Mi rutina de todos los días, pasar por la cafetería de la esquina, tomar mi café e ir a trabajar.
Acostumbraba a tomarlo, acompañado de la lectura de las crónicas y economía de un periódico de tintura desgastada.
Aquella chica de vestido de flores, se paraba siempre en la esquina con mucha prisa para tomar el taxi... a algún lado la llevaría, me llamaba la atención la prisa con la que siempre iba.
Yo, calmo y sereno, tomaba mi café e iba a trabajar sin mucho estrés, pero iba muchas veces con la imagen de ella en mi mente, provocándome intrigas... era una agonía.
Cierto día al regresar, la vi parada en el mismo lugar, tuve un dejavú, era casi de noche, lleva prisa igual. ¿A dónde irá?.
_ ¡Señorita! . Disculpe...
Se montó en un taxi y se fue.
Oh! no lo puedo creer, me dejará toda la noche con la intriga. ¿Qué no le basta con la luz del día?.
Me dejó en ascuas...
A la mañana siguiente, no hice lo de siempre, la esperé dentro de mi carro en la esquina y justo cuando ella venía, me hice pasar por taxi:
_ ¿A dónde la llevo?.
Su mirada lucía preocupada y perdida, me responde con un seco:
_ Hospital Santa Lucía.
Mi sudor se hizo espeso, mi corazón se hizo pequeño.
Se colocó su abrigo, llegamos al lugar, ella no hacía más que llorar, le pregunté:
_ ¿Puedo hacer algo más por usted?
Ella me torció los ojos y respondió:
_ ¿Cuánto le debo?.
Respondí con pena: _ Nada, solo quise ayudarla con su prisa.
Agradeció y se marchó, mis ojos no le quitaban la mirada de encima, justo cuando ella llegaba a la puerta, saca de su bolso una bata blanca y se la cuelga.
Sentí un respiro, ¡qué alivio!, pensaba que tenía a alguien enfermo, pero, ¿por qué lloraba?.
Tantas preguntas en mi mente que no puedo dejar sin resolver, entré para saber, lo que entristecía a ese bello ser.
Estaba ella parada, vestía su bata blanca de médico, con una historia en mano, voltea su cabeza y me mira con extrañeza.
_ Disculpe... Le dije apenado.
Ella cambió su expresión y dijo con sutil voz:
_ Venga conmigo...
Entendí que esto es cosa del destino. Me llevó al cuarto donde estaba un niño, al que ella abrazó. La mamá le dijo a la doctora: _ Gracias, usted me lo salvó.
Ella, la doctora apenada, baja la mirada... me enamoré de esa mujer...
_ ¿Te invito un café?.
Este fue el comienzo de mi amor de ayer.
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