Fragmento de El señorito [Relato]

in #spanish7 years ago (edited)


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Solía vestirme con vestidos blancos porque al señorito le gustaba verme así. Nunca lo dijo, los elogios no eran lo suyo, ni lo romántico, ni lo cursi. Pero lo sabía por cómo me miraba, no era igual que vestirse de rojo, o de negro, o de azul. No. Cuando me vestía de blanco podía sentir su deseo y eso me hacía sentir completa. No quiero que el señorito crea que yo me arreglaba para él como si lo hubiese hecho solo para complacerlo, como una mujer ordinaria. A mí me gustaba sentirme deseada y completa y a veces se necesita de un simple gesto ajeno para sentirlo. Júzguenme, porque en el fondo sé que está mal. Él era ese algo que tanto anhelaba cuando el reloj marcaba las 11:11, cuando confundía algún avión con una estrella fugaz, y ese deseo en la carta que solía quemar cada 21 de diciembre suplicando algún sentimiento que me recordara lo que es vivir. Mis súplicas fueron escuchadas, la vida se presentó ante mi disfrazada de persona, y sin darme cuenta ya nuestras manos encajaban como dos piezas del mismo rompecabezas.

El señorito apareció cuando ya mis días se tornaban aburridos. Nos conocimos en el momento menos esperado, pero sabiendo que en cualquiera de los caminos a tomar nos encontraríamos el uno al otro. Lo sé porque siempre estuvimos cerca: frecuentábamos los mismos lugares en segundos distintos, rodeados de las mismas personas. Claro, nuestras edades no estaban para toparse, detenerse y mirarse. Yo apenas caminaba en los bordillos de las aceras con raspones en las rodillas y unicornios en mi cabeza, cuando él ya frecuentaba clubes nocturnos. Quizás fueron sus tantos años de amor paulatino, quizás fue mi aroma a inocencia, el perfume de quien jamás ha querido y que anhela lo desconocido. El caer era lo más parecido a volar, y no lo pensamos dos veces. Tardé diecisiete años en conocerlo, unas cuantas noches de desvelo en enamorarme y muchas lágrimas en olvidarlo. ¿Olvidarlo? No. Al señorito jamás podría olvidarlo. Yo le quiero. Le quiero como no he sabido querer a ningún otro hombre. Incluso si los años han pasado y lleva un anillo en su anular. Incluso si estoy por cruzar el charco y no volverlo a ver en mucho tiempo.

Yo hubiese podido pasar horas observándolo, aferrándome a su ser, tarareando las canciones en la radio, encontrando la mejor versión de mí en sus ojos. Desnúdate para mí , susurraban las voces en mi cabeza. Baila para mí, se libre conmigo, porque conmigo puedes olvidar tus tristezas, cerrar los ojos y ser un niño otra vez. En cambio estoy acá, descifrando enigmas, inventando palabras nunca dichas, esperando respuestas a preguntas que jamás quise hacer. Al final, todo se resume a dos palabras que riman con los años y que tengo en la punta de la lengua y de los dedos. Te extraño.

Me dejó un vacío en el pecho, una obra de arte en mi cabeza y sonrisas tristes. El señorito solía hablarme de ese sentimiento de vacío. Decía que era una especie de bucle que tocaba vivir cuando nos hacíamos los valientes y nos enamorábamos, y que era la única consecuencia. Yo no lo veía como una consecuencia, tenía la excusa perfecta para arriesgarme: "Es mejor sentir dolor que nada en absoluto”, le decía. Te tocará sentirlo muchas veces, todas las que seas capaz de querer a alguien, me contestaba. Recuerdo la primera vez que me habló de Lucia, de los tantos años que llevaban juntos y del día que se conocieron. Ese fue el primero de tantos desvelos. Yo suspiraba sin que él se diese cuenta, y mis suspiros eran el deseo que de que algún día alguien hablara de mi como el Señorito hablaba de Lucia. Después de tanto tiempo aún me pregunto si se puede querer a dos personas sin serle infiel a ninguna. No sé como lo hizo, porque aunque jamás fue mío, yo sigo siendo suya.
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Relatas mucho mejor que yo... Yo siento que hago tedioso lo que escribo.