Cómo era habitual, a finales de octubre y con motivo de la celebración de la noche de Halloween, el colegio organizaba todos los años unas jornadas de convivencia para los alumnos de último curso. El objetivo era que durante unos días compartieran charlas, juegos y actividades diversas, con el fin de fomentar la amistad y el compañerismo.
Después tres horas de viaje, los chicos acompañados de dos profesores llegaron a su destino, una pequeña localidad de montaña situada en los Pirineos, cercana a una conocida estación de esquí. Tras bajarse del tren, aún quedaba otra hora más de trayecto caminando por una angosta carretera hasta llegar al viejo refugio de montaña.
Una vez instalados comenzaron de inmediato las actividades; no había tiempo que perder. Aunque el día amaneció soleado y con una agradable temperatura, a medida que avanzaba la tarde las nubes fueron cubriendo el cielo, y unas débiles gotas de aguanieve comenzaron a precipitarse.
La noche se tornó gélida y desapacible, y tras la cena, uno de los profesores comentó que era tradición en este tipo de encuentros contar una historia de terror; era la noche de Halloween, la noche de los difuntos, y que mejor fecha del año para ello.
Los chicos formaron un corro, se apagaron las luces, y el profesor encendió una linterna que enfocó hacia el techo, propiciando un ambiente de penumbra acorde para relatar la historia.
Comenzó el cuento explicando que tal día como aquel, víspera del día de todos los Santos, ya hacía muchos años y casi terminando la Segunda Guerra Mundial, un aviador español al servicio de las fuerzas aéreas francesas, se estrelló con su avión en un lugar muy cercano a aquel refugio en el que se encontraban. Afortunadamente pudo salvar la vida al lanzarse en paracaídas justo antes de que el avión se precipitara al vacío. Ya en tierra, el piloto perdido y desorientado comenzó a vagar sin rumbo por aquellas montañas, intentando buscar algún pueblo que le permitiese contactar con su puesto de mando.
Durante horas caminó sin encontrar ningún rastro de vida humana; la noche se aproximaba y sabía perfectamente que si no encontraba refugio, sus probabilidades de sobrevivir serían casi inexistentes. En esa época del año, en aquellos parajes, las temperaturas bajan de los cero grados centígrados cuando llega la noche, así que aunque se encontraba al borde del desfallecimiento, no cejaba en su intento.
Ya casi exhausto, y con el Sol poniéndose tras los picos nevados que se perdían en el horizonte, le pareció divisar a lo lejos un leve resplandor. Un hilo de esperanza le hizo recobrar fuerzas y se dirigió de inmediato hacia ese punto. Según se iba acercando y la noche iba entrando, la luz se iba haciendo cada vez más visible; no tenía ninguna duda, se trataba de una casa.
Al llegar a su destino comprobó que se trataba de un viejo caserón construido de madera con un pequeño farolillo que alumbraba la entrada; intentó mirar a través de una ventana que había junto a la puerta, pero la suciedad y la escasa luz que había en el interior, apenas le permitía ver nada. Llamó varias veces, pero no encontró respuesta; tuvo que esperar un rato hasta que escuchó que alguien se dirigía a la puerta. Una voz débil y apagada le preguntó quién era; el piloto le contó su historia, su accidente, que se encontraba perdido y al borde del desfallecimiento; imploró ayuda. Finalmente la puerta se abrió y tras ella un anciano decrépito le invitó a pasar. En seguida apareció su mujer y le indicaron que fuese hacia la cocina que se encontraba en el otro extremo de la casa.
Un fuego en una vieja chimenea permitió al aviador calentarse, y su luz le hizo percatarse del mal estado en el que se encontraba la vivienda, muy vieja, descuidada y extremadamente sucia. También pudo contemplar detenidamente a los dos ancianos, encorvados, de aspecto muy desaliñado y con una notoria falta de higiene; el entorno y sus habitantes hacían que el lugar y la situación tuvieran un aspecto siniestro.
Los dos ancianos eran muy parcos en palabras y tampoco estaba el piloto con muchos ánimos de conversar. Le ofrecieron un plato de guiso para comer, que vorazmente devoró, tras lo cual le invitaron a pasar la noche en una de las habitaciones de la casa.
Ni el estado de la cama ni de la habitación propiciaban que alguien pudiera sentirse a gusto en aquel entorno, pero el piloto no estaba para desdeñar la ayuda recibida; agradeció el gesto hospitalario de los ancianos y dio gracias por haber salvado su vida.
