En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y campos dorados, las vías del tren eran el corazón palpitante de la comunidad. Cada día, el tren pasaba puntual, llevando pasajeros y mercancías, conectando historias y destinos. Pero para Ana y Marcos, las vías del tren eran mucho más que un medio de transporte; eran el escenario de su romance.
Ana era una joven con un espíritu libre y un corazón lleno de sueños. Trabajaba en la floristería del pueblo, donde sus arreglos florales eran famosos por su belleza y creatividad. Marcos, por su parte, era un ingeniero ferroviario apasionado por su trabajo. Había llegado al pueblo unos meses atrás para supervisar el mantenimiento de las vías del tren.
Una mañana, mientras Ana recogía flores silvestres cerca de las vías, se encontró con Marcos, quien estaba inspeccionando los rieles. Sus ojos se cruzaron, y en ese instante, sintieron una conexión especial. Era como si el destino hubiera trazado un camino invisible que los unía a través de las vías.
Con el pasar de los días, Ana y Marcos comenzaron a coincidir cada vez más a menudo cerca de las vías del tren. Compartían charlas sobre sus vidas, sus pasiones y sus sueños. Ana le hablaba de las flores y su significado, mientras que Marcos le contaba historias fascinantes sobre el mundo ferroviario. La chispa entre ellos se fue transformando en un amor profundo y sincero.
Una tarde de verano, Marcos sorprendió a Ana con un picnic al atardecer junto a las vías del tren. Había decorado el lugar con flores y luces, creando un ambiente mágico. Mientras el sol se ponía, pintando el cielo de tonos rosados y dorados, se juraron amor eterno. A lo lejos, el sonido del tren en movimiento marcaba el ritmo de sus corazones.
El tren se convirtió en el testigo silencioso de su amor. Cada vez que pasaba, Ana y Marcos se encontraban junto a las vías para saludarse, intercambiar una sonrisa y recordar la promesa que se habían hecho. El tren, con su constante ir y venir, simbolizaba la continuidad de su amor, a pesar de los cambios y desafíos que la vida pudiera traer.
Un día, Marcos recibió una oferta de trabajo en una ciudad lejana. La noticia trajo consigo la incertidumbre y la tristeza de una posible separación. Sin embargo, ambos sabían que su amor era más fuerte que la distancia. Ana decidió seguir a Marcos, dejando atrás el pequeño pueblo pero llevando consigo su amor por las flores y los recuerdos de las vías del tren.
Juntos, viajaron en el tren que tantas veces había sido testigo de su amor, rumbo a una nueva vida y nuevas aventuras. El traqueteo de las ruedas sobre los rieles les recordaba que, sin importar dónde estuvieran, su amor seguiría el mismo camino. Así, las vías del tren, que una vez fueron el escenario de su encuentro, se convirtieron en el símbolo eterno de su amor y su viaje juntos por la vida.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.