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Mientras Jacob conducía hacia la autopista que lleva hasta el Hospital Aleris Helse, volví a sentir esa frigorífica sensación en mi cabeza que cada vez se hacía más recurrente, al principio pensaba que solo se trataba de alguna patología neurológica que debía consultar con mi médico, pero esa vez la sensación era tan intensa que parecía como si una ola de nieve congelase mis sesos, –fue ahí cuando supe que no podía tratarse de una simple afección –. Al cabo de unos segundos padeciendo ese terrible episodio, sin siquiera percatarme de cómo y cuándo sucedió, me encontré a mi misma caminando en un lugar rodeado de colores blancos y negros que parecían entremezclarse en algunos espacios, creando horribles formas de tonos grisáceos, apenas podía asimilar lo que mis ojos atestiguaban y mi mente no se resignaba al hecho de que todo ese inenarrable panorama fuese algo real. Las formas grises que yacían en lo que parecía ser el suelo del lugar, comenzaron a adherirse a mis piernas, aferrándose tan fuertemente a mí como si quisieran aprisionarme, el miedo se generalizó en todo mi cuerpo, pero en la lejanía comencé a avistar una oleada de humo que parecía erigirse de la nada, la silueta poco a poco iba tomando una forma muy diferente al de las otras, al terminar su materialización pude discernir de quien se trataba. –¿Otra vez tú? –expresé agitada mientras esas horribles formas me seguían inmovilizando. –Lucille, muchas lunas han pasado, pero un segundo encuentro me fue necesario. Me temo que distraída has estado por los superfluos asuntos humanos –resonaron en mi cabeza esas palabras mientras sentía como la gélida sensación se acrecentaba tanto que ya no podía siquiera soportarla. –¿Qué son estas cosas que no me dejan mover? –pregunté consternada. –Llena de regocijo deberías de estar. Aquí tu realidad, tú puedes moldear, pero es la desarmonía que vive en ti, la que da ser a esos tormentos que te persiguen. –¿Pero cómo te atreves a decir que mi mente pudo reproducir esos seres tan horripilantes y miserables? –grité llevada por mi estado de negación y, por una extraña razón, las formas empezaron a apartarse de mí y se acercaron a él. –Si tu mente quieres armonizar, el equilibrio deberás encontrar. –¿Pero qué o quién eres? Solía pensar que eras solo un lunático con el que me topé en la Antártida, pero dadas las circunstancias, veo que eres mucho más que eso… –De mi existencia, solo mis palabras te deberán de importar y, si sabiduría has de encontrar en ellas, deberás de evitar que los eternos amantes, treinta veces, en un mismo punto se encuentren. De lo contrario, temo que muy tarde para ti será –esas palabras resonaron en mi cabeza por varios minutos, su aura de color rojo carmesí titiló hasta convertirse en un fulgor tan intenso que me dejó postrada nuevamente en el piso –Ya puedes regresar, Luzz… –él desapareció tan rápido que ni siquiera pudo pronunciar mi nombre por completo. Mi mente, la cual se encontraba nublada en los segundos posteriores, recobró la lucidez al escuchar una voz meliflua que me clama con urgencia, muy cerca de mí… –Reacciona Lucy… Lucy, ¿qué te ocurre? ¡Lucy, reacciona ya! –Jacob clamaba con preocupación, quién se encontraba sosteniendo mi cabeza. Volví en sí al escuchar su voz en repetidas ocasiones. –¡Jacob! ¿Pero qué ha pasado? –exclamé exaltada por todo lo que me había dicho ese enigmático sujeto. –Desde hace poco más de media hora estamos estacionados en el hospital, pero al ver que no reaccionabas, temí lo peor... Dime Lucy, ¿qué te ocurrió? –replicó con una expresión en su rostro que denotaba preocupación y desconcierto al mismo tiempo. –Solo me distraje un rato y, bueno, supongo que ya pasó. Vayamos a ver a mi hijo –respondí evasiva a sus cuestionamientos y Jacob arqueó una ceja como indicándome que no se lo creyó del todo. Caminamos por la recepción del hospital y rápidamente me dirigí a los ascensores para llegar al cuarto piso. Al entrar a la suite, mi madre ya se encontraba allí, esperándome desde hace horas, miró de reojo a Jacob, evidenciando su disgusto para con mis acciones. –Madre… –musité. –Mira Lucille, no creas que apruebo que te la hayas pasado follando con este judío mientras tu hijo todavía yace enfermo en una cama –expresó con el mismo tono mordaz con el que me trataba desde que tengo uso de memoria. –Madre, ¡te agradezco encarecidamente que no seas grosera con Jacob! Él es el único hombre que me ha apoyado en todo este trance, bien sabes que estuve casi un mes recluida en este hospital sin salir ni un solo día, todo para asegurarme del bienestar de Henry –repliqué enervada. –Descuida Lucy… –Jacob respondió con un tono apaciguado, tocándome el hombro como tratando de bajar la tensión que se propiciaba entre nosotras. Me acerqué a mi hijo, a pesar de la mejoría, su cara seguía demacrada por los rastros del Lupus, me dolió mucho verlo así. –Pronto saldrás de todo esto, el sol volverá a brillar para ti. Mi amor, no sabes cuán bello está el jardín y las flores de nuestro invernadero. Nunca pensé decirlo, ¡pero ya quiero que injertes todas mis rosas! –le dije mientras lo miraba a