Si tratásemos de dar un debate que convoque a mucha gente, seguramente nos encontraríamos con que este es un asunto sin una única respuesta a cada una de las interrogantes planteadas, sobre todo, porque los involucrados (industria farmacéutica y Estados) tienen el poder para dejar poco margen de acción a quienes les adversan en asuntos tan delicados como la salud, pero también, porque según desde la perspectiva ética con que se aborde el tema, se pueden aminorar responsabilidades de los actores involucrados.
Desde la Ética podemos hallar respuestas, si bien no absolutas, que podrían aclarar el panorama para quienes tienen el poder de la toma de decisiones. En Bioética -que usualmente suele relacionarse como ocupación sólo de médicos, pero que nosotros la vemos desde la perspectiva global como lo planteaba el oncólogo Van R. Potter-, esta situación se presenta como un dilema.
Pues bien, la norma de los Estados es resolver estos dilemas en términos utilitaristas, esto es, la mayor suma de felicidad al mayor número posible, lo que deja fuera a las minorías, por ejemplo, en términos cuantitativos, los niños que han muerto por la aplicación de vacunas. La otra cuenta que hay que sacar, es que si se suprimen las vacunas el número de víctimas fatales de enfermedades previsibles puede ser mayor, una carga que ningún gobierno medianamente responsable estaría dispuesto a asumir.
Si se aborda el tema desde un punto de vista de la llamada Bioética principalista, se estarían comprometiendo los principios de beneficencia, no maleficencia, consentimiento informado y de justicia, éste último relacionado precisamente con el Estado en tanto garante de la vida humana, mientras que los tres primeros, para el caso que nos ocupa, involucrarían directamente a las compañías farmacéuticas.
Hay otros enfoques para abordar estos temas, ello de acuerdo a las corrientes éticas con las que se les asuma. Desde una visión kantiana, por ejemplo, en la que las personas, sujetos provistos de autonomía, deben ser tratadas como fines y no como medios, y por tanto, no pueden ser objetos de daño alguno, sería alto condenable la conducta de los actores involucrados (compañías y gobiernos).
Si de manera independiente se investigan estas denuncias de contenidos nocivos en las vacunas sin coacción de las industrias farmacéuticas, lo cual luce muy difícil, y si los resultados terminan siendo contrarios a los intereses de éstas, estaríamos en una grave situación de violación de derechos humanos (ya que cuentan con la aquiescencia de los Estados).
El asunto debe plantearse entonces, en términos de la puesta en práctica de la ética, que siempre resulta incómoda cuando hay mucho dinero de por medio.
Gracias por la oportunidad de participar.
Fuentes:
Luna, Florencia; Salles, Airleen. 2008. Bioética: nuevas reflexiones sobre debates clásicos. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina.
Zapata, Roberto. 2000. Temas de ética.Universidad Nacional Abierta. Caracas, Venezuela.
Cely Galindo, Gilberto. 1999. La Bioética en la sociedad del conocimiento.Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, Colombia.