Oscuridad
Tristeza, dolor, rabia e ira. Esos eran los sentimientos que me invadían. A través de los minutos de un viejo reloj intentaba borrar todo esto que sentía. La vida misma no tenía sentido. Los días parecían meses y los meses parecían años. Las estaciones del año pasaban sin apenas notarlas. En la oscuridad de una habitación con pesadas cortinas, escuchaba el susurro de la soledad que se cernía sobre mí. No había nada más allí. Casi no ingería comida, mi apetito se volvía algo innecesario. Mientras, observaba las motas de polvo a través de los rayos del sol que se filtraban por las grietas de un techo que se caía a pedazos.
En el suelo frío, recostado de un mullido colchón, miraba a los alrededores de esta sucia habitación. La ropa sucia colgaba de los brazos de una vieja silla. La pantalla estrellada de un televisor se escondía detrás de un taburete. El aire era rancio y mohoso, la comida se apilaba en los periódicos que adornaban la mesita de noche. El detestable sonido de las vidas detrás de aquella puerta se hacía horripilante a mis oídos. No quería oír más. Anhelaba el silencio.
En el pasado había vivido una vida plena. No había como describirlo. La felicidad era lo único que recordaba de aquella vida que ahora me parecía tan lejana. Ella es especial, la siento a mi lado, susurrándome cosas al oído, cosas que solo yo puedo escuchar.
Seguía mirando. Las bombillas estaban quemadas, la radio hacia un ruido que solo podía ser a causa de una interferencia electromagnética, pero ya no me importaba. Las sabanas estaban rotas y las almohadas tenían ese color que solo obtenían ante la suciedad: marrones. Las flores muertas en un jarrón a mi izquierda me indicaban que el tiempo estaba pasando, aunque yo solo vivo el mismo día una y otra y otra vez. Las botellas de cerveza se acumulaban en el piso, todas escribiendo la inicial de su nombre.
Era difícil avanzar. Era difícil condicionar mi mente y espíritu para realizar una actividad diferente. Todo lo veía negativo, no podía mirar más allá de lo que mis sentimientos me hacían ver.
El peso que sentí en la cama me dijo que ya era hora. Que este era el momento. Debía encontrarme con ella en la cama, como lo hacía cada día.
Trastabillé hasta el colchón subiendo en él con un peso en mi mano derecha. Coloqué el brazo izquierdo debajo de la almohada y la observé. Vestía un hermoso vestido de verano con flores amarillas. Su cabello castaño era suave y sedoso. Su piel lechosa, era la más hermosa que alguna vez había visto y tocado. Sus labios eran carmesí y aquellos ojos azules eran mi ventana al paraíso. Me observaba cariñosamente y sonreía a mis ojos.
Yo con ojos vidriosos y una barba de hace un mes no hacía más que llorar. La vida se me iba en ello. Saqué mi brazo izquierdo y acaricié su rostro mientras este se desvanecía por completo. Sentí terror por no volver a verla. Pero eso solo duraría unas horas.
Mi mano derecha se aferró a la herramienta que me ayudaría a volver a verla. Era la llave de mi paraíso personal. Y ya sin miedo y sin temor, puse mi dedo en el gatillo. Coloqué el arma en mi cabeza y…
¡Nos vemos en un próximo post!
me encantooooo ese relato. Muy bueno @snowy-june te felicito. Queee finaaal!!! 0o0
Muchísimas gracias por pasarte por aquí, @hikarii. Me alegra que te gustara este relato...