Friedrich Nietzsche
Joseph abrió la puerta casi sin energías. Al borde de desmayarse por completo. Soportando el dolor que azotaba cada parte de su cuerpo, sangrando a montones y con la pierna evidentemente fracturada, al cruzar cayó al piso en un golpe seco. Pero el pánico que sentía era demasiado fuerte para dejarse vencer allí, así que se arrastró. Sacando fuerza de donde no tenía e intentaba con toda su desesperación huir de esa maldita casa. La oscuridad de la noche le impedía tener un claro panorama de donde se encontraba, así que continuó a ciegas. Su vista empezaba a fallar, no tenía claro si era a causa de la intensidad del dolor o que aún el efecto de las drogas lo mantenía en ese estado de parcial desconexión de su entorno. Tampoco había tiempo para reflexionarlo, solo importaba arrastrarse con excesiva urgencia. Arrastrarse y huir, o rendirse y morir.
Dejando una estela de sangre a su paso, intentaba moverse más rápido, con la respiración acelerada y el corazón en un puño. Miraba hacia atrás con la intención de ver que tan lejos se encontraba de la casa, intentó gritar. Pero ni un solo sonido salía de su boca. Su garganta le quemaba y la soledad del lugar le hacía pensar que no importara lo mucho que pudiese alzar la voz, nadie. Absolutamente nadie lo escucharía.
Percatándose de que estaba en una calle completamente desolada, no se visualizaba casas en la proximidad, Solo un poste de luz tenue iluminado la lúgubre escena de la que era parte. El pánico había controlado por completo su espíritu. Seguía arrastrándose rogando en lo más profundo de su ser no estar tan solo como su vista le señalaba, esperando equivocarse. Pero una voz en su cabeza, muy baja, casi como un susurro le restregaba la cruel verdad de la que era participe: No había escapatoria. Solo condenación. Seguida de la incontrovertible muerte.
Había llegado a la acera de enfrente. Y sus pensamientos se concentraron en hacer un último esfuerzo para ponerse de pie. Se apoyó en una oxidada y abierta cerca, decidiendo olvidar el tortuoso dolor que sentía debido a su pierna, la miró fijamente unos segundos para constatar que no se veía nada bien. Evidentemente fracturada y torcida, se levantó para empezar a saltar sobre su pierna sana esperando huir con mayor velocidad. La herida en su abdomen, de igual manera se veía grave y potencialmente mortal, abierta a totalidad, la sangre no solo había bañado el piso por donde se arrastraba sino su ropa por completo, una camisa blanca que parecía que en otro tiempo era muy costosa y símbolo de lujo, había perdido su valor estético en un festival de color rojo dispersado irregularmente por la tela.
Confundido y ya casi sin aire en los pulmones. Su agilidad para la huida empezó inevitablemente a fallar hasta que sintió un golpe por la espalda que lo tumbó boca abajo.
--- Eso fue muy grosero de tu parte Joseph. No puedes abandonarme así cuando aún no hemos terminado. --- Le comentó una voz con un total signo de imperturbabilidad.
Le puso el tacón sobre la espalda y lo volteó boca arriba para que pudiese verla. Era ella. Lo había alcanzado. Aquella joven rubia vestía un traje completamente negro y lo miraba con una sonrisa sarcástica.
--- Es una falta de respeto a la hospitalidad Joseph. Verás he preparado mi casa con mucho cariño para tu estadía ¿Y tú simplemente decides rechazarla intentando irte así? ¿Sin siquiera diciendo adiós? ¿En serio? Huyendo como un ratero. – Continúo la mujer haciéndole muecas de reproche.
Joseph abrió la boca para hacer un último esfuerzo en gritar, necesitaba hacer cualquier alarido que se tradujera en un llamado de auxilio y una subsecuente salvada. Pero solo volvió a sentir dolor al intento. Derrotado y sin posibilidad real de escapar, lloró desconsoladamente sintiendo cada vez más fuerte y vivo el dolor en todo su cuerpo, La sangre fluir a través de él, el horror que lo paralizaba y la impotencia de ser vencido por aquel rubio demonio.
--- No seas melodramático. La pasaremos muy bien. Ven, acompáñame. Hace mucho frío afuera. --- Comentó mientras se acercaba a Joseph con intención de arrástralo de vuelta a la casa. Sin embargo, Joseph se defendió golpeándola en la cara cuando ella se acercó. Una acción que perturbó por primera vez el rostro de la mujer, quién iracunda golpeó reiteradas veces a Joseph en la cara con una vara de metal que sostenía en su mano derecha hasta dejarlo inconsciente.
Una vez terminada la golpiza. La mujer miró hacia los lados con suspicacia. Esperando encontrar la cara de algún curioso en la zona. Y ante la negativa de esa situación tomó su mano y lo arrastró lentamente a la casa. Esa antigua y bella casa que significaría el infierno para él. La última línea en el gráfico de su vida y el suplicio más doloroso por el que algún mortal podría pasar en tiempos actuales. Una vez ambos adentro. La rubia mujer cerró la puerta con una expresión de triunfo maquiavélico en su rostro. La bestia por poco había perdido a su presa. Pero la recuperó a tiempo y ahora, solo era momento para una cosa: El festín.
Pero ¿Cómo era posible que aquel desdichado hombre cayera en las garras de tan amenazador monstruo? ¿Estaba todo perdido para él realmente? ¿Qué clase de horrores se encontraban tras la puerta donde permanecía cautivo?
Empecemos pues, por el principio de este viaje al mismísimo centro de la oscuridad humana, una historia marcada por el dolor, la venganza y el sufrimiento en proporciones dantescas, como muy pocos han visto en la tierra.
