Por la noche, en otoño, ¿has oído alguna vez
las aves acuáticas que abandonan el norte?
Hacia el este hay, tal vez, luna llena
-una luna dorada en un cielo de porcelana-
y hay, quizá, grandes estrellas que brillan
en un diáfano azul añil.
Los campos y los prados son de bronce.
Las duras cercas de troncos son plateadas, bastas.
Pero ¿has oído alguna vez los gritos
de las aves acuáticas que se alejan?
En las frías, claras mañanas de los días de otoño,
¿has mirado alguna vez con atención las aves acuáticas?
Las calabazas y los calabacines relucen con la escarcha,
y sus marchitas hojas,
lacias,
negras,
se encorvan como las alas de murciélagos letárgicos.
Los vientos, indiferentes, lánguidos, murmuran entre sí.
Manzanas desnudas, maduras,
coloradas o rojizas,
el bronce, hojas hechas jirones
aletean o se acercan, furtivas, a la tierra.
Pero ¿has mirado alguna vez con atención el cielo
en busca de las aves acuáticas que se alejan?
WALLACE GOULD(Maine, Estados Unidos, 1882-1940),