En una pequeña ciudad, las noches de luna llena solían tener un manto de misterio, especialmente cuando las nubes ocultaban la luz plateada, dejando la tierra en una penumbra inquietante. Alicia, una joven curiosa y valiente en casi todos los aspectos, tenía un miedo profundo y antiguo: las oscuras vías del tren que pasaban detrás de su casa.
Desde su niñez, Alicia escuchaba los rumores de los vecinos acerca de eventos extraños y figuras fantasmales que merodeaban cerca de las vías. Eran relatos que ella no podía borrar de su mente, y aunque nunca había visto nada con sus propios ojos, sentía un temor latente cada vez que tenía que cruzar ese lugar en una noche nublada de luna llena.
Aquella noche, las nubes parecían más espesas que de costumbre, y la luz de la luna apenas lograba filtrarse entre ellas. Alicia necesitaba cruzar las vías para llegar a casa de su abuela, que se había quedado sola y enferma. Con un suspiro profundo, se preparó para enfrentar sus temores.
Cada paso que daba se veía acompañado por el crujido de las hojas secas bajo sus pies, un sonido que hacía eco en el silencio nocturno. Al acercarse a las vías, el ambiente se volvió más opresivo, como si el propio aire se tornara más denso y cargado de misterio.
Alicia sentía cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. Las leyendas de los vagones fantasmas y los lamentos de espíritus perdidos resonaban en su mente. Sin embargo, continuó avanzando, recordándose que su abuela la necesitaba.
Justo cuando estaba a punto de poner un pie sobre la primera vía, una figura apareció en la neblina. Alicia se detuvo en seco, el pánico invadiendo su ser. La figura parecía moverse con gracia, pero sin un rumbo claro. Con la respiración entrecortada, Alicia cerró los ojos un momento, tratando de calmarse.
Al abrirlos de nuevo, la figura había desaparecido. Alicia se armó de valor y cruzó las vías con pasos apresurados. Al llegar al otro lado, volteó una vez más, esperando ver algo, pero solo encontró la nada. En su corazón, comprendió que el miedo era poderoso, pero su determinación lo era más.
Esa noche, en casa de su abuela, mientras cuidaba de ella, Alicia decidió que no permitiría que las leyendas y los temores infundados dominaran su vida. Había cruzado la vía del temor y, aunque todavía sentía respeto por lo desconocido, sabía que su valentía la había llevado más lejos que sus miedos.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.
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