Joseph era un tipo exitoso. Un increíble hombre de negocios, con una personalidad completamente agresiva para la economía, desde muy joven siempre tuvo la vocación de ser alguien importante en la vida. Y de hecho se podría decir que siempre aborreció a quienes consideraba personas corrientes. Joseph quería ser grande. Y nunca tuvo reparos a la hora de conseguir sus objetivos. Elegante, y fanático de los lujos. Se convirtió en el presidente de una importante empresa dedicada a la producción de vinos. Siendo su producto toda una referencia de calidad.
Arrogante, adorador de la buena vida y de los excesos. Nunca se había planteado la posibilidad de lo que llaman “Sentar cabeza” Así que aparte de su célebre don como empresario. Se labró una reputación de fiestero, excéntrico y don juan.
Por la vida de Joseph desfilaron toda clase de mujeres, desde actrices de cine hasta modelos de revistas, ninguna significó mucho para él. Las mujeres eran un aspecto secundario de su vida, uno que solo se limitaba al deporte masculino de cazar a la más deseada y acostarse con ella. Nunca se involucró con una más de lo normal, y cuando lo hacía. Vivía una mentira, una doble vida separada entre sus instintos más básicos. Y las expectativas de la novia de turno. Asegurándose una vida plástica, pero placentera. Era la máxima expresión del hedonismo en el siglo XXI.
Fanático de los encuentros casuales, establecía conexiones a través de aplicaciones y sitios de sitas para quedar con mujeres desconocidas, un ritual del cual ya estaba completamente acostumbrado y en el que obtuvo todo tipo de experiencias placenteras.
Sin embargo, todo cambió con aquella chica. Esa chica tan hermosa que vio en el sitio de citas aquella madrugada. No dudó en hacer click en su foto de perfil para detallarla con mayor profundidad. De piel blanca como la nieve, cabello rubio y unos hermosos ojos verdes. Aquella enigmática mujer parecía la indicada para establecer un encuentro improvisado con la intención de conocerla mejor. Así que le escribió y aguardó por una respuesta de su parte.
Tras una larga espera, la mujer respondió. Y así empezó la comunicación con aquella sensual e intrigante chica, ambos tenían intereses en común, ambos fanáticos de la vida bohemia y con un gusto mutuo por las relaciones “Sin ataduras” Quedaron en conocerse y al cabo de unos días se vieron por primera vez, Joseph nunca se había sentido así con una mujer. Su magnetismo era irresistible, su voz era cautivadora, su manera de ver la vida y cada gesto o mueca que expresaba era similar al de una obra de arte en movimiento. Y el sexo, ¡Oh el sexo! Era una experiencia casi religiosa entre ambos cada noche que se quedaban juntos. Aquella mujer había logrado volverlo loco a un punto donde ni el mismo parecía dar crédito.
El tiempo siguió su camino. Habían transcurrido cerca de 90 días de el primer encuentro entre Joseph y ella. Aquella noche, ambos habían obtenido una reservación para cenar en el prestigioso Golden Suit Paccord. Un lujoso lugar del que muy pocos se jactan de poder asistir en la ciudad.
Sentados en la mesa, Y degustando un exquisito Strogonoff de carne. Joseph no dejaba de contemplar la belleza de la mujer, Quien llevaba un elegante vestido color azul y llevaba los labios pintados de color rojo intenso.
Se perdió entre los ojos verdes y llamativos de Camille, Ese era su nombre. El tiempo parecía no transcurrir cuando la tenía al frente. Su teléfono sonó y miró repentinamente a la pantalla. Tras ver el nombre del emisario de aquel mensaje escrito hizo un gesto de desdén y apagó el móvil.
--- Del trabajo, supongo. --- Comentó Camille sonriéndole.
--- De hecho, no, Es solo un antiguo socio que quiera establecer una junta para recuperar un viejo negocio. --- Respondió Joseph mientras guardaba su teléfono en el bolsillo de su chaqueta.
--- Y bien Camille. ¿Qué te ha parecido el lugar? –
--- Maravilloso. Nunca habría podido imaginar que estaría cenando en el gran Golden Suite. – Dijo llevándose la mano a los labios.
--- Es increíble que nunca hayas venido a este sitio. Considerando que eras una de las mejores en tu trabajo. – Dijo Joseph apoyándose sobre la mesa, buscando acercarse más a ella.
--- Cariño, Ser la psiquiatra mejor pagada de la ciudad no viene solo, tal vez haya ganado prestigio. Pero he perdido mucho tiempo libre. --- Sentenció levantando su copa de vino.
--- No solo la mejor pagada, Sin duda eres también la más sexy de todas. --- respondió Joseph viéndola fijamente.
Camille devolvió la sonrisa de forma pícara.
--- No tanto como el empresario con el que estoy saliendo estos días. ---
--- Debe ser todo un galán. --- Ironizó Joseph.
Camille volvió a reír para concentrarse en su plato, hubo un pequeño silencio de diez segundos y Joseph volvió a hablar.
--- ¿Qué tal tu día? –
--- No muy interesante, a decir verdad. Esta tarde solo me dediqué a darle clases a mis alumnos sobre la psicopatía y formas de reconocerla. –
--- Suena interesante. ---
--- No si has hablado de este tema por los últimos doce años. --- Dijo Camille con Sarcasmo.
--- En serio. Siempre me he fascinado con esto de las enfermedades mentales. Hubo un tiempo que no paraba de leer sobre ello. ---
--- La psicopatía no es una enfermedad mental. Al menos visto desde un punto de vista objetivo. --- Señaló Camille.
--- ¿A que te refieres? –
--- Se entiende por enfermo mental al sujeto que pierde el contacto con la realidad. Puede oír voces, ver cosas que no existen, tener ideas absurdas. El psicópata claramente no lo es. El psicópata está en contacto con la realidad, Cosa que lo hace aún más complejo. ---
--- Estás diciéndome que toda esa gente terrible en el mundo, asesinos en series, torturadores, etc. ¿No son enfermos mentales? ---
Camille negó con la cabeza para luego responder tranquilamente.
