Huele a chocolate caliente, su aroma me sonroja por instantes, meneo con delicadeza el molinillo y pienso en lo rico que sería un semen tibio en mi espalda, en mis piernas, en la boca.
Tus manos suspensas me toman por detrás, quieres que sirva la cena, yo quiero que nos comamos; para que chocolate tibio cuando podemos jugar con sudores y treparnos en los mesones de la cocina. Pero, me rodeas sin malicia, crees que el sexo es solo en la cama, cuando podemos revolcarnos en todos los rincones de la casa.
Tomo tus manos y las pongo en mis pechos, ¡al diablo la cena!, tiremos en la hornilla. Tú tan caballero como siempre, las inhibes y es el instante en que me enfurezco y vocifero:
―Maldito, eres un maldito, no quieres cogerme, ¿qué debo hacer para provocarte?, ¿meterme un puto palo para sentir placer?, ¿ya que tu no me lo das?.
Me mira con calma, no hay palabras, se acerca y me toma del cabello, me jala hacía atrás mientras me muerde el pezón con fuerza. Grito de dolor, me lanza al suelo, se pone sobre mí y me besa con mordiscos ásperos, se siente sabor a sangre. Él sonríe, deja caer unas gotas de chocolate caliente sobre mis pechos, arde rico, abro las piernas, él entiende lo que quiero y deja caer chocolate hirviendo sobre mi vagina, aúllo del delicioso dolor. Me toma del cabello y me da un giro, me violenta a permanecer en cuatro, siento entrar algo muy duro, aún no estoy lo sobradamente húmeda, a él eso no le importa, con fuerza me introduce el molinillo lleno de chocolate candente, me da duro, lo mete y lo saca con furia, como si quisiera destrozarme, la maldita vagina sonríe porque se humedece en segundos, yo jadeante digo: ―no te detengas, hazme sangrar.
Sin advertirlo, me penetra por el ano, no esperaba eso, el dolor es incontrolable. A él no le interesan mis lágrimas y mis suplicas para que se detenga, me lo mete hasta el fondo y lo menea como si mi culo fuera una olleta de chocolate.
―Detente, por favor ―, digo, él me toma nuevamente del cabello y me para de rodillas, continúa moviendo con cólera el molinillo, me susurra― querías sangrar puta, pues ya sangras, ahora disfrútalo.
Me hostiga con fuerza, intento acostarme en el piso, él me toma con sus manos y me obliga a permanecer en cuatro, finalmente, se detiene, quedo exhausta tirada en el suelo, se acerca, me pisa el pezón erecto, se agacha y me lo chupa, sabe que esta duro porque lo disfrute.
El dolor no me permite levatarme, codicio más, solo una metida más; él se marcha, sonrió y digo en voz baja, revuélcame todos los días del año maldito sádico.
Autor: @soyerotismo