Cortázar es tan magnifico que fue capaz de escribirnos tutoriales incluso para llorar. Décadas después de su muerte un legado de letras, palabras y versos se mantienen para transportarnos a lugares desde donde podemos ver la realidad desde otros ángulos.
No me creo heredera de Cortázar ni mucho menos, pero anoche mientras preparaba el almuerzo para el día de hoy me quedé pensando que seguramente él tendría las palabras exactas para la elaboración de un manual que ayudara al Venezolano a sobrevivir y a enfrentar poética y estoicamente los estados de depresión que cada ves se presentan con más frecuencia.
¿Por qué el sofrito?
Ya les había comentado que amo cocinar y por tanto considero que toda buena base para unos granos, un asado y un guiso es el sofrito. La cosa es que cada día se vuelve algo más inevitable irle restando elementos a ese sabor especial: "Bueno, si ya le puse cebollin mejor guardo la cebolla para mañana", "Ya que el pimentón está tan caro, lo mejor es comprar aji dulce", "Ésta semana subieron el tomate, haré salsa verde mejor". Y si, esto me ha permitido aprender técnicas nuevas e ingeniar alternativas pero eso no significa que no afecte el tener que cocinar lo que HAY y no LO QUE SE QUIERE.
Sin embargo, no hay que olvidar que cada día es una nueva oportunidad y que con muchos o pocos elementos, lo importante es que aun en éste desastre que vivimos todavía puedo hacer el sofrito. Por tanto aquí les dejo mis instrucciones:
Para un buen sofrito lo importante es el sabor: tome una ramita de cebollin, un trozo de ajoporro y un pedacito de celeri, colóquelos en la tabla y rebane con cuidado sin manchar de sangre ninguna de las hojas. Abra la nevera y observe fijamente la cebolla y el tomate, tenga plena certeza de que se verán mejor en una ensalada y abandone las esperanzas de incluirlas dentro del sartén. Vuelva a la tabla y deslice lo ya picado sobre la superficie aceitada y caliente del objeto de confianza y a fuego medio revuelva para luego agregar los pedacitos de ají y la sal. Es recomendable no dejar al azar lo picante de su naturaleza sino someterlo a prueba para evitar un desafortunado evento como sería derramar lágrimas durante la comida. Por último incluya los ajos previamente pelados, triturados y picados a la mezcla, si considera que sus manos han adquirido el potencial capaz de ahuyentar a un vampiro, la tarea ésta hecha. Proceda entonces a mezclar con sus granos u otros elementos de su preferencia y sirva al gusto.
Y... ¿recuerdas a Tita en Como agua para Chocolate, cómo habría hecho ella con esta situación?, creo que la gente que le gusta la cocina tienen la sazón en la mano y con una hojita de orégano hacen maravillas. Me acordé de ella mientras te leía.