Luchando contra la burocracia porteña

in #spanish17 days ago

Era una tarde calurosa de verano en Buenos Aires. Ernesto, un hombre de mediana edad con una paciencia que ya estaba al borde del colapso, se encontraba una vez más en las oficinas del gobierno. No era la primera vez que tenía que hacer un trámite, y seguramente no sería la última, pero cada vez que se encontraba en esa situación, sentía que su vida se acortaba un poco más.


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La fila parecía interminable y la lentitud del avance era exasperante. Ernesto miraba su reloj con resignación, sabiendo que la espera sería larga. A su alrededor, otras personas parecían compartir su desesperación, aunque en silencio. Algunos suspiraban, otros miraban el techo como si rezaran por un milagro que nunca llegaría.

"¡Es increíble!", pensaba Ernesto, mientras su ira interna aumentaba. Recordaba todas las veces anteriores en que había tenido que soportar la misma tortura burocrática. Parecía que el tiempo se detenía cuando cruzaba las puertas de esas oficinas. Su teléfono apenas tenía señal y el aire acondicionado era más una fantasía que una realidad. Cada segundo que pasaba en ese lugar le hacía desear estar en cualquier otro sitio, incluso en medio del tráfico de la ciudad.

La gota que colmó el vaso fue cuando un funcionario salió a anunciar que el sistema había caído y que la espera se prolongaría aún más. Ernesto sintió que la ira se convertía en una bola de fuego en su estómago. No podía creer lo que escuchaba. Era como si el universo se hubiera confabulado en su contra para hacer de cada trámite una pesadilla interminable.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, fue su turno. Se acercó al mostrador con la esperanza de que el trámite fuera rápido. Pero no, el empleado detrás del mostrador parecía trabajar a cámara lenta, y cada documento que Ernesto le entregaba era revisado con una meticulosidad excesiva. Ernesto sentía que su paciencia se desvanecía.

Cuando por fin logró completar el trámite, salió de las oficinas con una mezcla de alivio y agotamiento. Mientras caminaba por las calles de Buenos Aires, se prometió a sí mismo que buscaría una forma de evitar esas oficinas en el futuro, aunque en el fondo sabía que tarde o temprano tendría que volver.

Y así, la historia de Ernesto y su eterna lucha contra la burocracia porteña continuaba, un ciclo interminable de trámites y esperas que ponían a prueba su resistencia y su cordura.





Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.

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