La ausencia de Elena

Miro hacia el cielo estrellado mientras el frío suelo humedece mi ropa. Había llovido. El silencio me recuerda mi soledad y lloro. Las lágrimas nublan mi vista y ese majestuoso cielo azul se sumerge en el agua salada que emanan mis ojos, siento las mejillas mojadas y gota a gota el camino que dibuja mi llanto. Su recuerdo se aparece entonces y quedo atónito. ¿A donde te has ido Elena?

Sólo con nombrarla mi pecho da un vuelco y una punzada me atraviesa el estómago, cierro los ojos y aprieto con fuerza la tierra debajo de mí. No de nuevo, susurro. Pero inevitablemente me transporto a ese día, un año atrás.

Habían anunciado en la empresa que ese día no trabajarían. Elena me esperaba para cenar: Lucia un hermoso vestido azul que hacía poco se había comprado y que resaltaba su hermosa figura.

La miré sorprendido y encantado por su belleza, mientras recorría el umbral de su casa; esa iba a ser una noche muy especial.

Subimos al auto y mientras conducía no podía evitar sentirme nervioso: Le pediría matrimonio. Ella encantada disfrutaba de mi compañía y cada tanto me preguntaba el motivo de aquella cena. Con respuestas rápidas me escabullía por la tangente y le pedía que tuviera un poco de paciencia.

Finalmente llegamos al lugar y pude ver como su rostro se iluminó con su sonrisa. El mesonero nos indicó nuestra mesa, la cual daba hacía un hermoso jardín que amenizaba nuestro encuentro. Pedimos las cena y charlamos un rato hasta que ya no pude darle más largas al asunto y me atreví a hacerle la pregunta.

Ella me miró sorprendida mientras con sutileza deposité el anillo sobre la mesa y le di a entender que quería comprometerme.

Al cabo de unos minutos cuando empezaba a desesperarme, con sus ojos llenos de lágrimas me miró y pude leer en ellos su rechazo. No, lo siento. Me anunció, mientras me devolvía el anillo.

Desconcertado comencé a preguntarle la razón de su respuesta, sin darme cuenta que había comenzado a levantar la voz y la gente del lugar nos estaba observando.

Ella me pidió con sutileza que bajara la voz mientras me explicaba razones incomprensibles para mí: Que no se sentía preparada, -A pesar de tener 5 años juntos-, que esa era una decisión muy difícil y que debía comprenderla, que me amaba, pero que no podía. Me habló de su sueño de estudiar fuera del país en aquella escuela que tanto amaba y concluyó con un Lo siento: Que me dejó más confundido que antes.

Pagué la cuenta en silencio mientras Elena me esperaba en el auto, me sentí mareado y no creí que fuera real lo que estaba sucediendo. Llegué al auto y ahí estaba ella; pese a que su maquillaje se había corrido me seguía pareciendo hermosa.

Subí y encendí la radio: No podía soportar tanto silencio. Ella me miró con lastima y quiso pronunciar una palabra, pero se ahogó en un murmullo; no la presioné para que lo repitiera, no quería escuchar lo que tenía que decir.

La noche estaba en su punto más oscuro y los chicos de la ciudad aprovechaban para salir a la discoteca. A la mitad del trayecto a casa me atreví a mirarla y en un impulso idiota le pregunté si había alguien más. Su mirada me aclaró que no, y me sentí como un imbécil.

Sin saber cómo ni cuándo, un auto apareció en la carretera, iba tan rápido que no pude reaccionar. Escuché los gritos de Elena y una luz enceguecedora fue lo último que vi antes de sentir como era disparado fuera de la carretera.

Desperté 2 meses después de manera milagrosa. Elena ya no estaba y nunca lo estaría.

El frío de la noche me devuelve a la realidad, con mi mano toco el lugar donde estaba mi costilla, pero ya no siento dolor; miro al cielo estrellado que ya comienza a desvanecerse ante mis ojos y entiendo que he dejado de sentir mi cuerpo: Las pastillas comienzan a hacer efecto. Y con mi último aliento susurro Lo siento Elena.

Las imágenes fueron extraídas de Pixabay bajo la licencia Commons CC0. Separador de Flaticon

Gracias por leer

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