Óscar no era mexicano, pero tenía una pasión desbordante por el picante mexicano. Su amor por los chiles, las salsas y los platillos picantes no conocía fronteras. Cada vez que visitaba su restaurante mexicano favorito, sus ojos brillaban con una alegría indescriptible al ver el menú lleno de platillos picantes.
Sin embargo, había un pequeño inconveniente en su amor por el picante: las hemorroides. A pesar del ardor y la incomodidad que experimentaba después de cada comida picante, Óscar no podía resistir la tentación. Era un amor complicado, uno que implicaba un sufrimiento que él aceptaba con valentía.
Sus amigos solían burlarse de él, diciendo que su amor por el picante era una locura. Pero Óscar siempre respondía con una sonrisa y un encogimiento de hombros. Para él, el placer de saborear un buen taco al pastor con salsa de habanero valía cualquier incomodidad posterior.
Una noche, mientras cenaba en su restaurante favorito, conoció a Sofía, una chef mexicana que acababa de mudarse a Buenos Aires. Compartieron risas y pláticas sobre su amor por el picante. Sofía, al enterarse de los problemas de Óscar, decidió crear una salsa especial que tuviera todo el sabor y el ardor del picante, pero con ingredientes que fueran más suaves para el estómago.
Óscar probó la salsa y quedó maravillado. Por primera vez, podía disfrutar de su amado picante sin preocuparse por las consecuencias. Con el tiempo, Óscar y Sofía se hicieron inseparables. Juntos, abrieron un pequeño restaurante donde servían platillos mexicanos con un toque especial, y la fama de su salsa secreta se extendió por toda la ciudad.
Así, Óscar no solo encontró una solución a su problema, sino también a su alma gemela. Y cada vez que probaba un bocado de su salsa favorita, sabía que su amor por el picante había llevado a algo mucho más grande y significativo en su vida.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.