Pasó un buen rato, y a pesar del cansancio, el piloto no podía conciliar el sueño; algo rondaba por su cabeza sin saber que era, algo no cuadraba. ¿Qué hacía aquella casa pérdida en medio de la nada? ¿De que vivían aquellos pobres ancianos? No había visto huertos ni animales, solo una casa aislada aparentemente sin recursos. Y una cosa le llamaba poderosamente la atención desde el momento en que accedió al interior de la vivienda; se trataba de un intenso olor que impregnaba todo el ambiente; un olor profundamente desagradable y repulsivo.
Pasaban las horas y seguía sin poder dormir, intranquilo; de pronto escuchó un ruido muy leve de fondo; parecían unos pasos que se acercaban hacia la habitación. Sin saber por qué, su instinto de supervivencia le hizo levantarse de inmediato; colocó la almohada bajo las mantas y corrió a esconderse bajo la cama. La puerta se abrió y un débil halo de luz penetró en la estancia. El piloto pudo entonces comprobar horrorizado que bajo la cama y a su lado se encontraba un cadáver desmembrado y descompuesto, en avanzado estado de putrefacción. Un grito interno y desgarrador salió de su interior pero consiguió mantenerse en silencio; sabía que su vida estaba en peligro y no podía hacer ningún ruido.
De repente observó los pies del anciano arrastrándose hacia la cama con algo parecido a un hacha portando de la mano. El terror poseía en aquellos momentos al piloto con un sudor frío que inundaba su cuerpo; se encontraba inmóvil bajo la cama sin saber qué hacer, maldiciendo aquel momento en que encontró aquella casa. Entonces el anciano comenzó a golpear violentamente lo que el suponía que era el cuerpo del aviador; se ensañó durante un buen rato hasta que dio por hecho que había conseguido asesinar a su víctima. Posteriormente el anciano abandonó sigilosamente la habitación cerrando de nuevo la puerta.
El piloto tras salir de debajo de la cama, vomitó de asco mientras su cuerpo era presa de calambres; quería gritar, salir en busca del anciano y golpearlo para desahogarse, pero no pudo moverse y se quedó acurrucado y llorando en un rincón; la presión y el agotamiento psicológico hicieron que durante un rato desfalleciera.
Cuando abrió los ojos, le pareció divisar a través de la ventana los primeros rayos de sol que empezaban a despuntar al amanecer. Sin dudarlo y tras comprobar que los ancianos no se habían despertado todavía, salió corriendo de la casa; corrió sin dirección ni rumbo, escapando del horror.
Volvió a pasar una dura jornada caminando perdido por las montañas, pensando que su muerte estaba cercana. Tras muchas horas localizó por fin un pequeño pueblo y consiguió contactar por telégrafo con su unidad. Al cabo de varios días fue rescatado y contó su insólita historia, pero nadie supo localizar donde estaba aquella remota casa perdida, ni determinar quiénes eran aquellos ancianos caníbales. El recuerdo de aquella macabra noche le persiguió en sus pesadillas durante el resto de su vida.
Tras terminar la inquietante historia, los profesores dieron por terminada la velada y los alumnos se fueron a dormir, algunos intranquilos y con el miedo metido en el cuerpo, y otros haciendo burlas, queriendo demostrar que eran inmunes a ese tipo de historias.
A la mañana siguiente alguno de ellos afirmó haber escuchado ruidos durante la noche; tras asearse y vestirse se extrañaron que ninguno de los profesores se hubiera despertado todavía. Finalmente se decidieron a llamar a la puerta de su habitación; tras no recibir respuesta, optaron por abrir y entrar. Al aproximarse a las camas observaron con horror los cadáveres descuartizados de los profesores.
Este cuento está inspirado en una breve historia que escuché en alguna ocasión siendo niño. Desconozco si era una historia inventada o bien alguna leyenda popular. A partir de lo que recuerdo he creado el cuento de terror aquí descrito.
img credz: pixabay.com
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excelente historia amigo, te sigo
Muchas gracias!
Saludos!
Quedo bueno ese cuento de terror :)
Muchas gracias!
@torkot, Las historias populares suelen tener algo de verdad y esta es escalofriante.
Me alegra que te gustara
Muchas gracias!
Uno de los mejores cuentos de terror que he leído en estos días.
Gracias por compartir @torkot. Feliz noche.