los ojos, –será un niño tan precioso como su padre –pensé. Le di un beso en la frente y acaricié sus rulos, mis lágrimas recorrieron sus mejillas. –Te quiero mucho madre. Todavía me duele el cuerpo, pero ya estoy ansioso por volver a jugar en el jardín, ¡algún día seré un gran botánico! –respondió con una voz endeble. –Ya vas a ver cómo dentro de unos días estarás jugueteando por todo el invernadero. Me acerqué a las ventanas y bajé las persianas para contemplar la taiga, por primera vez en casi un mes pude darme un respiro, pero prontamente se interrumpió todo mi sosiego, la misma sensación gélida recorrió mi cuerpo hasta llegar a mi cabeza. Al ver por la ventana, atisbé unos árboles arrancándose del suelo y por consiguiente, flotando en el firmamento. El miedo me dominó por completo al recordar la epifanía que presencié en las carreteras y, justo después de ver ese terrible panorama, sentí unos centellazos en mi cerebro, –sin dudas esa vez la sensación era mucho más intensa –. Caí de cuclillas en el piso, rápidamente Jacob se acercó a mí y me levantó del suelo. –¿Te sientes mal, Lucy? –preguntó Jacob. –No es nada, no te preocupes. ¡Necesito ver las ventanas! –clamé con urgencia. –Ok, aférrate a mis brazos. Jacob y yo nos quedamos atónitos al visualizar con claridad lo que se avecinaba, todo era tan similar a la primera anomalía que experimenté y si todo lo que veíamos era cierto, entonces eso significaba que todo esto sería devastado. –Pero... ¿Qué carajos es esto? –Jacob preguntó desconcertado. –Jacob, sé lo que es esto, ya lo he visto en mis visiones. ¡Tenemos que irnos de aquí! ¡Corre por mi hijo! –grité. Jacob desconectó a Henry de los aparatos y lo cargó en sus brazos, yo tomé a mi madre del brazo y juntos salimos corriendo de la suite. –¿Lucille, qué estás haciendo? –preguntó mi madre. –Madre no me cuestiones por una vez en tu vida. ¡Solo corre y ya, maldición! –respondí con prisa. Mientras corríamos, miré a nuestras espaldas, vi como las paredes comenzaban a desplomarse, las baldosas del hospital empezaban a desprenderse con violenta rapidez, el lugar temblaba como sí de un terremoto se tratase, los doctores y enfermeros eran aplastados por los escombros sin contemplación alguna, el lugar era un infierno, –moriremos aquí –pensé. Al ver que los ascensores no nos servirían de mucho, decidimos bajar por las escaleras, observé en el techo que las plantas superiores habían sido totalmente arrancadas y ya se encontraban ascendiendo hasta lo más alto. De hecho, las personas que no habían sido aplastadas, se encontraban sobrevolando el firmamento, –la situación era lamentable, pero no había nada que pudiera hacer por ellos–. Cuando descendíamos por las escaleras, la atracción nos atrapó con tanta fuerza que en cuestión de segundos nos encontrábamos sobrevolando los cielos. Ahora mi hijo, mi madre, Jacob y yo estábamos siendo arrastrados junto a los otros, al parecer todos estábamos siendo elevados hacia un mismo punto, mi terror era inmensurable y la impotencia me carcomía por dentro, –no temía tanto por mí vida, sino por la de mi hijo, la de mi madre y la de Jacob –. Todas mis esperanzas se fueron directo a un caño cuando la atracción nos elevó hasta lo que parecía ser el epicentro del fenómeno. Estando tan alto, pude vislumbrar un objeto colosal que se sobreponía en las nubes, ocultándose en ellas, –eso debe ser lo que causa la anomalía –pensé. En un abrir y cerrar de ojos, ese objeto desapareció y los que estaban siendo atraídos hacia él, se desplomaron enseguida. Observé con tristeza como Henry, mi Madre y Jacob caían hacia un vacío que dictaminaría sus muertes, –mis motivaciones y esperanzas se desplomaron junto con ellos –. No podía sentirme peor, sin nada que perder y ya encontrándome sin fuerzas, me rendí, solo me dejé caer, extenuada, en el vacío interminable. Pero mientras sollozaba desconsoladamente, un imponente halo de color rojo se acercó hacia mí y me rodeó por completo, –esto me es familiar –divagué mientras me encontraba en caída libre. |
Si deseas leer los anteriores capítulos de la historia que escribo junto a mi co-autor @sneikder, aquí les dejo los enlaces:
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Prólogo]
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille - Capítulo I]
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille - Capítulo II]
La Danza De Los Mundos: Epifanía - [Gill - Capítulo I]
La Danza De Los Mundos: Epifanía - [Gill - Capítulo II]
La Danza De Los Mundos: Epifanía - [Gill - Capítulo III]
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Gill IV - Parte I: El Juramento]
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Gill IV - Parte II: Perjurio]
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille - Capítulo III]
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille - Capítulo IV]
La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille - Capítulo V] (NSFW)
Si deseas leer los capítulos de "Codex Akásico: El Heraldo del Caos y el Orden", otra novela de la que soy co-autor junto al gran escritor @mervin-gil, aquí te dejo los enlaces:
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