En el tranquilo barrio de Palermo, en Buenos Aires, la casa de Lisbeth estaba llena de un aire festivo y cálido. Era su cumpleaños y la ocasión prometía ser especial, pues estaría rodeada de sus tres hijos y dos nietos.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un tono anaranjado suave. La decoración del hogar era sencilla pero acogedora: globos de colores, guirnaldas y una mesa abundantemente adornada con delicias caseras. Sus hijos, Martín, Isabel y Clara, habían preparado todo con gran amor y dedicación, cada uno aportando su toque personal. Martín, el mayor, había cocinado un asado jugoso, Isabel había horneado una torta de chocolate que llenaba la casa con su dulce aroma, y Clara había traído flores frescas del jardín, colocándolas delicadamente en un florero en el centro de la mesa.
Los nietos, Juana y Tomás, revoloteaban de un lado a otro, llenando el ambiente con sus risas contagiosas. Juana, la mayor, había hecho un dibujo para su abuela, representando a toda la familia juntos en un día soleado. Tomás, por su parte, había aprendido a tocar "Feliz Cumpleaños" en su pequeña guitarra y estaba ansioso por mostrar su habilidad.
Finalmente, Lisbeth apareció en la sala, sonriendo radiante. Sus hijos la recibieron con abrazos y besos, emocionados de celebrar este día tan especial. Se sentaron alrededor de la mesa, compartiendo anécdotas y recordando viejas historias, mientras disfrutaban del festín preparado con tanto esmero.
Después de la comida, llegó el momento de la torta. Isabel trajo la torta de chocolate, adornada con velas encendidas, y todos comenzaron a cantar. Tomás acompañaba con su guitarra, tocando las notas con entusiasmo y precisión. Lisbeth cerró los ojos, hizo un deseo y sopló las velas, recibiendo aplausos y más abrazos.
La noche continuó con más risas, juegos y música. Juana mostró su dibujo a Lisbeth, quien lo recibió con ternura y prometió colgarlo en la sala. Tomás, luego de su actuación, se acurrucó en el regazo de su abuela, escuchando las historias que ella contaba con una voz suave y melodiosa.
El cumpleaños de Lisbeth fue un día inolvidable, lleno de amor y felicidad. Rodeada de su familia, se sentía profundamente agradecida por cada momento compartido, cada risa y cada abrazo. Aquella noche, mientras todos se despedían y la casa volvía al silencio, Lisbeth cerró los ojos, con el corazón lleno de gratitud y una sonrisa en los labios. Sabía que estos recuerdos quedarían grabados para siempre en su memoria y en la de sus seres queridos.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.