Haight-Ashbury comenzó a llenarse de rock&roll, de los brillantes colores DayGlo y de LSD. En aquel barrio de San Francisco, confluyeron todos los que querían alejarse del mundo tradicional. Los chicos se dejaban crecer barba y cabello, incorporaban a la suya propia otras formas de vestirse: trajes de estilo eduardiano, camisas de pirata, túnicas budistas, cintas indias para el pelo y flecos en las chaquetas, capas, botas de vaquero, y sombreros, cualquier sombrero: de hongo, de copa, de esquimal, como el de Davy Crockett... y todo tipo de abalorios.
Pero su filosofía implicaba algo más que conseguir un determinado aspecto: era una actitud, una postura mental ante el mundo. Lo inusual tenía una gran importancia, una extraña vibración que les atraía como un imán. Eran tribales (“todos juntos”) a la vez que individuales (“haz lo que quieras”), y encontraron en la química una aliada perfecta.
La prosperidad económica, el ácido, la invasión musical británica y la elección por parte de Dylan del sonido eléctrico, fueron los detonantes de la revolución hippie, y San Francisco estaba preparada para el cambio. La ciudad se convirtió en el epicentro de las fiestas más potentes, y a la cabeza de todas ellas, las que se celebraban en casa de Ken Kesey, con sus famosas catas de ácido. Jerry García, de Grateful Dead, la banda que amenizaba los encuentros, dijo en una ocasión que la ingesta de LSD le demostró algo que siempre había intuido: que existía una realidad distinta a la que normalmente apreciamos a nuestro alrededor. Las drogas alucinógenas variaron la forma en que los músicos componían e interpretaban las canciones, así como la manera en que el público las entendía. Al parecer, el ácido y la electricidad iban de la mano.
Bob Simmons, que trabajó en la mítica sala de conciertos Avalon, dice: “La influencia de la media tableta de LSD convertía muchas cosas en colosales e irreductibles experiencias que nunca olvidaré ni diré que no fueron positivas. Sé que existe el éxtasis de grupo en un nivel espiritual, y ni el cinismo de la edad ni la distancia temporal alteran mis recuerdos de aquellos momentos. Hubo ocasiones en que tenía la plena seguridad de que aquella sala flotaba en una dimensión diferente.”
En 1965, San Francisco se había convertido en la sede del rock ácido, mientras los rockeros ingleses seguían ampliando límites con canciones como (I Can't Get No) Satisfaction, la número uno de aquel año.
Cause I try and I try and I try and I try
I can't get no, I can't get no
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Siempre estuvo relacionado el LSD con los movimientos de los años 60 y marcaron su desarrollo musical y artístico.
Qué bueno lo de la comunión con LSD. Pues no creas, hubo gente que acudió a la libertad de creencia, después de formar su religión y registrarla, como cualquier otra asociación, diciendo que ellos comulgaban con ácido, que les dejaran en paz ya. Pero no coló.
Sería una religión muy liberadora.
En varios artículos he leído ya que hasta el 'Verano del Amor' de 1967 todo lo que sucedió en San Francisco fue más o menos orgánico, pero a partir de la publicidad y 'moda' empezaron a llegar a la ciudad gente no tan recomendable, como Charles Manson. A rapiñar. El momento justo y el lugar apropiado sería pues antes del 67.
Claro, viene a ser como la Ibiza que se encontraron los primeros hippies que recalaron allí, y la de la discoteca Amnesia, que marcó una frontera entre un mundo que se pretendía natural y el que ya sólo buscaba hacer dinero. Pero ocurre con todo, la última vez que fui a Potes me quería marchar inmediatamente, recordaba un pueblito montañés de gente amable y encontré un Disney World para el llamado turismo verde, pero turismo, al fin y al cabo, en el que ya no podías estar sin gastar en algo, en lo que fuera. No sé si has oído hablar de Hakim Bey y su libro T.A.Z (Zona Temporalmente Autónoma), en el que plantea precisamente que una estructura sana no puede durar mucho tiempo, que hay que deshacerla e intentarlo en otro lugar y de otra manera. Algo así creo yo.
Me suena bastante ese nombre (Hakim Bey) pero no me acuerdo de donde. Gracias. Me apunto la referencia.
Ayer precisamente leí un libro de Carmina Fort (Conversaciones con Castaneda) y si bien describe más o menos estos, digamos, 'síntomas' en aquél glorioso 68, el primer libro de Carlos Castaneda (Enseñanzas de Don Juan) apareció en un momento de lo más oportuno para asentar aún más los pilares de lo que ya por entonces se comenzaba a llamar la contracultura. Muy interesante el flashback del underground, como los anteriores.
Había una especie de sintonía general, cada cual aportaba lo que podía, según sus intereses, y Castaneda estuvo en el momento adecuado y en el lugar preciso como para que ahora aún estemos hablando de él. Independientemente de que fuera real o no el brujo yaqui Don Juan, está claro que sabía de lo que escribía, y que formaba parte de la corriente de aquella época. Sus libros nos han llevado a muchos a pasar momentos muy interesantes con su lectura. Gracias, Juancar.
Cierto. Castaneda y sus libros marcaron un hito muy especial y como dices, muchos hemos y seguimos disfrutando con su lectura y con esas enseñanzas que, deriven o no de un personaje real, como el mítico Don Juan, denotan un conocimiento extraordinario de esos mundos alternativos proporcionados por determinados agentes naturales.
Volvamos a esa época! LSD y rock&roll. O bueno, psytrance también viene mu bien.. en el campito! =)
Y algo de sexo, el de siempre, en esta era en la que todo es de plástico cibernético, vendría estupendamente. Sí, hay que montar una rave.
Yo ya tengo cuatro festivales pa este año que no me pierdo a ver si llega el buen tiempo. Y si sexo de verdad hoy mi prima hablaba de que habia conocido a no se quien en tinder... yo no entiendo de eso. Sal a la calle chiquilla le dije.
Eres muy versada en estos temas. Felicitaciones.
Muchas gracias, un saludo.