--- Es bastante difícil para la humanidad concebir el mal como algo orgánico de nuestra naturaleza, que es preferible asignarlo a una enfermedad mental. Aún cuando la psicología ha demostrado que es más fácil delinquir en esta vida siendo una persona mentalmente sana a otra que padece alguna condición. ---
Joseph cruzó los brazos asombrado para luego preguntar:
--- ¿A ver y como reconoces a un psicópata? ---
--- Los psicópatas tienden a llevar un estilo de vida fundamentado en la inmediatez. tienden a satisfacer sus necesidades más básicas: Hambre, sexo, etc. Por lo que no tienden a planificar su futuro con meticulosidad. Poseen una gran facilidad para mentir, y a veces lo hacen para obtener lo que quieren inclusive si ello significa perjudicar a otras personas. Suelen desenvolverse en la vida cotidiana con relativa adaptabilidad debido a que han aprendido ingeniosamente a ganarse la confianza de los demás con su falso encanto. Algo que les da una increíble capacidad de persuasión. Y por último no se arrepienten de sus actos, pues carecen de conciencia moral dado que viven bajo su propio esquema de valores. ---
Joseph soltó una risa burlona al escuchar esas palabras
--- ¡Suena muy parecido a mí! De hecho ¿Qué te hace pensar que no soy uno de esos psicópatas? ---
--- ¿Qué te hace pensar a ti que yo no soy una psicópata? --- Respondió Camille con sorna. Ambos se vieron fijamente para luego entregarse a una carcajada mutua.
Tras parar la risa. Joseph pudo sentir como el pie de Camille subía, tocaba su pierna y empezaba a subir, hasta tocar su entrepierna.
--- Sabes, por mucho que disfruto esta conversación académica contigo, Hay algo que sin duda disfrutaría más. ---- Dijo en voz baja y con esa expresión perversa que tanto le encantaba a Joseph.
--- ¿Y no te importaría mostrarme que es camino a mi casa? --- Preguntó acariciando su pierna con una mano bajo la mesa y con otra su rostro.
--- De hecho, mi casa queda mucho más cerca. Puedes llevarme allí si quieres. Mi cama es completamente nueva. --- Guiñó el ojo.
Joseph pidió la cuenta de inmediato y ambos salieron del lugar camino a casa de Camille. Quien le instruía de como llegar mientras jugueteaban en el carro entre paradas. Tras unos 15 minutos. Camille señaló la entrada a su urbanización. Algo barroca, tal vez demasiado para su gusto. Joseph empezó a mirar las casas esperando que la de Camille estuviese lo más cerca posible. Sin embargo. Le tomó otros 10 minutos llegar al final de la avenida, a la última casa del sitio. Algo retirada del resto. Pero hermosa. De dos pisos de altura y con sello fino de elegancia característico de la personalidad propia de Camille. Ambos se bajaron del carro y entraron a oscuras a la sala de estar.
Se besaron cerca de diez minutos. Joseph sentía el nivel de testosterona de su cuerpo fluir por la estratosfera. Y empujó a Camille contra la pared donde empezó a rasgarle el vestido. Sin embargo. Esta lo detuvo en seco.
--- Creo que deberíamos ir por más vino. --- Comentó separándose de él.
--- No quiero más vino. Te quiero a ti. --- Decretó Joseph volviendo a empujarla contra la pared.
Camille volvió a apartarse de él. Esta vez con más fuerza.
--- Sí, pero yo si quiero una copa más de vino. ¿Será que puedes esperar? --- Dijo en tono de súplica.
Joseph parecía frustrado ante tal comentario.
--- Por favor. --- Suplicó Camille haciendo pucheros.
Joseph asintió. Y Camille fue a la cocina. Rápidamente volvió con dos copas de vino. Y ambos empezaron a beber. Tras un par de tragos. Joseph volvió a su cometido.
--- Y bien ¿Dónde nos quedamos? Dijo mientras se acercaba a besar a Camille quien solo se rió ante su actitud para devolverle el beso.
Sin embargo, Joseph empezó a sentirse algo mareado y se separó de Camille para recostarse de la puerta.
--- ¿Estás bien? --- Preguntó Camille preocupada.
--- Sí cariño. Solo que creo que he bebido de más. Pero ya estoy mejor. --- Dijo con calma.
Intentó acercarse una vez más a Camille, pero su visión se hizo más borrosa. Llegando a perder el sentido de orientación por completo. Solo pudo sentir como sus piernas fallaban y caía al piso. Completamente desmayado. Solo podía escuchar la voz de Camille quien le preguntaba una y otra vez:
--- Joseph, cariño. ¿Estás bien? ---
Todo se oscureció de repente para Joseph al punto de no ver completamente nada. Sus oídos con el paso de los segundos también dejaron de escuchar. Perdiendo la consciencia de manera definitiva.
Al despertar Joseph se percató de que estaba de pie. Colgado de las manos por una soga que le apretaba fuertemente. Estaba en un cuarto completamente oscuro, que solo tenía una luz tenue por un bombillo que se encontraba cerca de la puerta. Aturdido y confundido. Sentía una gran debilidad en su cuerpo. La sensación de mareo que había tenido hace un momento persistía, solo que no era tan constante como en un principio. Miró de un lado a otro buscando algo que pudiera explicar el porqué se encontraba allí. Y desesperado empezó a gritar:
--- ¡Camille! ¡Camille! ¿Dónde estoy? ---
--- ¿Aún no sabes donde estás querido? Estás en el mismísimo palacio de los pecados. Un palacio hecho a tu medida para una entidad de majestad tan grande como los pecados a los que tú, llamas placeres y degustas con tanta exquisitez. --- Se escuchó una voz al fondo del pasillo. Una que venía acompañada de una silueta negra que se acercaba hacia el hasta el punto de descubrirse por completo. Era Camille. Vestía un traje completamente negro y unos guantes del mismo color. Se había recogido el cabello y lo miraba fijamente de arriba abajo.
