Probable escena de Meinn, Diluvios y Relámpagos. Pero en el capítulo estará mejorado y con cambios.
Disfruten de la lectura de pocos minutos.
Mi encuentro con Anabela
Caminé a pasos cortos por el bosque, topándome con Anabela a orillas del río lavando sus ropas. No sabía si acercarme o simplemente alejarme y fijar un nuevo camino para mí; pero ese irremediable deseo de encontrarla de nuevo, sólo viendo sus ojos entrever los míos a la distancia que alrededor de mis pupilas espectadoras, van al filo de su mirada fija rebosante de ironía; ese deseo implacable con la indecisión de saber qué elegiría hacer. En ciertas formas sentí que lo más adecuado era alejarme; porque más allá de todo lo que pueda suceder, sé con certeza que me paralizaría con su cercanía, mis palabras se secarían, contraería mis expresiones mientras sus ojos llenos de confusión y curiosidad ablandarían todas las palabras que podrían salir de mi boca. Tanto titubear, simplemente imaginando que pasaría; decidí caminar hacia ella, pasara lo que pasara sólo verla sería suficiente por esa vez, sólo encontrarme con sus ojos sería el pequeño regalo del día de hoy.
Caminé unos pasos encontrándome con su pequeña silueta, su cabello castaño que caía como cascada hacia sus pequeñas caderas. Noté que se levantó y exprimió una manta azul cielo, el color que mas usaba para sus vestidos y lazos.
Giró encontrándose con mi mirada espectadora ante su rostro sorprendido.
—Ellan...— Dijo con voz suave.
Ví sus ojos, como los imaginaba, me esperaba ver ese aire tranquilo y sereno al perderme en su mirada, ojos azul celestes, que cambiaban a un color zafiro brillante. Ojos vibrantes cuan cielo azul, se sumergían en mis pupilas. Exponían una mirada llena de curiosidad, adornandola en un rostro pálido y fino con unos labios color rosa pálido.
—¿Qué haces aquí?— Expresó sorprendida.
Yo miré hacia el suelo seguido de su pregunta; comencé a sentir frío, tenía nervios pronunciados, mi intranquilidad se extendía por todo mi cuerpo, mi timidez notable no lograba delatar lo que sentía en esos momentos.
—Sólo... pasaba por aquí, quise ver el río, es una vista algo amplia, es lindo de ver—.
Enseguida Anabela esbozó una gran sonrisa, sus ojos se abrieron rebosando una mirada alegre.
—No te pierdes de nada, éste río es hermoso y enorme, los ciervos se posan todo el tiempo imponentes, las ardillas veloces buscan comida, las aves cantan todas las mañanas llevando comida a sus crías, es un paisaje lindo para mirar— Dijo con total seguridad.
Su aire era tan alegre, lleno de bondad, pensó Ellan.
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