A pocas horas de iniciar una nueva semana, les traigo una historia.
Érase una vez un abogado bastante exitoso siempre dedicado, amante de su trabajo, siempre actuaba de manera justa e incluso en ocasiones realizaba su trabajo de forma gratuita para gente de escasos recursos. En la oficina muchos de nosotros lo considerábamos un tonto.
Sin embargo este tenía una particularidad, siempre a medio día salía 15min para las 12, salía a toda prisa se subía a su coche, rumbo a Dios sabe dónde, como a eso de las 6 de la tarde cada cierto tiempo era el primero en irse del despacho, esta vez más calmado, al frente de las oficinas se encontraba una clínica veterinaria del cual siempre compraba unas 3 bolsas grandes de comida para perro, menudo animal debía tener para que comiera tanto. Incluso cierta vez se ausento por casi dos semanas, creí que estaba de vacaciones, en el transcurso de ese tiempo vino mucha gente al despacho, gente humilde preguntando por él.
Para mí era muy inquietante aquella forma extraña de comportarse, aunque nunca tuve el valor de preguntarle algo al respecto. Dominado por mi curiosidad, decidí seguirle, salí detrás de él, aquel medio día. No debió tardarse más de 15 min en detenerse en una pensión de comida, el señor del lugar lo saludo con mucho entusiasmo y cariño. Los encargados empezaron a llevar varios paquetes de comida a su automóvil, el abogado los pago y se despidió de los señores con una sonrisa y ellos lo despidieron de igual forma.
Continuamos el camino, esta vez más largo el trayecto, hasta que se detuvo en un pueblo bastante lúgubre, de casas de planta baja. Yo me detuve varios metros detrás de él. Pude ver desde la ventana como apenas salió del coche varios niños corrieron a abrazarle entonces se aproximaron varios jóvenes y le ayudaron a sacar aquellas bolsas que había adquirido minutos antes.
Cuando yo descendí de aquel taxi un niño se me acerco y me pregunto si era amigo de aquel hombre a lo que respondí que sí. Tanta seria la inocencia de aquel infante que me cuestiono, si también traía comida.
Me quede mudo y le obsequie una bolsa de galletas que tenía en el coche. Seguí avanzando hasta dar con un portón abierto de par en par, daba acceso a una humilde escuelita, pude ver gente de tercera edad, que puedo asegurar que carecían de un hogar y lo vi…
Lo vi a él, aquel hombre trabajador, aquel hombre de camisa y corbata, sentado sobre una piedra, alrededor se encontraba gente humilde cada uno con un plato de comida, al verme el abogado me sonrió y me invito a acompañarlos, uno de los hogareños me dio una silla de madera y un vaso de agua. Entonces almorzamos entre risas y agradecimiento, la gente era tan amable y cariñosa que a pesar de sus bajos recursos trataron de darme lo mejor posible.
Era hora de volver a la oficina, el abogado me invito a llevarme, en el camino le pedí disculpas por haberle seguido, no se molestó en lo más mínimo, solo me dijo que nosotros como seres humanos tenemos el deber de ayudar a quien lo necesite.
Guardamos silencio todo el trayecto. Por la tarde decidí seguirle también, esta vez se dio cuenta y me pregunto que si quería conocer a su mascota le dije que si. Compramos tres bolsas grandes de comida para perro. Subimos a su coche y emprendimos el viaje.
- ¿Qué te pareció el lugar al que me seguiste?
- Mmmmmmm me parece que la gente del lugar es muy amable.
- Yo crecí ahí - empezó a contarme - no tuve padres, los señores que viste son mi familia; ellos me ayudaron mucho a ser lo que ahora soy, cuando me titule ellos me hicieron una pequeña fiesta y ahí el señor que te ofreció la silla me repitió varias veces que no olvidara el lugar de donde había salido. Ahora me toca devolverles el favor, quiero ayudarles, como ellos me ayudaron.
No pude decir nada, yo era un joven de 24años que cursaba sus pasantías en aquel despacho, mis padres siempre me dieron facilidad monetaria… - Llegamos- me dijo, sacándome de mis pensamientos.
Vi un lugar enrejado,vi cerca de la puerta un anuncio que decía: BIENVENIDO AL REFUGIO DE ANIMALES HUELLITAS.
Dos señoras se nos acercaron y nos dieron la bienvenida, al ingresar los animales se abalanzaron sobre nosotros movían las colitas sin cesar se notaba que le tenían bastante cariño al abogado. Pude alimentarlos y jugar con algunos de ellos, fue un día mágico.
Ya casi de noche, rumbo a mi casa, me dijo: - Eres muy joven, y ya estas apunto de titularte, has que todo el esfuerzo que le pusiste a tu estudio tenga un fruto bueno.
- ¿Por qué hace todo esto? – le cuestione.
- Porque, estamos para servir a aquel que lo necesita, además yo vine de aquel lugar, en aquel lugar me forje y soy lo que soy gracias a esas personas.
Hoy en día tengo trabajo, un hogar, una familia, el recuerdo de aquella bella sonrisa de ese niño al que le regale las galletas y la enseñanza de aquel hombre que siempre tengo en mi vida diaria:
“No se debe olvidar quienes somos y de dónde venimos, en cierto manera la vida se puede transformar en un bumerang podemos regresar siempre al mismo lugar”