--- ¿Camille que es todo esto? --- Señaló hacia sus muñecas amarradas por la soga.
Camille no pareció prestar atención a su pregunta.
--- ¡Qué pena que beber agua no sea un pecado! ¡Qué bien sabría entonces! Dime Joseph ¿Has leído a Leopardi? Un gran poeta. Si que sabía llevar el romanticismo a otro nivel. ---
--- No tenía idea que te gustaban estas cosas de bondage. Nunca me lo habías comentado. ---
Camille sonrió con un gesto de burla en los labios.
--- ¡Oh querido! Hay muchas cosas que no sabes de mi. – Dijo posando sus manos sobre el pecho de Joseph. Al contrario de ti cariño. Eres tan cristalino como el agua que es hasta algo aburrido tener que fingir que no lo sé. ---
--- ¿Qué intentas decirme? ¿Qué fue lo que me pasó? ¿Me desmayé? –
--- Demasiadas preguntas para algo que debería ser tan calmado y disfrutable como esto mi amor.—
--- Así que de eso se trata ¿Un poco de sexo sadomasoquista? Bueno. Venga pues. Soy abierto a probar cosas nuevas. Trae tu látigo. ---
--- Claro que lo eres. Pero No soy muy fan de los látigos. Prefiero algo más honesto y menos pomposo, algo que de hecho tengo para ti en este momento bebé. ---
Camille se acercó a Joseph lo besó en los labios y tras mirarlo fijamente se volteó para acercarse a un viejo mueble que se encontraba en la puerta del sótano. Abrió la gaveta tomó algo y lo escondió poniendo las manos en su espalda.
--- Si que eres una caja de sorpresas nena. -- Dijo en Joseph riéndose mientras Camille se acercaba lentamente hacia él.
Una vez que estaban frente a frente, Camille se quedó viéndolo fijamente sin decir nada. La sonrisa ignorante de Joseph empezaba a convertirse en un gesto nervioso al ver que la rubia mujer no hacía más que mirarlo de arriba abajo completamente inexpresiva.
--- ¿Cariño? --- Preguntó con un tono un poco menos jocoso.
La respuesta de Camille fue inmediata y completamente inesperada, descubrió su mano rápidamente y Joseph solo pudo sentir un dolor enorme en el rostro, tan profundo que no podía abrir los ojos luego de aquel golpe que había recibido. Tras unos segundos su visión empezaba a normalizarse para notar a Camille que seguía parada allí frente él. Sujetando un pequeño martillo en su mano que estaba ensangrentado. Joseph pudo notar que ese goteo que sentía en su frente se debía a que la sangre que veía en la herramienta era sin duda suya.
--- ¡Pero que carajos! --- Exclamó en un grito de desesperación. --- ¿Por qué carajos has hecho esto? –
--- Oh. Es que de verdad creías que se trata de simple sexo sadomasoquista en verdad. --- Respondió riéndose. --- No debes ser tan básico cariño, esto es algo más profundo. Se trata de dolor, se trata de purgar una pena. Una vieja y archivada en los confines del olvido. Pero con fecha de retribución ineludible. ---
--- Estás loca. ---
--- Otra simplificación mediocre de tu parte. No. Solo vengo a ver en primera fila. Tu sufrimiento Joseph. Hoy vine a ver en el palco preferencial como te encuentras cara a cara con las consecuencias de tu vida. Has gastado mucho en esta vida cielo. Y ya llegó la hora de pagar las facturas. ---
--- Esto es una maldita estupidez, suéltame ya. --- Inquirió Joseph.
Camille sin mediar palabras solo le propinó otro golpe con el martillo a Joseph. La sangre salpicó sobre su rostro de manera inmediata y ella solo se limitó a limpiar parcialmente algunas de las gotas solo para verlas en su mano y sonreír.
--- Desde ahora en adelante están prohibidas las malas palabras bebé. Esa grosería fue inaceptable. --- Dijo mientras limpiaba el martillo con una toalla blanca.
Joesph sentía que su cabeza iba a estallar, sus ojos empezaban a recibir el flujo de sangre que salía de su frente. Le dolía la mandíbula y apenas podía alzar la mirada.
--- Verás Joseph. Hay realmente una razón en especial por la que estamos aquí hoy. Y puedo resumirla en una simple palabra. Así de sencillo. Una normal e inofensiva palabra. Más bien es un nombre. ¿Quieres que te lo diga? ---
Joseph no respondió nada, aún no podía reponerse de aquellos brutales golpes así que prefirió no abrir la boca. Sin embargo, Camille le agarró el rostro con extrema furia y lo obligó a mirarla.
--- Es muy descortés de tu parte no responder cuando te hablo Joseph, así que voy a preguntarte otra vez ¿Quieres que te lo diga? ---
Joseph asintió vagamente mientras luchaba para mantenerse consciente tras el golpe.
--- Bien. Pues ahí te va. Valencia. ¿Sabes a lo que me refiero Joseph? ¿Qué viene a tu mente cuando te menciono aquella ubicación geográfica? ---
--- La verdad... N… n… nada. --- Tartamudeó.
Camille se mordió los labios e hizo un gesto de desesperación.
--- ¡Respuesta equivocada! --- Exclamó.
Camille tomó una bolsa de plástico y procedió a ponerla en la cara de Joseph. Asfixiándolo lentamente. Poco a poco el aire empezaba a escapar de sus pulmones. Podía sentir la desesperación, el pánico. La imposibilidad de Inhalar se transformaba en una absoluta y total agonía. Justo cuando empezaba a sentir que no le quedaba mucho por luchar. Camille le quitó la bolsa de la cara.
