Habría de tener unos siete años cuando me llevaron -porque así lo exigimos mis hermanos y yo- a ver El Imperio Contra Ataca, la segunda película de George Lucas de la saga Star Wars. De modo que al igual que otros niños de la época sufría la fiebre comercial que controló las mentes de mi generación por los siguientes treinta años.
La escena paradójica en que el protagonista enfrentaba al mal cara a máscara, también marcó mi vida y me sorprendió porque había ido a ver una película de guerras espaciales, rayos laser y criaturas fantásticas y me había topado con un padre y un hijo enfrentados por las circunstancias. A mis siete años de edad, debo confesar que no me esperaba ese golpe bajo y que el hecho me marcó para siempre.
Quise hacer algo que ahondara en la complejidad de los sentimientos humanos, a la vez que usaba de escenario las Galaxias. Pero cómo era de esperarse –yo no lo sabía entonces- estaba muy lejos de encontrar una parcela libre para mi empresa, porque al igual que la mayoría de los fanáticos de la saga, estaba asistiendo al inicio de una era cinematográfica que traería a la pantalla gigante todas las historias paradójicas reservadas para los géneros y sub-géneros de la Ciencia Ficción. Desde luego que entonces desconocía que mi ambición ya había sido más que masticada por la era dorada del CF en la década de los 40 y 50.
Mi primer intento por escribir ocurrió de inmediato, era la época en que el mundo parecía percatarse del peligro nuclear, se llegaba al final de la Guerra Fría y el fantasma de la bomba atómica flotaba en la atmósfera como una especie de mal necesario, había películas y series dedicadas a la bomba atómica salpicando la programación televisiva, y yo; al igual que los otros niños de la época me interesaba en el tema. Me impresionaba la idea de que sólo las cucarachas sobrevivirían a un cataclismo de esa índole y la estimación de que un conflicto termonuclear les daría a tan odiosos insectos, la oportunidad de aumentar su tamaño y apoderarse de la tierra.
De modo que escribí y dibujé mi primer intento de comic a grafito, el cual vendí en el salón por la cifra de Bs1,50. Y tuve varios encargos, la cosa era que cada ejemplar debía reproducirlo con mis propias manos y los costos de producción excedían ampliamente las ganancias. Para colmo de males estaba prohibido hacer negocios durante las horas de clase y mucho menos dedicar el tiempo de formación académica a la confección de historietas. Con lo cual gané una nota de atención a mis padres para que tomaran cartas en el asunto.
Diez años más tarde seguía intentando escribir ciencia-ficción, ahora tenía 15 años de edad, pero la tecnología informática seguía estando fuera de mi alcance. Sin embargo escribía a mano interminables cuadernos con la esperanza de transcribirlos después. Por cierto que las historias que escribía entonces distaban de mi idea original, por la fecha y los intereses personales de entonces, puedo recordar que a esta edad escribí mis primeros poemas cargados de hormonas adolescentes y los intentos por reflejar la cotidianidad que me abrumaba durante la pubertad.
Finalmente a los veinte años comienzo a escribir la novela que había resuelto hacer. La intuición me había llevado a escoger -y sin saberlo- un subgénero de la CF conocido como Space Opera -coincidentemente el mismo género que categoriza la obra de Lucas- puesto que había decidido escribir una novela que estuviera ambientada: Bien en el espacio u otro mundo distinto a la Tierra, donde los personajes tuviesen que viajar largas distancias en naves espaciales muy potentes y en poco tiempo, describir mundos con formas de vida exóticas, seres antropomórficos, con características desconocidas o diferentes a los seres humanos.
Pero que tuvieran en su cotidianidad la complejidad emocional y social de los seres humanos. Y es este último rasgo, la pretensión de hacer drama en medio del discurso científico, el germen que me llevó a veinte años de investigación continua, donde hallar una clasificación para mi criatura fue lo de menos.
Lo difícil ha sido contar una historia que a mí me guste lo suficiente como para mostrarla, lo cual me llevó a cometer el error de enseñar muchos prototipos, a propios y extraños, que no estaban terminados y que desde luego no fueron entendidos. Muchos intentos errados y muy pocas oportunidades de ser leído obteniendo un beneficio a cambio.
Al fin creyendo haber conciliado –probablemente por desesperación onomástica- una historia en cuya construcción resolví usar la arena que había tamizado durante años como el adobe para los ladrillos de mi ambición, Y eché mano del lenguaje de una narrativa pretérita al género en cuestión: La historia novelada que llegó a mi inicialmente con un autor venezolano. Francisco Herrera Luque con Los Amos del Valle, me ofreció de entrada el elemento característico que me faltaba para desarrollar mi idea, sucedido con muchos otros autores que han sido sin poseer el perfil de historiadores, exitosos ejemplos de historia novelada entre los que cuentan Gabriel García Márquez con el General en su Laberinto, Mario Vargas Llosa: La Guerra del Fin del Mundo, Yasser Kemal, Colleen McCullough La Corona de Hierba, David A Durham entre otros, di con el rasgo particular y enrevesado que estaba buscando. Sensación de realidad en la CF. ¿Cómo? economizando el discurso científico por los rangos distintivos de la descripción histórica, antropológica, política y sociológica.
El Space Opera había sido la mutación del western americano replicado en el espacio, el revólver sustituido por armas laser, el caballo por la nave espacial y los viajes de diligencia por cruceros interestelares. Pues bien, yo sustituiría los escollos de la realidad humana, por raras problemáticas políticas, sociales e históricas, en una historia contada en el ambiente de una atmósfera distinta a la del planeta Tierra. En otros tiempos.
En la idea de meter la lupa en un planeta diferente a la Tierra y con habitantes antropomórficos viviendo vidas tan cotidianas, pero al mismo tiempo tan distintas a las vidas terrestres. Siguiendo esta precisión, La Jura del Ciervo, es la inmersión en un mundo feudal en el cual sus sociedades aun no cuentan con tecnología espacial, mas están consientes de haber llegado allí desde el espacio. Sin éxito; los gobiernos cardios intentan hacer contactos con culturas extra-cardinas a la vez que interactúan en una trama de acciones políticas y dramas de los seres hümes.
Cardia es un planeta donde conviven de manera más o menos paralela, la totalidad de unas nueve a once especies inteligentes diferentes, con una raíz en el pasado común del legendario Oméricus Prais, que en tiempos muy remotos había llegado a la Galaxia de Andrómeda y fundado una colonia germen en el planeta séptimo del sistema Otreum. La historia de la novela sin embargo, ocurre en la línea de tiempo inmemorialmente posterior a la supuesta gesta de Prais.
Para la fecha, el planeta Cardia se halla inmerso en una era feudal y el protagonista del relato, lucha contra los prejuicios de su época, que vienen a ser los mismos de siempre, los elementos discursivos del poder, que toman forma y operatividad en las hormas de los poderes constituidos.
Salver Guillermo Clemente Molona.
20 de Marzo 2018.
Hola @salver, estoy aprendiendo espanol y disfrute leyendo tu blog.
Muchas Gracias @exxodus espero que sea de tu interese la novela que publicaré pronto, saludos.