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Dana y Mario se vieron por primera vez una mañana sabatina en el mercado, ella acompañaba a su madre a realizar las compras de los alimentos mientras que él ayudaba a su padre con un negocio que tenía en el establecimiento, la atracción entre ambos se produjo en ese mismo instante en que se cruzaron.
Ahí nació lo que se sería un amor a la vista del pueblo, era frecuente ver a la pareja enamorada tomada de la mano o darse besos en cualquier lugar, lo que no agradaba a los padres de Mario, don Filipo Volpi, un emigrante italiano, y su esposa Giulia Andaro, quienes conocían de la desdicha que se había cernido sobre el padre de Dana, por lo que era constante la advertencia que le hacían a su hijo para que se cuidara de cualquier mal extraño que le pudiera ocurrir.
El pueblo, con muy pocos habitantes, donde todos se encontraban ocupados con sus quehaceres, era abatido constantemente por las inclemencias del tiempo, con un clima lluvioso y tormentas, lo que era una verdadera pesadilla para los pobladores, pero fuera de esto realmente se trataba de una región muy pujante y pintoresca.
Denis Sambert, padre de Dana, un ex minero cuya profesión le había dado muy buenos resultados económicos, había sido parte de las noticias un jueves en la tarde cuando un rayo fue a parar a la entrada de la mina donde trabajaba, sus compañeros de trabajo le habían pedido abandonar la cueva donde se encontraba ya que el tiempo empeoraba, éste se negó y fue el único en quedar atrapado por 36 horas, finalmente rescatado por los bomberos del poblado, esto lo dio a conocer entre los lugareños.
El padre de Dana tenía como pasatiempo favorito ir a pescar, era muy consecuente, todos los sábados al amanecer se encontraba en la playa para adentrarse a las aguas, en este lugar precisamente le vendría la muerte cuando un rayo fulminante acabó con su humanidad mientras trataba de empujar el pequeño bote al mar, esto en presencia de varios pescadores que se encontraban a la orilla, como testigos presenciales del hecho llegaron a tejer cualquier cantidad de comentarios sobre la extraña persecución de las descargas eléctricas que parecían haberse ensañado contra el ex minero, lo que desató la leyenda en el pueblo que el difunto era atraído por un mal proveniente del más allá.
La presencia de Dana, como la de su madre Helen Sambert en cualquier lugar provocaba que se alejaran de éstas de inmediato, sobre todo las personas un tanto mayores quienes mantenían esas creencias sobre el trágico destino de algunas personas, asegurando que una fuerza natural tarde o temprano recaería sobre las mujeres como le había sucedido a su padre, lo que resultaba incómodo para ambas, sin embargo mostraban indiferencia sin sentirse perturbadas, aunque a los residentes tampoco les resultaba fácil comprender que a una persona le hubiera caído un rayo dos veces, por lo que solía ser el tema de conversación obligado en cada rincón del poblado.
Los novios incrédulos ante cualquier comentario que pudiera perturbar su relación hacían su vida alternando los estudios con sus obligaciones, don Filipo era constantemente alertado por la gente que deambulaba por el mercado y el pueblo sobre la suerte que pudiera correr Mario por andar con la joven, lo que contrariaba al muchacho que su padre le prestara atención a las habladurías sobre la chica y su madre, lo que a su vez provocaba que éstos no aprobaran la relación.
Mario, como buen caballero, nunca permitía algún comentario negativo de Dana y su madre, por lo que en el pueblo mucha gente comenzó a esquivar su presencia, algo que no le preocupaba para nada, por el contrario le daba más fuerza para seguir con su amor.
Como si fuera poco estar de boca en boca por la gente del pueblo, y como corroborando lo que la gente decía, una noticia corrió como la fuerza y la rapidez del rayo que había caído en la tumba del padre de Dana, desapareciendo sus restos del lugar, solo un enorme hueco había en el monumento funerario donde reposaba el difunto Denis Sambert, petrificados los presentes ante lo que miraban y sin palabras unos a otros en silencio parecían confirmar todo lo dicho sobre el destino de ultratumba al que estaba destinado el ex minero.