Joseph tosió inmediatamente. Durante unos minutos empezó a sentir como el aire volvía a su cuerpo. Su pecho le dolía. Y su cuerpo temblaba de manera descontrolada.
--- Voy a repetirlo una vez más bebé. Y espero que esta vez respondas de forma correcta. ¿En que piensas cuando te digo Valencia? ---
--- Valencia… Allí viví en mi adolescencia. --- Respondió Joseph jadeando.
--- ¡Exacto! Allí viviste. El grande guapo e irresistible empresario una vez vivió en una pequeña urbanización de Valencia. ¿Sabías que tenemos eso en común? Excelente lugar para la juventud ¿No es así Joseph? ---
Camille se alejó lentamente para acercarse de nuevo al viejo mueble para abrir la gaveta una vez más.
--- Continuemos jugando querido. Voy a hacerte otra pregunta Y espero firmemente que no te vuelvas a equivocar. Sería una pena tener que asignarte una nueva penitencia. --- Dijo mientras sacaba de la gaveta unas pinzas afiladas y se las mostraba con una sonrisa que evidenciaba un total disfrute por la situación.
--- ¿Qué pasó el 17 de julio de 1993 en la casa de Miguel González? ---
Joseph alzó la vista preocupado para mirar fijamente a los ojos a Camille.
--- Debo confesar, que me sentí muy mal al ver que no me reconociste por completo aquella vez que nos encontramos por primera vez, después de tantos años de ausencia. Supuse que en tu constante afán por dejar atrás la verdad de tu vida. De quien eres en realidad, para rellenar los vacíos enormes con una falsa imagen de Yuppie mujeriego. Habías borrado por completo mi rostro de tu memoria. En un acto reflejo por querer borrar tus culpas del pasado. Podrás notar la decepción notoria al percatarme que no fue así, no olvidaste por vergüenza. Olvidaste simplemente, porque en tu mente no valía la pena almacenar dicho recuerdo. Porque así eres. No está en tu naturaleza. ---
Joseph seguía sin apartar los ojos de Camille, horrorizado por aquel comentario que parecía dar luz a lo que estaba viviendo. Camille se acercó completamente a él poniendo las pinzas sobre su pecho y le dijo al oído:
--- Así que te lo voy a preguntar una vez más. ¿Recuerdas el 17 de julio de 1993 en la casa de Miguel González en Valencia? ---
Las memorias de Joseph empezaron a fluir como un destello de luz. De forma inmediata, su mente empezaba a revelar una escena que había olvidado por completo, pero de la que de alguna manera marcó su vida en silencio.
Dudó en responderle a Camille y solo bajó la cabeza, huyendo de su mirada fría y amenazante. Negándose a responder la cuestión.
Camille se encogió de hombros para luego decir:
--- Lo intenté. --- Mientras puso la pinza sobre la oreja derecha de Joseph y empezó a apretarla con un exceso de fuerza en su pulso, la sangre pasó de un tímido goteo a ser un manantial en honor al horror y la crueldad de Camille. Tras mucho apretar había logrado su cometido, arrancando parte de su oreja para luego mostrársela y lamerla. Todo sin dejar de sonreír.
Joseph sentía que moriría de dolor, era demasiado en cuestión de minutos. Sus heridas en la cabeza, los golpes, la asfixia y ahora la tortura con las pinzas. Se entregó a un completó grito que evidenciaba el pánico total que sentía por la inminente amenaza de muerte.
--- ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude! ¡Auxilio! --- Exclamaba llorando de desesperación.
--- Oh no. Cariño. No servirá de nada gritar. --- Sentenció Camille cruzándose de brazos. --- Estás solo. Siempre has estado solo. Este lugar no es más que el espejo de una vida ficticia que te has dado lejos del pantano al que perteneces, te has vestido bien. Aprendiste a hablar, a caminar y a usar los cubiertos. Pero en el fondo no puedes borrar ese pantano donde creciste, la suciedad donde te formaste y la basura en toneladas que te definió en tu miseria. Pese al lujo, el pantano sigue allí en tu alma. No eres más que un cerdo. Que se salió del pantano retrasando su ejecución en el matadero. ---
--- ¿Por qué? ¿Por qué me haces esto a mí? --- Gritó entre sollozos Joseph.
--- Creo que al mencionarte la fecha y el lugar sabes el porque de todo esto. ¿Creíste que realmente te saldrías con la tuya? ¿En verdad creíste que puedes escapar de pagar el precio por tus ofensas? ¿Aun cuando es un principio fundamental del universo que cada acción trae consecuencias? Consecuencias Joseph. Pueden demorar, pero no se eximen. Las consecuencias forjan lo que algunos creyentes llaman destino. Y esta noche. Tu destino estará sellado por completo. ---
--- Por favor, si quieres matarme. Solo hazlo ya. ---
--- ¡Por Dios Cariño! No has entendido nada. Te lo dije. Esta noche se trata de dolor, de destrucción y de un extremo suplicio como única fuente de afrontarte a ti mismo. ¿Qué clase de didacta sería si te negara el beneficio de aprender por medio de la única vía que nos garantiza enseñanza? El sufrimiento. Ese mismo que me moldeó me hizo ver las cosas tan claras que aquí estoy. Dispuesta a compartir mi aprendizaje contigo. --- Respondió acariciándole el cabello.
