Amor a primera vista
Parte II
No hubo despedida con encuentro de manos, ni el acostumbrado “chao” y menos el besito en la mejilla. Simplemente se levantó de su asiento y buscó la puerta de salida.
El ingeniero jefe contestó, no de muy buena gana el saludo de José. Luego se dirigieron a la oficina, allí expusieron decisiones respecto a la obra.
Diez minutos más tarde, salió José dando instrucciones a su grupo.
Creo que me salvé de nuevo, pensó, mientras recordaba a Rosa diciéndole: cuida tu trabajo, o terminarás en la calle de un popular mercado de escandalosos personajes, tratando de llamar la atención de los transeúntes soportando: lluvias, fuertes calores, clientes desconsiderados, agresivos competidores y lo peor policías municipales cobrando un injusto impuesto por el desagradable derecho de permanecer allí. Se extrañó saber tanto sobre el comercio informal.
Tres horas más tarde no podía concentrarse en su trabajo. Abrió su celular y marcó el número de seguros Comersa, lugar donde trabajaba Rosa.
Buenos días. Seguros Comersa ─respondió una bien entrenada voz de recepcionista.
¡Por favor! Con la licenciada Rosa Cárdenas departamento de administración. ─Pidió José.
Le comunico Señor ─dijo la amable recepcionista.
Departamento de administración, buenos días ─oyó decir José─ ¿en que puedo servirle? ─Preguntó Rosa.
En muchas cosas, sobre todo en darme buenos concejos ─Respondió José.
Quien es usted y en realidad, que desea Señor. ─Objetó seriamente Rosa.
Tranquila, estoy en son de paz ─se apresuró a responder José─ soy un comerciante informal y quiero ofrecerle una mercancía importada de la Zona Franca que acabo de recibir ─explicó José esperando que Rosa se acordara de él.
Como “buhonero” tendrás mucho éxito… ¿José? ─preguntó Rosa.
El mismo llamé para saludarte, darte la buena noticia y las gracias, por la buena suerte que me diste. Continuó trabajando.
Me alegra mucho ─le dijo Rosa. Se lo dijo con tanta sinceridad que parecía se lo decía a un viejo amigo─ Levántate más temprano, para que no te vuelva a ocurrir ─le aconsejó, Rosa, casi maternalmente.
Lo que pasa, Rosa, es que vivo solo y no tengo, quien me despierte en las mañanas ─atacó José.
Rosa, no pudo evitar moverse sobre su silla. Aquello era algo más, que una declaración de amor. Por su mente ─como un celaje─ pasó la imagen de: despertar al lado de aquel genial hombre, moviéndole en su hombro para que no llegase tarde al trabajo.
¿Almorzamos? ─le invitó José.
Rosa se sintió atrapada. Todavía no pasaba la agridulce impresión que le causó la conversación.
Llámame… mañana ─tardó en responder.
Te llamaré ─se apresuró a prometer José.
Se despidieron sin el acostumbrado “chao” o el “hasta mañana”
Ambos sintieron la necesidad de dar por terminada la conversación, por ser la primera vez no había mucho de que hablar.
Tres horas hace que lo conozco y… ¿Qué pasó?... ¿Es correcto que lo haya dejado ir tan lejos? Murmuro Rosa para si. ─se levantó de su silla, y fue directo al filtro del agua, llenó el vaso y se lo tomó sin separarlo de la boca. El frío líquido se encargó de volverla a la calma.
Jaqueline: su fiel amiga y compañera de oficina. Notó la extraña conducta de Rosa y sin poder evitar, su natural curiosidad femenina, preguntó:
¿Todo en orden?
Almorzamos y te cuento ─respondió muy interesada. Rosa.
Llegó la hora del receso meridiano.
Por lo retirado de sus residencias. Rosa y Jaqueline, acostumbraban almorzar en un modesto restaurante; cercano a su lugar de trabajo.
Revisaron el menú y de lo que Rosa pidió, comió muy poco. Le contó a Jaqueline hasta el último detalle sobre el personaje masculino que acababa de conocer bajo el nombre de José. Sentía regocijo y cierto placer sensual platicar de él, hablaba sin detenerse. La comida se enfrió pero no le importó. Esta vez solo quería alimentar su necesidad de amor.
Rosa y Jaqueline: mutua y simultáneamente, exclamaron y se preguntaron “mentalmente” Dios mío: ¿Amor a primera vista?
Rosa había oído hablar de estos amores; más nunca pensó que podría sucederle a ella. Adornaba con sexi sonrisas y alegres gestos, todo lo que contaba y tenía que ver con José.
El reloj le indicó, que era la hora de regresar a la oficina.
Pero que rápido pasa el tiempo comentó Rosa.
Hasta el mesero del restaurante donde cotidianamente almorzaban, notó que algo bueno sucedía en Rosa.
Hoy está usted más bella que nunca ─le dijo sincera y respetuosamente el mesero, al notarle un brillo extra en sus ojos.
Está enamorada ─respondió por ella, su amiga Jaqueline.
Llegó la noche: Ella pensaba en y él pensaba en ella.
Rosa encendió el televisor. Pasaban la novela. Una ardorosa escena de amor apareció en la pantalla. Hubo un momento en que sin poder evitarlo imaginariamente cambió la imagen de los protagonistas por la de ellos.
¡Dios mío! Has que se haga realidad ─pensó casi suplicante, como pidiendo un milagro.
José no escapaba a una situación similar. El pensar en rosa hacía que cualquier preocupación desapareciera. Comenzó a planificar la cita del martes. O mejor dejo que los acontecimientos se desarrollen dentro de sus propias circunstancias. Se decidió al final. Mejor me duermo para levantarme temprano y no llegar tarde a la obra ─pensó para sí. La verdad era que la influencia de los concejos de Rosa estaban dando sus frutos. Y el obedecía mansamente, como obedecía a su mamá cuando esta le enviaba a dormir porque al siguiente día debía asistir al colegio.
Es innegable que todo hombre recibe con agrado, las conductas maternales de su pareja.
Amor a primera vista continúa en la parte III
Escrito por:
Tomás A Flores
Que buena historia, saludos...