sin embargo tú, ajeno a todo pensaste que la fuerza con la que me aferré a tu cintura y mis lágrimas eran a causa de los nervios, y te escuché reírte en mi cuello y susurrar "Oh sweetie i'm sorry, si te hubiera advertido no hubieras accedido a venir", lo cual respondí mordiendote levemente el pecho, causando que rieras con fuerza.

Tu risa, no tienes idea de cuanto la extrañé. O bueno, en realidad aún la extraño porque sigo sin escucharla, lo que sucede en mis sueños no cuenta.

Me giraste entre tus brazos hasta que estaba presionada en tu costado, debajo de tu brazo derecho y con mis manos aún aferradas en tu cintura "Tenemos que hablar" dijiste, y yo sin querer apartar la mirada de tu rostro solo asentí.

Caminamos hasta llegar a un pequeño bosque ¡en el hospital! y nos sentamos, había otras personas ahí, pero tal y como era antes, solo importaba que estuviéramos juntos.

Me contaste, mientras jugabas con mi cabello y acariciabas mi brazo, por qué la enfermedad de tu hermana (no tienes hermanas) fue un detonante para que te fueras y me dejaras, también me contaste de como tuvieron que luchar para conseguir todo para su operación.

Dijiste que querías llamarme y que una vez lo intentaste pero antes de que pudiera contestar decidiste colgar. Y recuerdo esa llamada, recuerdo haber visto tu nombre en mi pantalla y me maldigo por mi cobardía ¿quién sabe si al contestar hubieras decidido luchar?

Te dije que el pasado no importaba, pues al final lo que cuenta siempre es el presente, y en ese presente tú estabas a mi lado.

Lo último que recuerdo fue tu mano apartando un rizo de mi cara, tus labios en mi frente y tu abrazo cálido, para luego susurrar "me tengo que ir".

Lloré en mi sueño y maldije a mi mente por jugarme trucos, por hacer que me visitaras y no dejarme difrutarlo, disfrutarte, porque aun en mi subconsciente sabía que no estabas ahí. No hay nada más cruel.

Desperté y encontré mi almohada mojada, lágrimas aún corriendo por mis mejillas. Me reí de todo lo absurdo pero lamenté la imposibilidad de todo lo que pudimos ser.

Me arreglé para salir a hacer mis deberes, y al verme en el espejo noté todos los cambios por los que he atravezado desde la última vez que te vi. Quizá si mañana te llegara a encontrar decidas intentarlo de nuevo, Dios y el universo saben que es a ti a quién quiero.

Y cada vez que pienso en ti recuerdo la frase de ese poema "no pensé que cuando por fin derribara mi muro, vería el tuyo alzandose hasta el cielo".

Tal vez algún día sí crea estar lista para intentarlo, y tú estarás dispuesto a pelear contra mí, o tal vez simplemente te olvide y encuentre la felicidad más allá, lejos de ti.

Tomaré el camino de los cobardes y dejaré que el destino decida lo que quiere para mí, o para nosotros si me pongo los zapatos de ilusa.

Nunca leerás esto, y si lo lees no sabrás que es sobre ti.

Por favor, que se apague la llama de la esperanza porque su fuego consume y ya no queda nada más que destruir.

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Hola, excelente historia ¿ de quién es ese poema? Lo encuentro interesante.

Hola, es de J. R. Rogue, en instagram. Aunque ella renovó todo el feed y ese poema ya no está :( , solo en sus libros.