Al día siguiente las autoridades habían prohibido la entrada al camposanto para evitar cualquier tipo de especulación, aunque la noticia había llegado a todos los rincones del pueblo, ya no sólo se trataba de dos rayos sino de tres, el de la mina quedando con vida, el que lo mató en el mar, y el tercero que lo hizo desaparecer de la tumba, las autoridades sólo declaraban que se trataba de un misterio, algo por supuesto que nunca sería resuelto, y que desde ese momento iniciarían una investigación de lo sucedido.
Don Filipo, luego del suceso que había conmocionado a todos los pobladores, esperaba a su hijo en la sala mientras tomaba algo de licor, muy confundido por la situación que se vivía, al llegar le dijo que debía hablar con él, éste respetuoso con su padre se sentó a escuchar sus palabras:
—Hijo creo deberías acabar con esa relación ahora mismo.
—Papá no voy abandonar a Dana en ningún momento y menos ahora con todo lo que está pasando.
—Hijo es por tu seguridad, yo no quiero que nada malo te pase.
—Papá nada malo me va a pasar, todo esto es una casualidad de la vida.
—No se trata de una casualidad, se trata de algo malo que atraen estas personas.
—Oye papá ya verás que todo esto pronto se olvidará, ahora tengo que irme.
—Cuídate hijo te lo ruego.
—Lo haré papá.
La madre y el padre se abrazaron como impotentes ante la decisión de su hijo de seguir con su amor.
Esa noche Mario conversaba con Dana en el patio de la casa por lo que había sucedido, la joven miró fíjamente a su novio y le preguntó:
—Crees que a papá se lo llevó una fuerza del mal.
—Dana, qué dices mi amor, todo esto ha sido una mera casualidad, lo han hablado tanto en el pueblo que atrajeron ese rayo, olvídalo por favor.
—Cómo olvidar si ya papá no está en su tumba, no sé a dónde se lo habrán llevado.
—Tranquila, ya verás que todo pronto pasará.
—A veces me provoca perderme de todo esto, deberíamos irnos lejos.
—Oye recuerda que estás con tu madre debes ser valiente, y además me tienes a mí, aquí estoy para protegerte.
—Gracias, no sé qué habría sido de mi sin ti.
—Bien nos vemos mañana, qué te parece si vamos en la tarde a la playa, ya que temprano ayudaré a papá en el mercado.
—Claro amor ahí estaré.
Esa otra mañana sabatina de trabajo en el mercado todo transcurría con total normalidad, aunque los comentarios sobre lo sucedido no paraban y era el tema del día, en el negocio de don Filipo no se había aparecido ningún cliente, la presencia de Mario espantaba a los que transitaban por el lugar, nadie, absolutamente nadie, se acercaba para saludar al italiano tan querido en el pueblo, mientras éste le reprochaba a su hijo por la insistencia de seguir con la muchacha sin importarle que el negocio familiar fuera en picada, mientras solo exclamaba:
—Ay Mario, no hemos vendido un centavo, la gente cuando te ve parece mirar un fantasma.
El joven sentía mucha rabia por lo que estaba sucediendo, ya que algunos amigos y compañeros del mercado hasta el saludo le habían negado.
Finalizada la jornada de trabajo a media tarde sin por primera vez en la vida del negocio haber vendido nada, Mario le dijo a su padre que iría a la playa con Dana y al anochecer estaría en casa, don Filipo desconsolado se despidió de su hijo no sin antes advertirle una vez más del peligro que corría al andar con la muchacha, caminando cabizbajo se retiró del lugar.
Mientras Mario caminaba hacia la playa el ventarrón parecía detener su andar, también una copiosa pero ligera lluvia anunciaba una tempestad, pero los lugareños tan acostumbrados al mal tiempo muchas veces ignoraban el peligro que corrían al estar a la intemperie, el joven al llegar a la playa pudo ver a Dana sentada bajo un inmenso árbol con largas ramas, corrió hacia ella y con un beso intenso celebraron su encuentro, sentados cerca del tronco se protegían algo de la precipitación, ahí jurándose amor los jóvenes permanecían aunque algo empapados y con el tiempo empeorando.
