Lo que voló con la Bomba

in #spanish5 years ago


(PD)

Este año se cumplieron 74 años de la bomba de Hiroshima. Ese día murieron 250000 personas en una fracción de segundo. Y cambió el mundo. De una forma tan dramática, que se hace difícil verlo hoy, porque cuesta imaginar un contexto diferente.

Junto con el nazismo, las armas nucleares fueron la principal justificación del movimiento anticientífico en la segunda mitad del siglo XX. La izquierda occidental mutó desde su falacia inicial de que marxismo era una teoría científica de la Historia, a su presente desvarío de que la ciencia es un invento capitalista.

Se generaron fábulas sobre cómo la ciencia había justificado al nazismo, cuando en los hechos esas justificaciones nunca tuvieron nada de científicas. Se inventó una visión de la ciencia como la responsable de la bomba atómica, algo que sonaría ridículo si no fuera porque está tan difundido. Peor aún, se creó una doctrina de responsabilidad social de los científicos, como si los logros científicos fueran inventos en lugar de descubrimientos, y entonces el científico pudiera elegir qué descubrir.


(PD)

Se empezó a juzgar a las ideas científicas en términos de su peligrosidad política, como si la realidad tuviera que ajustarse a la medida ideológica humana. En lugar de clarificar que el "racismo científico" nunca fue ciencia, prácticamente se prohibió pensar en el ser humano como un ente biológico. Todavía hoy quien hable de cualquier tipo de diferencia innata entre las personas, será inmediatamente y sin matices tildado de nazi.

Todo eso derivó en un anticientificismo militante, impulsado paradójicamente desde la izquierda y el progresismo en todos los niveles. Y es raro porque hasta la segunda guerra mundial eran los grandes estamentos conservadores los que propugnaban la irracionalidad y el pensamiento mágico en las clases populares. Luego de la Guerra en cambio, el progresismo se puso con entusiasmo la camiseta retrógrada que hasta hacía poco llevaban las iglesias y las oligarquías.


(PD)

El marasmo intelectual en el que el mundo está sumido, desde Trump hasta Macri, tiene mucho que ver con esa actitud de la izquierda de negación y rechazo hacia el conocimiento. En el paupérrimo nivel intelectual del debate público, en Argentina y en el mundo, tal negacionismo progresista tiene una enorme responsabilidad.

Por supuesto que la derecha ayudó, son banales pero no estúpidos. Adoptó el discurso ñoño del progresismo podando cualquier detalle monetario. Con la caída del muro y el fin de los estados comunistas que aún mantenían el positivismo como justificación, el pensamiento posmoderno se hizo dueño de la mente occidental.

Hoy en día el ciudadano de a pié no distingue la ciencia de cualquier cosa que haga un científico. Y lo triste es que buena parte de los académicos, en particular en las áreas humanas, tampoco. Entonces si un científico dice y hace algo deplorable su responsabilidad se traslada del ámbito personal al epistemológico. Fue "a ciencia la responsable del hecho, no la persona del científico.

Por ejemplo, los experimentos secretos con medicamentos en Centroamérica en los 70's no se discuten como responsabilidad de una decena de políticos y empresarios de EEUU, sino de la ciencia como modo de adquisición de conocimiento. Los 250000 muertos por la bomba de Hiroshima no se achacan a la ambición de poder de Harry Truman sino de la Teoría de la Relatividad y al pobre Albert Einstein.

Se asimila el realismo, la idea de que existe una realidad externa y que podemos entenderla, al autoritarismo de negar opiniones diferentes.

Al no distinguir la ciencia como método, de lo que haga cualquiera que se diga científico, se niega en carácter humano de los científicos. El científico hace ciencia cuando, en un laboratorio, aplica el método al conocimiento de la realidad. No cuando caga o cocina fideos.


(CC0)

Albert Einstein es un lindo ejemplo. Fue pacifista en todas las guerras, algo bastante generalizado en la comunidad científica de entonces y de ahora, que siempre fue muy internacional. De hecho, se opuso abiertamente a ambas guerras mundiales, lo que le valió el desprecio de muchos connacionales.

Su teoría de la Relatividad de 1905 decía que la materia y la energía eran la misma cosa, dos aspectos de la misma cantidad. A alguien se le ocurrió que si se pudiera extraer la energía contenida en un átomo, se podría hacer una bomba. Por supuesto, hecha esa propuesta, los estados imperiales empezaron a investigarla. Pero entre la teoría de la Relatividad y la explosión de Hiroshima pasaron 40 años. En esas décadas se descubrió nada menos que toda la Mecánica Cuántica. No hay absolutamente ningún modo en el que Einstein podría haber previsto en 1905 el resultado de su famoso artículo. Es absurdo siquiera plantearlo.

Ya famoso, Einstein huyó del nazismo y se refugió en EEUU. Allí, firmó una carta de varios académicos dirigida al entonces presidente Franklin D. Roosevelt, alertándolo sobre una posible bomba atómica nazi. Los que atribuyen responsabilidad moral a Einstein por haber firmado esa carta ¿qué hubieran hecho? Era un ser humano, con miedos y dudas. Conocía a Werner Heisenberg que dirigía el programa nuclear alemán, y que no era ningún estúpido. Si los nazis obtenían la bomba, hubieran dominado el mundo. Y aún así dudó, y tuvo que ser convencido por sus colegas para apoyar esa carta.

Son moralmente mucho más ambiguos Julius Oppenheimer o Enrico Fermi, quienes trabajaron directamente en el desarrollo del arma. E incluso así, no tanto: cuando la bomba se ensayó en Alamogordo, New Mexico, varios miembros del Proyecto Manhattan firmaron otra carta, pidiéndole al presidente Harry Truman que no la usara. Sugerían alertar al alto mando japonés de un ensayo en una isla del pacífico, para que pudieran verla, y así forzarlos a la rendición. Pero claro, a esa altura el objetivo de destruir Hiroshima no era detener a los japoneses ni a los nazis, sino asustar a los rusos. La decisión de arrojar la bomba fue una decisión política, y la responsabilidad les cabe a los políticos. No a Einsten ni a la ciencia.


(CC BY-SA 2.0, by romana klee)

Como conclusión: es ya hora de abandonar el negacionismo científico y el relativismo epistémico, porque no debilitan al poder, sino a los sectores populares que deben enfretarlo.

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