67km2 de expansión, virgen y tierna era ella, a su norte, el inmenso mar caribe, a su oeste arida y nublada. Refugio de nuestros antepasados, labradores de la tierra por excelencia y pescadores de profesión.
Su pulmón vegetal derramaba una quebrada en el mar y allí se encontraban ellos, tiernos e inmensos cangrejos azules, caminando lentamente desde un terreno cenagoso hasta inmensidad azul. Por un momento se llamó “Valle de los Cangrejos”.
Protagonista de la resistencia indígena, liderada por sus nativos y de su líder ella lleva su nombre, el establecimiento de otras razas ella no lo pudo evitar, y con el tiempo se multiplicó su descendencia haciendo de ella una ciudad en crecimiento, con una entrada a la importación que luego sería una de las más importante del país.
Asi es ella, tierna y rigurosa, calida y lluviosa, entre montañas y el azul del mar, entre las cuevas que en algún momento fueron refugio y entre sus ríos que nos ha dado de beber, así es ella, la tierra que me vio nacer.
Guanta, tierrita amada.