--- De hecho, te tengo una sorpresa cariño. ¿Ves esa puerta que está allá al fondo? --- preguntó señalando hacia el final del oscuro pasillo, donde se encontraba la puerta que había notado desde el principio. De madera y con manchas de pintura dispersa sobre ella. --- Detrás de esa puerta te tengo un regalo muy especial así que ¿Te parecería bien si decidimos abrir tu presente bebé? ¿Qué me dices? ---
Joseph solo guardaba silencio, esperando morir en cualquier momento, no pensaba seguirle el juego a esa maniática que se divertía con su tormento. Era mejor que todo terminara de inmediato, Sin tantos rodeos, ni morbo a su alrededor. Sin embargo, ante la negativa a responder, Camille tomó una delgada vara de metal del piso y lo golpeó en las costillas.
--- Será mejor que me respondas cuando te hable, es extremadamente grosero. ---
No podía aguantar más, no quería aguantar más. Cada golpe. Cada herida que Camille le propinaba la sentía con mayor dolor que la anterior. Sus piernas temblaban, con múltiples heridas en su cuerpo. No tenía más capacidad de resistencia ante lo que viniera.
--- ¡Mátame! ¡Mátame ya! --- Gritó.
Camille solo sonrió ante el grito, como casi a todas las expresiones de dolor y agonía que manifestaba. Y se dio media vuelta, para ir hacia la puerta y abrirla.
Estaba estupefacto, detrás de la puerta se encontraba una joven de cabello negro, morena. Que vestía una chaqueta de Jean y con el rímel corrido a causa de las lágrimas. Amordazada y amarrada a una silla.
--- Los presentaría, pero sin duda se que ya se conocen. --- Dijo mirándolos a ambos. Mientras le retiraba la mordaza a la chica.
--- ¡Joseph! ¡Joseph mi amor! --- Exclamaba la joven casi sin aire en los pulmones.
--- Mariana. --- Susurró Joseph para luego caer en llanto. --- Mi amor, lo siento. ---
--- Ah. ¿Crees que no conocía todo de ti cariño? La verdad lo primero que hallé al ponerme a investigar acerca de ti fue a la preciosa Mariana. Tu bella y desdichada novia. Y perdóname el comentario. --- Dijo mirándola a los ojos. --- Pero solo una mujer muy desdichada tiene la pésima suerte de establecer una relación con semejante individuo.
--- ¿Por qué la trajiste aquí? ¡Tu problema es conmigo! --- Reclamó Joseph.
--- Para ilustrar un punto querido, verás. Es muy fácil descifrar a tipos como tú, Son tan básicos, tan primitivos. Todo se trata del apareamiento y la depredación en el animal masculino. Cazar la carne. Matar la carne, comer la carne, reproducirse y morir. El ser humano no está exento de ello. ¿Piensas que esa rutina de recibir mensajes de otras mujeres y luego decir que se trataba de “Antiguos socios” es realmente aceptable para el entendimiento de alguien que comprende a los hombres como lo que son? ¿Era ella verdad? ¿La que te escribió esta noche mientras cenábamos y decidiste ignorar? ¿Qué era lo que decía el mensaje Joseph? ¿Qué tenía lo pobre y dulce Mariana que decirte en ese momento? ---
--- Mariana, mi vida lo lamento. Todo esto es mi culpa. --- Dijo Joseph Ignorando a Camille.
---¡Respóndeme! --- Gritó Camille ante la falta de atención de Joseph.
Levantó la cara para verla fijamente. Sin decir nada. Solo con una mirada de desprecio hacia ella.
--- Más te vale que respondas rápido. --- Dijo mientras le jalaba el cabello a Mariana y esta gritaba de dolor.
--- Decía... Decía... Espero que vuelvas a casa pronto mi amor te amo. --- Respondió cerrando los ojos.
--- Oh. Adorable sentimiento, lástima que enfocado hacia un pobre diablo. ---
--- ¡Basta! ¿Por qué nos haces esto? – Gritó Mariana angustiada.
Camille volteó hacia Joseph.
--- Cariño. Quiere saber porque te hago esto. ¿Se lo dices tu o se lo digo yo? ---
--- Por favor, basta. ---
--- Vamos bebé. Tu linda novia quiere saber. Tiene derecho. --- Replicó. Camille.
No hubo respuesta por parte de Joseph, quedando todo en silencio por unos segundos.
--- Bien. --- Resopló Camille. --- Hace 25 años. Una joven inmigrante llegaba a Valencia con la esperanza de poder progresar y tener un mejor futuro. Se llamaba Alejandra Montero. Alejandra era joven, ingenua y extremadamente tímida. Sola, sin ningún familiar que velara por ella, Alejandra tuvo que arreglárselas para poder subsistir, Así que tomó la decisión de trabajar para una familia pudiente en aquella ciudad. Los famosos empresarios de la industria alimenticia González. Alejandra tuvo que enfrentarse con toda clase de abusos, vejaciones y malos tratos por parte de aquella nauseabunda familia. Soportando tener que ser manoseada y abusada por los hombres de la casa, quienes confundieron el trabajo de casera con el de mujerzuela. Un día, específicamente la tarde del 17 de julio de 1993, El joven y repulsivo Miguel González hizo una fiesta, Una llena de todos esos lujos y excesos que tanto le encantan a tu novio. Drogas, alcohol y sexo. Aunque fuera forzado.
Esa tarde, mi querida Mariana. Al joven Miguel no se le dio una sorpresa que tenía preparada para sus amigos. Contratar un grupo de prostitutas para que fueran el entretenimiento de los huéspedes. Así que, en su repulsiva mente, hizo lo que consideraba mejor. Drogar a la criada y ofrecerla a sus compañeros para que se acostar con cada uno de ellos.
¿Puedes adivinar quien estaba en el grupo? ---
Mariana volteó horrorizada para ver a Joseph quien rehuía de la mirada de su novia y concentraba su vista en el piso.
