Te vi llegar, tu cuello estaba excitantemente húmedo, ¿extraño eso no?, no hacía calor, por el contrario, estaba lloviznando. Las gotas de sudor descendían por tu cuello, empecé a sentirme provocada, que rico se siente tu olor a semen.
No llevaba sostén, los senos deben ser libres, aunque cuando te excitas, los malditos pezones te delatan con su erección. Los míos se pararon, estaban rígidos como canicas de vidrio. Yo no lo había notado, pero cuando tu giraste hacía mí, tu mirada no se encontró con mis ojos, sino con mis pezones erectos. Me avergoncé, roja se puso mi piel, me cubrí con mi espesa cabellera y camine hacía el tocador de mujeres.
Me rocié un poco de agua, para alivianar la calentura, se escuchó la puerta del baño, eras tú y sin preguntar mi nombre me besaste y los botones de la blusa soltaste uno a uno. Pudiste sentir en mis senos el calor que me había generado tu sudor circulando por el cuello, sabías por mi respiración agitada, que estaba totalmente mojada, deliciosa para que entrara tu erguido pene.
Levantaste mi falda, me sentaste en el muro del baño y me embutiste tus dedos; movimientos suaves, que en segundos se volvieron rápidos y fuertes, sonaban como palmadas, estaba emparamada. Te mire, saque tu mano de mi vagina, la chupe con codicia.
―Perfórame el ano― susurré, me di la vuelta para que me dejaras disfrutar tu erección, pero, me diste un beso y te marchaste, dejándome en el baño de un café excitada esperando por un delicioso orgasmo anal.
¿Y ahora qué?
Tranquila mujer, solo toma tu mano y masturbate sin prudencia, nadie te observa.
Autor: @soyerotismo