Delincuencia de libertad.

in #spanish7 years ago

Imagina que cada resquicio de tu pasado se cierra en cuatro húmedas y monocromáticas paredes, que tanto tu identidad como integridad se ven disueltas hasta simplemente desaparecer; tornándote, sin la más mínima opción de cambiarlo, en un simple objeto de valor indefinido.

Intenta colocarte en esa situación, y tendrás una aproximación de lo que podría denominarse mi historia.

Mis primeros recuerdos se basan en ello; una oscura y descuidada habitación recubierta por un desgastado tapiz de tonalidades grisáceas, alistada con un colchón matrimonial de sábanas parchadas y una mínima ventana que, a distancia, alumbraba con un leve rayo de luz el entorno. La puerta principal, o más bien la única que podía considerarse presente, estaba constituida por barrotes de hierro alineados de forma vertical, que entregaban la oportunidad de observar la habitación contigua. Por allí se daba el ingreso de agua y comida, normalmente con mínimas raciones que debían perdurar hasta la mañana siguiente. Así pasábamos nuestros días, a espera de que el tiempo o la locura del encierro nos consumieran. Solos, siempre, ocultos de la vista del mundo en aquel infierno.

Por tres ocasiones semanales, quienes debíamos exponernos ante los inversores nos veíamos obligados a abandonar el lugar. Amarrados por las muñecas y conducidos a ciegas, éramos trasladados en grupo por largos e interminables pasillos hasta una especie de escenario de madera, frente al cual incontables interesados ofrecían números considerables para llevar consigo un recuerdo humano. Los más afortunados entregaban un beneficio, cediendo su destino a un amo vitalicio. Quienes no gozaban del don de la suerte perdían su vida ante el valor más alto: siendo víctimas del tráfico de órganos, o bien, de la violencia por diversión del mejor postor. En un tercer caso, quienes no eran considerados dignos por los compradores, debían volver a sus dormitorios a esperar el próximo día de venta, pero no sin ser cruelmente castigados por su supuesta insuficiencia.

Un día como cualquiera, uno de los tantos vasallos se acercó a nuestras celdas, nos despojó de nuestra visión y nos llevó, a un paso de la desnudez, por el camino que a pesar de no poder observar conocíamos a la perfección. Los balbuceos, movimientos y risas de la audiencia fueron suficiente prueba de nuestra llegada, era tiempo de cruzar los dedos y rogar porque el azar fuese piadoso.
Mi turno no se hizo esperar, fui obligada a ser la primer víctima en ingresar al escenario. Una voz masculina, supuse, proveniente de quien me sujetaba cual animal, volvió a repetirme las instrucciones que por mi tiempo en el hogar sabía mejor que cualquier rezo: "No te atrevas a moverte ni observar al público, muestra tu miseria y procura dar la lástima necesaria". La voz del presentador inició su discurso en el instante en el cual mis pasos se detuvieron, no había vuelta atrás, ya no podía siquiera pensar en escapar.

Permitanme el privilegio de deleitar a sus ojos con este pequeño diamante en bruto, una joya única en su especie.
Escuchaba el eco de mis propios latidos, sentía como el ritmo de mi respiración se aceleraba.

Bendecida con el don de la virginidad; una doncella jamás admirada ni utilizada por otro amo para ningún propósito conocido o desconocido.
Percibía el temblor en mis piernas, la impotencia de un grito de ayuda que por instinto, debía acallar.

Un puro tesoro, nada más y nada menos que una dulce tentación que, mi querido público, está al alcance de una voz que se eleve en un precio inicial.
Y fue allí, cuando el tiempo pareció congelarse.

Levanté la vista con sorpresa, jactándome de la veracidad de lo que mis oídos habían presenciado. Una pareja joven sostenía en alto, con las manos entrelazadas, un pálido cartel que destacaba su presencia ante los demás inversores. Se hizo el silencio, nadie más parecía buscar superar el alto valor que ellos ofrecían.
Desentonaban completamente con el frívolo ambiente, ambos lucían prendas y actitudes impecables, por evitar recalcar que desde cualquier ángulo, parecían ser ampliamente felices. Podía deducirlo por la sonrisa que adornaba sus rostros.

Irene era una dama de categoría, sin duda, el cerebro en todas y cada una de las operaciones que habían dado a la pareja la fama de los ladrones más buscados del país. Aaron poseía el claro don de la destreza, su capacidad de acción y movilidad conseguía materializar los planes de su compañera en incontables monedas y billetes.
Se aliaron por pura casualidad pero con el paso del tiempo, para ambos, el hurto pasó a ser una simple excusa; la necesidad del oro fue reemplazada por la dependencia que crearon el uno hacia el otro. Fue aquella fama la que los traía a este subsuelo, la incapacidad de Irene de concebir un hijo y el impedimento de la adopción legal por su condición de rebeldía ante la autoridad estatal.

Ellos fueron los responsables de guiarme por su mundo, quienes abrieron ante mi las puertas del arte que consideré desde entonces como una verdadera pasión; casi como una obsesión.
Me instruyeron lo justo y necesario, enseñándome cada quien las técnicas que presumían como propias, pequeños trucos y datos que más de una vez, lograron salvarme el pellejo.
El paso de los meses logró materializar el aprendizaje en la realidad, en un creciente número de monedas y billetes que, demostrando mi eficiencia, aportaron a ganarme mi lugar en el ese momento codiciado dúo de ladrones.

Nuestras cabezas llegaron a superar el valor de los más reconocidos asesinos, violadores y secuestradores de la zona y nuestro trío era denominado como nada más y nada menos que la mejor banda de ladrones de área.

Por lo cual, imaginarás que la tentación de entregar a dos de tres miembros fue simplemente irresistible. La recompensa monetaria por cada uno escapaba de mis cálculos y la idea de tener todo ese dinero en mi poder se volvió una necesidad casi obsesiva.
Aún así mi traición no superó los niveles de crueldad que había planeado con anterioridad. Si debían caer, lo harían en compañía del otro.

¿El resto? No hay mucho que agregar.

Tras lo que muchos denominarían como traición, un cambio de nombre, de ambiente y de aspecto serían suficientes como para empezar una nueva vida, sin abandonar, por supuesto, el vicio que me había llevado hasta lo más alto. Con los años el don se fue perfeccionando llegando a lo que puedo presumir como labor en la actualidad; un precioso y casi perfecto modo de ganarse la vida.

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Buen post, ¿te parece si nos seguimos? va ya te sigo jeje, hago aportes de todo tipo si quieres pasar, saludos :)