Ya te ha pasado. Te propones una meta, y apenas te descuidas, la abandonas. La razón de este post, es ayudarte a que hagas permanente tus resoluciones.
A estas alturas de año, la mayoría hasta olvidaron lo que se prometieron cumplir cuando se despidieron el año viejo. Si siguen así, llegará diciembre, y con él, la frustración de tener que mirar al espejo y encontrarse con una persona que no cumplió con lo que se había prometido.
Eso, mi amigo, es frustrante.
La solución: Aprende a hackear tu mente
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Las metas deben ser importantes para ti, no para tu pareja, hijos, padres o el amigo del alma. Ellos tienen sus vidas. Necesitamos objetivos que nazcan desde el fondo de ti. Si no te mueven espontáneamente, deja de leer este post, porque lo que te voy a contar, sólo funciona con las resoluciones que tienen el potencial de crearte emociones fuertes.
Si has hecho un curso de memoria, te dijeron que para recordar algo, debes impresionar a tu cerebro. Tiene que ser en extremo gracioso, feo, ridículo, exagerado. La finalidad es que el cerebro se despierte al encontrarse con un estímulo para nada común, y así considere archivarlo con un acceso directo. Una vez colgado al alcance de la mano, lo recordarás con facilidad.
Pero no vamos a hablar de cómo tener mejor memoria. Te menciono esto, porque así es el cerebro. Si no lo estimulas con hormonas, él no te va a prestar atención, y se quedará ahorrando energía (Haz CLICK AQUÍ).
Para que las glándulas de tu cuerpo se pongan en funcionamiento, tienes que emocionarte. Necesitas estimularlas. Si estás cruzando la calle, y de repente se te viene un camión sin frenos, el estruendo de la bocina y chirriar de neumáticos, harán que tu corazón quiera escaparse de tu cuerpo. ¿Lo vas a olvidar? ¿Aprenderás que hay que fijarse bien antes de cruzar la calle?
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Vas a durar días con ese trauma, y le contarás a todo el que conozcas el susto que te pasó. Si te lo preguntan dentro de 20 años, le podrás contar con todos sus detalles aquella vez que casi pierdes la vida.
Esa fue una emoción producida por un estímulo externo. El cerebro la archivó de inmediato por que fue atacado en su objetivo principal, que es el de mantenerte vivo.
¿Y qué tiene que ver esto con el de poder mantenerte constante en tus resoluciones?
Que si no impactas a tu subconsciente, apenas te distraigas, con sólo tener un fallo en tu nueva rutina, se te va a olvidar lo que te habías propuesto.
Supongamos que resuelves caminar todas las mañanas antes de que salga el sol. Es difícil, si eres “alérgico” al sol antes del mediodía, y las mantas calientitas te aprisionan como grilletes, así suene como loco el despertador.
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Los primeros días es fácil. Estás emocionado, contento porque estás formando un nuevo hábito que te va a quitar esas lonjitas que son el blanco de burlas disimuladas cuando vas por la calle. Además, ya sabes, el corazón necesita cariño.
A los pocos días, justo cuando te ibas a levantar, empieza a llover. “Mejor caminaré mañana”, te dices.
Llega el día siguiente, y fallas porque te acostaste muy tarde, el cansancio te derribó. Cuando menos lo pienses, ya se te olvidó, que habías hecho la promesa de que caminar a primera hora de la mañana, que iba a ser tu ritual de por vida.
Esa derrota es producida por no impactar a tu cerebro. ¿Por qué decidiste adquirir un nuevo hábito? Razones tibias, sin sabor, que no piquen, serán olvidadas apenas te descuides.
Consigue razones para continuar cuando tu cuerpo se niegue a obedecer. Hay que entusiasmarlo como cuando quieres que un bebé haga algo. No se trata de forzarlo, eso sólo funciona a corto plazo, se trata de causarle una emoción que lo motive.
Para eso, está tu imaginación. Recuerda lo que hay que hacer para que algo quede grabado en tu memoria. Impáctala, impresiónala, sorpréndela.
Otro obstáculo que se ponen las personas cunado quieren tener nuevos hábitos, es que se fijan metas demasiado agresivas. Sí hay que tener objetivos que sobrepasen a las nubes, pero la meta de hoy, debe ser pequeña.
Que sea una tarea que bien puedas cumplir ahora mismo. Ya has escuchado que para comerse a un elefante, es bocado a bocado.
Si quieres caminar una hora todos los mañanas, los primeros días no te impongas esa tarea si durante años el mayor ejercicio que has hecho ha sido apretar el comando de la Tv mientras comes papitas fritas.
Así que, sé progresivo con la intensidad. Recuerda que hacer un cambio de hábito, significa modificar muchos aspectos que van a ser afectados directa o indirectamente.
Me refiero a lo siguiente, si vas a hacer ejercicio, eso significa que vas a someter a tu cuerpo a un esfuerzo el cual no está acostumbrado. Hay un gasto de energía que te va a acompañar durante ese día. Al cerebro no le gusta para nada los gastos extra de energía, se va a quejar, va a protestar.
Esas son la ganas de abandonar, ese apetito por dar excusas para quedarte en casa y hacer lo mismo de siempre.
También, se modificarán tu manera de alimentarte, otro estrés para tu cuerpo y mente. Además, hasta tus relaciones con las amistades cambiarán, pasarás los primeros días con dolores musculares; y si te concentras un poco, encontrarás otras razones que pueden hacer que sumadas, pesen lo suficiente como para que no vuelvas a intentar esa loca idea de ponerte a hacer ejercicios; ¡y antes de que salga el sol! Ni que fueras un pollo.
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Deja que los cambios sean masticados y digeridos por tu cuerpo y mente. No te convierta en Rocky I cuando pises la calle con tus nuevos zapatos deportivos.
Se progresivo, avanza un poco más cada día. Ajusta la intensidad según tu cuerpo y mente lo vayan asimilando.
Cuando sientas el dolor del progreso en cada fibra de tu cuerpo, siéntete orgulloso, porque sabes que estás pagando el precio para ser cada vez más fuerte, más inteligente, cada vez mejor.
Espero que este post te ayude a conseguir tus metas.
SI conoces cómo funciona tu mente, podrás hackearla.
Thomas Flores.