La soledad. Más allá de cualquier compañía, está mi propia soledad, la cual se puede desarrollar de muchas maneras. Una es, estando ajena al mundo por una hora o dos mientras me implico en una profunda lectura de un libro de literatura muy entretenido. El cual leo acompañada de un café que me sirvió un mesonero amable hace unos minutos en una librería concurrida por personas amantes de la lectura y la literatura. Tanto a mí como a ellos; miles de letras nos hacen viajar por distintos escenarios, conversaciones y hechos variados que los escritores son capaces de crear para que nuestra mente imagine miles de esas escenas que hacen que nuestra mente quede absorta en muchas historias; tanto así, que las conversaciones matutinas de cada visitante del lugar se repelen por completo de nuestra mente. Dentro de ese lugar me siento de alguna manera en total tranquilidad, evitando cualquier distracción, siendo capaz de entrar en una paz interna que se describe como una madrugada silenciosa en donde solo los animales de vuelo encienden sonidos naturales.
Al salir de la librería me encontré con un parque, y quise hacerme una pregunta alentadora; — ¿Vengo a correr mañana en la mañana?— Así disfrutaré el aire natural que emana el cielo, los árboles y las aves cantarinas. Mientras caminaba por ese parque tomé mi reproductor y lo encendí en una canción de música independiente. Una que se caracterice por ritmos suaves y sonidos singulares. La soledad, tranquila como el aire en tiempos cálidos me hace sentir en paz. Cuando la soledad pide mi atención le sedo mi tiempo y me inundo en un disfrute tan relajante que cualquier estupor inesperado que me haga presenciar alguna desavenencia no será capaz de distraer mi estado de tranquilidad. Me volví bastante hábil en eso de la concentración dirigida a pensamientos positivos. De tanto caminar con mi atención clara en el final de ese parque que estaba justo al frente de mi edificio; decidí ir a mi apartamento a practicar un poco meditación o tal vez algo de yoga. En esos instantes puede que la soledad se vea afectada por mi pequeño gato Motín. Pero unos simples maullidos y runruneos no son suficientes para acabar con mi estado actual, es una presencia necesaria. Se acercó el peludo lentamente frotándose en mi pierna y maullando suavecito, me agaché para acariciar a mi bola de pelos negra con ojos brillantes. Luego me paré para abrir la ventana de la sala dejando pasar el aire del mediodía acompañado de melodías que transmitían las aves que saltaban de una rama a otra de forma muy ágil. Representaban una vista adorable que me producía mucha tranquilidad y sentimientos de ternura. Sentí mi estómago rugir mientras presenciaba la escena que resplandecía en la salida de mi ventana. Percibí un pequeño vacío que rugía como un motor, eso produjo unas ansias enormes de probar las galletas de chocolate que había comprado en la cafetería cerca de la universidad. Pensando acompañarlas con un calientito y revitalizante té de hiervas. — ¡Un paraíso a mi paladar!— Tomé un plato, eché las galletas en un bol hondo mientras sonaba la tetera anunciando el té de mi tarde de hoy. Me senté en el sofá al lado de mi ventana, mientras seguía escuchando los silbidos acompasados. Me enfoqué en un punto fijo de la habitación y una idea se tornó fugaz en mi mente al mirar la pared vacía; — quedaría bien un cuadro en esa pared —. Podría encontrar un diseño moderno en la tienda de la esquina o una figura enmarcada que haga contraste con la pared y las cortinas. Tal vez un gato negro y delgado común en los dibujos que se figuran en mucho material de diseños de interiores. Escuchar esas aves creando un concierto enternecedor hizo que se me contagiara el deseo de crear notas musicales por mi cuenta, sólo interrumpiré mi silencio pero de ninguna manera aplacaré la soledad. — ¿Qué te parece tocar algo? — Me pregunté a mi misma. Desde niña mi madre tuvo un gran empeño en hacerme entrar a conservatorios y clases de música. Un sueño que ella según me hizo entender nunca logró por su cuenta, así que yo era el camino a ese sueño, siendo su primogénita. Busqué el estuche de mi violín y saqué el arco observándolo dubitativamente, luego miré mi piano y pensé ¿Hago unas braceadas de violín o mis recitales de piano personales para Motín? Miré el violín, luego el piano; al pasar unos segundos ya me hallaba sentada frente a mi piano de cola, el cual requiere de más suavidad al contacto con las teclas, ya que tenía intenciones de tocar una melodía pausada y ligera como una balada o música New Age. En el caso del violín requiere de agilidad física con mis brazos y aunque puede sonar igual de delicado, el piano tiene un sistema más universal acorde a lo que necesito expresar. Me siento frente al piano elevo mis manos posándolas lentamente en unos acordes menores que comencé a mezclar con distintas notas que tocaba ordenadamente en las octavas ascendentes del instrumento. Me deje llevar por mis manos que por años entrené con miles de ejercicios y piezas estudiadas. Asimilando mi estado de transición mental a un mundo musical. Tenía la capacidad de crear melodías espontáneas, componiendo lo que salía de mi corazón. Todas esas melodías acoplaban variaciones de New Age. Pensé en titularla ''Transición a la serenidad'' Tomé mis hojas diseñadas con partituras y comencé a escribir todo lo que salía de mi mente hacia mis dedos.
Mis sentidos estaban más que satisfechos con lo que llevaba de mi día. Sonó un golpe en la puerta de entrada y percibí instantáneamente que mi soledad se vería acabada o afectada de alguna manera. Paré de tocar y mi lógica efectúo una conclusión; si estuve tocando todo este rato, se pudo haber escuchado fuera del apartamento. Precisamente por la distancia que tiene el piano a la puerta de entrada. Mi personalidad no se caracterizaba por ser mal educada así que elegí ir a recibir algún invitado, tal vez su visita sería corta o larga. De cualquier manera sacaré algo bueno de ella. Me asomé por el hoyuelo de la puerta e intrépidos sentimientos se tornaron bruscos dentro de mí. Fue totalmente inesperado así que mi corazón hizo un vuelco. Le di vuelta a la perilla y al abrir la puerta observé a David; tenía la cabeza baja, miró mis zapatos por unos segundos subiendo la mirada enseguida. Su brazo estaba reposado en la pared, con la mano dentro de un bolsillo de sus pantalones negros. Como era de esperarse me fijé en su cabello despeinado con estilo y sus lentes modernos que hacían ver sus ojos verdes ocultos en una cruel vidriera que no sacaba a relucir unas enormes pestañas que solo por unos milímetros podrían tocar los cristales de las gafas, ese aspecto que siempre lo caracterizó hizo que mi corazón latiera más de lo normal. —¿Cómo rayos supo que vivo aquí? —.
—Lina, al fin te encontré — Su voz emitió esas palabras como una punzante melodía de tenor... Lo mire detenidamente y supe que mi soledad no sería la misma debido a esa inesperada interrupción, una que cambiaría mis emociones totalmente. Me negué a imaginar lo peor, ya que su presencia al contrario era la mejor compañía.
Bueno esto es un inicio, a una posible historia, sean amables y disfruten de las pequeñas palabras que salen de mi corazón.
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