El aguacero anunciaba lo que ya parecía una tormenta, los rayos iluminaban la noche lo que hizo preocupar a los novios que decidieron retirarse del lugar y así evitar males mayores, Mario de pronto al sentirse acorralado por el agua que comenzaba a inundar la orilla recordó las palabras de su padre, le retumbaron en la cabeza como si presintiera que algo malo iba suceder, cuando ambos se paraban para marcharse un rayo dio en una rama grande que fue a parar directamente al hombro del joven, aturdido por el golpe se desplomó al suelo, Dana en ese momento comenzó a gritar pidiendo ayuda, unos pescadores que pasaban por el lugar levantaron al muchacho y lo llevaron a un dispensario que estaba en la playa.
La suerte parecía estar del lado del muchacho ya que uno de los doctores del pueblo se encontraba en el lugar, luego de examinarlo el médico ordenó el traslado del paciente al hospital que estaba al otro lado, lo que presumía un peligro porque tendría que ser en lancha y el mal tiempo no lo permitiría por el fuerte oleaje.
Los padres, una vez en el lugar, luego que Dana les avisara, fueron informados que el capitán había ordenado el traslado en el muelle por el peligro que corría la salud del joven, a los padres se les permitió acompañarlos, nadie más podía estar a bordo, la joven con lágrimas en los ojos, con rabia e impotencia, con ganas de gritar pero con un nudo en la garganta, miraba cómo trasladaban a Mario en una camilla, allí permaneció hasta que el bote desaparecía a lo lejos en alta mar, pero lo que no sabía era que esa sería la última vez que vería al amor de su vida.
En el centro médico, luego de darle todas las atenciones médicas, ordenaron el traslado al Hospital Central de la ciudad para someter al joven a una operación, sus padres se encargaron de que Dana no tuviera acceso a la habitación donde permanecía Mario, aunque increíblemente no se había aparecido por el lugar, ya que ninguno de los lancheros o los botes que zarpaban se atrevían a trasladar la muchacha, ya que todos se hacían a un lado ante su presencia, ni sus súplicas conmovían a nadie, por el contrario las ignoraban, todos por miedo a ser impactado por un rayo.
Fueron tres meses en los que Mario permaneció en el hospital, y según el parte médico le esperaba una larga rehabilitación, sus padres le propusieron ir todos a Italia, Mario aceptó, ya que se encontraba abatido, la tristeza lo embargaba por la ausencia de la joven, esto hizo desistir al Mario en buscarla, pero de lo que nunca se enteraría era de los intentos de Dana en dar al encuentro con éste.
Mientras en el pueblo Dana indagaba por la salud y el paradero de su novio sin obtener ninguna respuesta, solo que el negocio en el mercado había sido vendido y tenía nuevos dueños, y la casa de don Filipo y su esposa Giulia ya estaba habitada por otras personas recién llegadas, y la respuesta de éstos era que desconocían quiénes la habitaban antes.
Dana nunca llegó a tener noticia de Mario, luego de morir su madre la soledad parecía ser su compañera, ya que nadie se atrevía ni siquiera a mirarla, abatida por tanto sufrimiento aparentemente tomó la decisión de abandonar el pueblo, tampoco se supo más de ella, unos dicen que la vieron cuando entraba al mar hasta perderse, pero otros aseguran que acompaña a su papá porque un rayo también la desapareció, esto lo presumían porque la casa se encontraba en ruinas.
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Años después los residentes al salir de sus casas miraban al cielo para cerciorarse del estado del tiempo, ya que los abuelos nunca dejaban de aconsejar a sus familiares que se cuidaran de las tormentas, aunque nunca se supo de alguna otra persona en ser impactada por un rayo en el pueblo, en las tardes del café, la leyenda del ex minero siempre seguía siendo tema obligado de conversación entre los moradores.
Gracias por leer, Tonizio
Intereante leyenda, a veces cuando suceden cosas que no podemos explicar, lo atribuímos a cosas del mal. Aunque como dicen aquí, si se trata de un minero exitoso, hay que sospechar. Un abrazo :)
El poder, para nosotros oculto, de las cosas sobrenaturales siempre es motivo de especulación, gracias por compartir y opinar sobre el relato, agradecido