--- No tienes idea del asco, que me produjo aquella noche. Violada por más de cinco hombres. Del dolor que me causaron. De la repulsión que significaba para mi el verme al espejo cada día. No pude soportarlo. Así que tras caer en las drogas y un par de sanatorios. Decidí acabar con mi vida. Dos veces. No tuve éxito. Sino hubiese sido por una doctora que me atendió en el hospital no estaría aquí. Ella me brindó apoyo. Me dio educación y me crió como si fuera su hija. Llegando inclusive a tener una carrera, un nuevo nombre, una nueva vida. Pero en el fondo. Alejandra seguía sufriendo y Camille sentía que debía hacer algo al respecto. Es por eso que pasé los últimos cinco años de mi vida dedicada a buscar a todos los malditos cerdos que me tocaron esa noche, y los he ido eliminando, uno por uno. El penúltimo. El repugnante González. Tras una larga agonía y dolor como solo yo podría imaginar, hizo lo único bueno que podía hacer en vida. Darme la ubicación de Joseph. Así que vine acá con la intención de que sea el último hombre en mi lista de venganza. Es por eso que estamos aquí los tres. Viendo a Joseph drogado, humillado y vejado físicamente, para que solo tuviera una idea de lo bajo y doloroso que fue para mi esa tarde. ---
--- Joseph. ¿Cómo pudiste? --- Lloraba Mariana desconsolada.
--- Mariana, yo... Yo no tengo justificación para eso. Lo lamento. De verdad lamento que tengas que pasar por esto… Por favor. Te lo ruego, déjala ir. Mátame si quieres, pero déjala ir. --- Rogaba.
--- Todo tiene una razón de ser en este sótano. Joseph. Y la presencia de Mariana es necesaria porque ella será el máximo catalizador de la noche. Hablas de lo mucho que lo sientes. Y de que la deje salir de acá con vida. Pero veamos que tan honestas son tus intenciones. Si en este momento, dejo ir a Mariana. La voy a obligar a que te denuncie en la policía por violador. Pasarás toda tu vida tras las rejas, claro. Si es que los demás reos te lo permiten. Aunque conociendo el trato preferencial con el que reciben a porquerías como tú. No creo que dures mucho. En cambio, si decido que se quede, es por que decidiré que ambos van a morir. ¿Tú te ahorras la vergüenza carcelaria y una posible sodomizacion múltiple y ella tener que hacer los arreglos para tu sepelio te parece? ---
Joseph miró a Mariana fijamente sin decir nada, mientras ella lo miraba con un total desconcierto.
--- Tienes cinco segundos, cariño. Uno…. ---
--- Joseph --- Exclamó Mariana.
--- Dos… ---
--- Mi amor. Responde ya. ---
--- Tres ---
Joseph miraba a Mariana y a Camille, sin abrir la boca.
--- Cuatro. --- Susurró Camille para luego voltearse hacia Mariana. Sacar un revolver de su bolsillo para luego dispararle en el pecho.
--- Espera. ¿Eran cuatro o cinco segundos? ---
--- ¡Maldita perra! ¡Maldita Perra! ¡Te voy a matar! ¡Te voy a matar hija de puta! --- Gritaba una y otra vez Joseph desesperado. Camille se acercó a él y tomando la vara metálica lo golpeo en la pierna izquierda reiteradas veces hasta que se escuchó un estruendoso crujido en sus huesos.
--- No toleraré malas palabras bebé. Te lo advertí. Además, es tu culpa. ¿Si tanto la amabas por qué no aceptaste el trato enseguida? ---
Joseph empezó a llorar desconsoladamente la ver el cadáver de Mariana con un balazo en el pecho sentado frente a él. El sonido de sus lamentos era indescriptible, era agonía pura. Era dolor en su estado más elevado. Ya no solo era un dolor físico. Era un dolor en el alma. Su espíritu estaba quebrado.
--- Menudo, drama. --- Ironizó Camille. --- ¿Sabes? Creo que es momento de dejarte a solas un rato. Para que logres recomponerte un poco y todo eso. Además. No puedo dejarla ahí el resto de la noche. --- Se acercó al cuerpo de Mariana para cubrir su rostro con una toalla blanca y luego agarrar la silla.
--- Iré a buscarle un mejor sitio y a hacer café ¿Quieres una taza? ---
No hubo ni siquiera un gesto de respuesta. Joseph solo estaba allí. Malherido. Con la mirada perdida y completamente desconectado de la realidad. Era como ver a un paciente mental con una lobotomía. Ante el silencio de Joseph, Camille se dio la vuelta con la silla donde yacía el cuerpo de Mariana y la sacó del sótano. Dejando a Joseph a solas en la oscuridad.
Durante los próximos treinta minutos Joseph dedicó un último esfuerzo para intentar liberarse de sus ataduras. Débil, cansado. Y aún dopado por las drogas que Camille le había suministrado. Luchó. Luchó con todas sus fuerzas pensando que aún tenía tiempo de escapar. Que aún había un grado de esperanza. Y tras lo que pareció una eternidad de combate. La soga que lo mantenía atado, cayó al piso junto con él.
Tras unos segundos en el piso. Intentó levantarse, pero su pierna fracturada le dolía demasiado. Así que se arrastró hasta la puerta del sótano y logró salir. Siguió arrastrándose por la casa con sumo cuidado, sin embargo. Camille lo encontró en la sala de estar.
--- ¿Adónde crees que vas bebé? Aún no hemos terminado. ---
Camille se lanzó sobre Joseph con un cuchillo de cocina y forcejearon un rato en el piso, pero la resistencia física de Joseph estaba más que mermada. Lo que derivó en un apuñalamiento en la zona del abdomen. Joseph a pesar de aquello, pudo encontrar algo de energía para acercarse a Camille y morderle la oreja tan salvajemente que sangró de forma inmediata. Camille adolorida se le quitó de encima, y el solo se dio vuelta boca abajo y empezó a arrastrarse, manchando de sangre el piso cada vez que se arrastraba en dirección a la puerta principal de la casa. Con sus últimas fuerzas, se las arregló para salir de la casa y decidiendo ignorar el dolor de su pierna fracturada, se puso de pie para intentar huir más rápido. Pero esta parte de la historia, ya la conocen.
