Ser un artista es un saber jugar con la nada más absoluta y ominosa posible: la de un lienzo vacío, la de una pantalla en negro, o la de una hoja en blanco. ¡Cuán aterradoras son esas cosas! Es el dilema y el peso de un dios creador del universo cuya única materia prima para poder crear una suerte de obra—o de engendro— sea su propia imaginación, la cual ha recopilado dentro de sí a otras obras de cualquier índole que sin duda han sido concebidas bajo la misma incertidumbre por un ser humano que le tenía miedo a ese mismo vacío. ¿Pero cómo se inicia un párrafo? ¿Cómo se da un inicio a una historia sin que recaiga en los clichés, en los lugares comunes; en lo banal y en lo estúpido? ¿Pero —sobre todo— cómo llenar una página en blanco sin que luego se levante como la criatura más aterradora salida de los portales que abriré de ese abismo con la intención de perseguirme por toda la eternidad? Si algo percibe al escritor son los errores, huecos, estupideces y todos los horrores imaginables que se acuerda o que sabe que están en cada ciertas páginas de cada cierto capítulo de su obra. Que es a su vez para el director de cine esa idea que le pareció revolucionaria pero que tiempo después la ve como bazofia y le causa arrepentimiento de que sea él o ella quien haya dado vida a tal esperpento.
En 1948, Alfred Hitchcock filmó The rope, una película en un único plano secuencia ya que el filme estaba basado en una obra de teatro que transcurría en un departamento en un lapso de hora y media. Para lograr algo así se necesitaron de dos semanas de ensayo de equipo técnico con el equipo actoral; el más mínimo error de cualquiera de los presentes obligaría a comenzar todo desde el comienzo. El otro problema, es que para la época no se podía grabar en los rollos más de 16 minutos; el director solucionó esto haciendo acercamientos a zonas oscuras para luego seguir la secuencia con otro rollo; un truco ingenioso pero visiblemente cutre. Años después, Hitchcock se arrepintió: «actualmente, cuando pienso en ella (The Rope) me doy cuenta de que era… Completamente estúpido porque rompía con todas mis normas y tradiciones sobre la fragmentación del film y las posibilidades del montaje para contar una historia».
Mucho antes de The Rope, Goethe se había arrepentido de escribir «El joven Werther» por un final tan emo que, sin forma de saberlo, para comienzos del siglo XXI sería el lugar común predilecto para la literatura adolescente, en especial para la fuente de mayores escritores cutres que ha conocido la humanidad: Wattpad. Si muchos de estos escritores jóvenes siguen siendo escritores el día de hoy, no es mentira que esas historias, engendros del demonio los persiguen en sus sueños y será así hasta el final de sus días.
Pero de nuevo, es el artista quien juega y tontea con fuerzas más allá de su comprensión cuando intenta conjurar alguna mierda poética a la que le vea sentido a la hora de crear. Sí, siempre hay sujetos sin temor a ningún Dios que van por ahí escribiendo y publicando bajo cualquier medio lo primero que les salga de sus cabezas sin miedo a ninguna repercusión ni nada por el estilo; sin duda el dinero y la crítica les salvaguardan de todos los males. Lo peor es el exceso de confianza. Escribir, pintar, hacer cine o programar un juego de vídeo son saltos de fe hacia un vacío donde aún puedes ser salvado por lo único que realmente le da validez a todas estas obras: la mirada del otro. De repente nada es tan malo cuando el otro ve lo bueno que tú no viste pese a cualquier cosa.