Joseph despertó en unos minutos completamente adolorido. Con escalofríos y empapado en sudor en el suelo de la casa. Intentó moverse, pero antes de poder hacer algo escuchó una voz que le decía:
--- Ya era hora. Se estaba haciendo tarde. ---
Alzó la vista sospechando que aquella voz le era terriblemente familiar. Hasta que la vio. Era Mariana. Estaba de pie mirándolo con una sonrisa en los labios. Y con una mancha de sangre en el centro de la camiseta.
--- ¿De verdad creías que sería capaz de matar a una pobre mujer cuya única falla fue fijarse en un cerdo como tu Jo? --- Le dijo Camille mientras se acercaba también viéndolo boca arriba e inmóvil contra el piso. --- ¿En serio crees que soy tan bestia? No cariño. Mariana. Es una alumna muy especial a la que tuve la oportunidad de salvar hace un par de años e una mala vida. Desde entonces le he dado la oportunidad de acompañarme a hacer algo de limpieza social por las calles a las que transitamos. Y créeme. Ha hecho su papel muy bien. La mayor parte de lo que sabía de ti lo supe gracias a ella. Los lugares que frecuentabas. El tipo de mujeres que te atraía. Tu fascinación por el sexo sin compromisos, todo. ---
--- Has sido un niño muy muy malo, Joseph. Un niño que merece un castigo. --- Dijo Mariana tocándole la nariz.
Joseph estaba completamente inmóvil, con los ojos abiertos de par en par y con los ojos llenos de lágrimas.
--- Creo que deberíamos ir de paseo los tres ahora. ¿Qué te parece Mariana? --- Preguntó Camille.
--- Oh. Amo los paseos… --- Respondió sonriente Mariana.
--- No se diga más. ---
Entre ambas hicieron un esfuerzo para levantar a Joseph y montarlo en el carro. Lo amordazaron y maniataron. Mariana tomó el asiento de Copiloto y Camille conducía. Tras dar un par de vueltas, se estacionaron frente al puente de la ciudad que se encuentra sobre un río. Se bajaron y llevaron a Joseph con ellas. Poniéndose las tres al borde del puente.
--- Me imagino que nunca habías pensado que este sería el último paisaje que verías. --- Le dijo Mariana tocándole el hombro con una expresión de pesar.
--- Bueno Jo. No puedo negar que me divertí contigo. --- Expresó Camille repitiendo el gesto de Mariana.
Ambas miraron al fondo, y notaron como el río pasaba con inclemencia bajo el puente. Camille se acercó hacia Joseph y le susurró al oído.
--- ¿Sabes que es lo más lamentable de todo? Alejandra Montero se suicidó 8 años después de lo que le hicieron. Así que no pudo ver cómo les hicimos pagar a todos ustedes, malditos perros. ---
Joseph abrió los ojos con total desconcierto y volteó a ver a Camille, sin embargo, no alcanzó a decir nada puesto que le interrumpió:
--- Ciao, cariño. --- Le dijo sonriendo mientras lo empujaba del puente hacia el río. Su cuerpo cayó en seco contra el agua y rápidamente se perdió de vista.
Hubo un silencio de dos minutos entre Camille y Mariana. Silencio que se rompería con el siguiente comentario de la primera:
--- Mejor nos vamos ya. Tengo hambre. ---
Sonrieron y subieron de vuelta al carro de Joseph, dejando atrás el puente. El río y toda la historia vivida entre ellos tres esa noche.
Un mes después. Un hombre mayor, de poco cabello y bigote. Vestido con un traje verde muy fino. Se encontraba en la mesa de un lujoso restaurant esperando la llegada de una cita. Tras una hora de espera. Su acompañante llega y se sienta con él, una mujer hermosa. Con un vestido largo de color blanco completamente elegante y notoriamente costoso. Llevaba el cabello recogido, un hermoso cabello negro. Así como unos pendientes color verde. Maquillada a la perfección y con los labios pintados de rojo intenso.
--- Gracias por haber venido esta noche. --- Le dijo cortésmente el hombre.
--- Gracias a ti por haberme esperado. No encontraba que ponerme. ---
--- Por cierto, ¿Cómo me dijiste que te llamabas? ---
--- Llámame Cami. ---
--- Todo un placer estar contigo aquí esta noche Cami. De verdad, tengo que confesarte que tuve mis dudas con esta cita. No lo sé. No suelo hacer encuentros por la red. Los encuentro algo, maliciosos. --- Comentó el hombre mientras destapaba una botella de vino.
--- Te entiendo. Es muy curioso el mundo de la internet estos días. Recibes un mensaje de forma instantánea en cualquier parte del mundo, y ese mensaje puede ser de cualquier persona. --- Contestó sirviéndose del vino en una copa.
--- Por suerte en este caso fuiste tú. --- Señaló pícaramente.
La mujer bebió de su copa sin apartar la vista del hombre. Le guiñó el ojo y con una sonrisa atrevida le respondió:
--- Sí. Créeme que has tenido mucha suerte. ---
Tu historia me atrapó, espectacular amigo..
Muchísimas gracias por tu amabilidad. Es todo un honor viniendo de alguien con tanto talento como tú.
Brutal hermano felicidades esta de pinga tu historia
Muchas gracias. Me alegro de que la hayas disfrutado.
Gran post, me alegra poder leer contenido de calidad como este.
Gracias por tus cumplidos.. Espero seguir siendo capaz de entretenerte en el futuro. Muy halagado por tus comentarios y por tu tiempo invertido en leer mi historia.